El alucinógeno mexicano
que cautivó a los nazis
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Si bien el petróleo era esencial para alimentar su maquinaria
bélica, los nazis encontraron en México otros recursos naturales que
los cautivaron. En particularpara realizar interrogatorios a prisioneros
y esterilizar a grandes poblaciones.
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Por Raúl Olmos
De México, no sólo el petróleo atraía a los alemanes. El doctor
Karl Taubock, un naturista checoslovaco que vivió y trabajó en el país,
reveló en el Tribunal de Nuremberg los planes del gobierno nazi para
utilizar la herbolaria mexicana en experimentos con humanos.
Pretendían destinar el extracto de la planta conocida en
México como amoena para esterilizar a los habitantes de naciones
enteras, mientras que a la planta alucinógena llamada piule —muy común
en Oaxaca— la usarían en interrogatorios, para forzar confesiones de
los prisioneros.
Taubock se presentó de manera voluntaria el 20 de septiembre de 1945
ante el teniente John M. Martin y rindió su testimonio en el Tribunal
Militar de Nuremberg.
El prestigiado médico —quien para entonces había publicado 20
artículos científicos— contó que él había trabajado como espía para los
nazis bajo un nombre encubierto en un laboratorio donde se buscaba
perfeccionar los efectos esterilizantes del extracto de la amoena (
dieffenbachia seguina).
Taubock también confesó que había sido investigador para la empresa
IG Farben, que colaboró en forma estrecha con las Schutzstaffel, el
temible escuadrón de defensa nazi. Dicha empresa operó su propio campo
de concentración y tenía la patente del gas Zyklon B, con el que se
ejecutó a cientos de miles de civiles judíos.
Los jerarcas de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA) se
mostraron interesados en la experiencia que el doctor Taubock había
adquirido en su paso por México en 1931, en un laboratorio de IG Farben.
Los nazis buscaban con desesperación un extracto como el que empleaban los rusos en interrogatorios, el cual, al ser administrado en pequeñas dosis, lograba que el prisionero confesara de manera inconsciente todos sus secretos.
Una alternativa a ese extracto tenía un nombre: el piule, de la especie
rhynchosia, empleada desde hace dos siglos por los antiguos mexicanos como una planta sagrada por sus propiedades alucinógenas.
En un interrogatorio realizado el 21 de septiembre de 1945, Taubock
aportó detalles de la misteriosa planta mexicana que había cautivado a
los nazis:
“Piule fue utilizada por los nativos mexicanos para obtener
información de sus prisioneros. No sabemos la reacción de la planta, no
ha sido revelada por los curanderos mexicanos (…) Los
representantes de IG en México habían tratado en 1931 de obtener
información sobre la reacción científica de esta planta con el fin de
utilizarla para la medicina. La semilla no se pudo obtener”.
En su testimonio, el médico relató que la Oficina de Seguridad del
Reich (RSHA) hizo todo lo posible por conseguir la planta, pero fracasó.
—Usted está hablando ahora acerca de la RSHA —le hizo notar el interrogador.
—Sí. La agencia era de la opinión de que yo debía ser el especialista en
este proyecto, ya que había trabajado para la empresa IG
Farbenindustrie en la investigación de las drogas mexicanas en 1931. Los
laboratorios IG en aquel momento no pensaban en descubrir una droga
mexicana para el uso de interrogatorio policiaco o el trabajo de
espionaje. Ellos querían encontrar un medicamento para el tratamiento de
los casos de neurosis o psicosis.
Los agentes de la RSHA le insistieron a Taubock sobre la importancia de tener la planta.
“Se creía que el hallazgo de la droga mexicana era imposible”, dijo el médico ante el Tribunal de Nuremberg.
Lo que hizo Taubock fue ocultar información a sus superiores para evitar el saqueo del alucinógeno mexicano.
—¿Sabían de su existencia? —le preguntó el teniente Martin.
—Sí, el doctor Schammberger (de los laboratorios IG) sabía acerca de su existencia.
—¿Y le pidió que tratara de conseguir un poco de ella?
—Sí. Quiero hacer hincapié en que nunca me habían hecho una oferta de
esta naturaleza. Mi idea era que la Oficina de Seguridad del Reich no se
apoderara de esas drogas. Alrededor de noviembre de 1944 estaban
convencidos de que yo había hecho mi mejor esfuerzo para obtener la
droga y pensaron que era imposible.
Otra planta, ésta para esterilizar
Oswald Pohl, el temible criminal de guerra nazi, conoció de primera
mano la experimentación que se hizo con otra planta muy popular en
México: la amoena.
En el testimonio ante el Tribunal de Nuremberg, Taubock relató que
ingresó con el nombre ficticio de Dr. Weiss a un laboratorio que
administraba extractos de la planta a animales, y atestiguó cómo la
sustancia destruía el tejido reproductivo. Luego supo que se pretendía
aplicar este mismo extracto en humanos.
Para ocultar los fines de sus experimentos, el gobierno de Hitler
argumentaba que se buscaba una sustancia para esterilizar a enfermos
incurables y personas dementes.
El doctor Karl Taubock relató que Pohl, uno de los líderes nazis de
más alto rango, que llegó a ser general de las SS o Gestapo, visitó el
laboratorio entre octubre y noviembre de 1942.
—¿Y qué dijo Pohl? —cuestionó el interrogador.
—Pohl se mostró muy interesado en el trabajo y ordenó que continuara.
—¿Tan pronto como fuera posible?
—Tan pronto como fuera posible, y él, Pohl, impulsaría aún más este trabajo. En ese momento el asunto me quedó claro.
Tras la visita del alto mando nazi, Taubock
tuvo la sospecha de que querían utilizar el extracto de la planta para fines de esterilización masiva. “Llegué a la conclusión de que este trabajo no debía llevarse a cabo”, admitió ante su interrogador.
Pero los agentes de la Oficina de Seguridad del Reich le insistieron
en que continuara colaborando. Taubock recordó así aquella orden:
“Usted, como botánico, debe estar en condiciones de cultivar plantas
(de la amoena) en un número cada vez mayor. Ponemos a su disposición un
pase para ir también a otros países o a los territorios ocupados, con el
fin de procurar la planta”.
Con la orden vino una advertencia: debía guardar absoluto silencio, pues se trataba de “un secreto comercial del Reich”.
“Es extraordinariamente desagradable hablar de ‘secreto comercial del
Reich’, porque la más mínima omisión, por ejemplo, un trozo de papel en
un escritorio, puede llevar a un campo de concentración”, se incomodó
Taubock.
A fines de septiembre de 1945, el teniente John Martin —quien recabó
el testimonio de Taubock— envió a sus superiores un memorándum, en el
que reveló que los nazis pretendían usar el extracto de la planta amoena
para esterilizar a los habitantes de países del Este, con el fin de
reducir la tasa de reproducción.
Y
como pruebas aportó cartas, copias de investigaciones
médicas realizadas por científicos nazis y una declaración firmada sobre
acciones planificadas con el veneno extraído de las plantas, para diferentes propósitos.
Entre aquellas evidencias incluyó una carta de 1943 de la Oficina
Central de Seguridad del Reich, creada por Heinrich Himmler, en la que
describía los experimentos realizados para la esterilización humana.
El médico Taubock —que colaboró en estos experimentos— fue exonerado
por el Tribunal de Nuremberg gracias a su apoyo para delatar a los
líderes nazis.
Pohl, en cambio, fue condenado a muerte por el mismo tribunal y ejecutado en junio de 1951.
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