Por otra parte, han empezado a ser constantes y cíclicos los artículos de opinión sobre una supuesta injerencia rusa en el proceso electoral mexicano. Opiniones que hasta el momento no ofrecen ninguna documentación o comprobación. Los que esgrimen ese argumento ofrecen dos "pruebas". La primera, la vaga y general aseveración que Rusia ha intentado desestabilizar muchos procesos internacionales: Brexit, las elecciones de Estados Unidos, el referéndum sobre la independencia catalana, etc. La segunda prueba sería que John Ackerman, asesor de López Obrador, es también colaborador de este portal de noticias, lo que lo convierte en un "empleado y propagandista" de Vladímir Putin, presidente de Rusia. Vaya salto cuántico y sin escalas. Similar a la campaña que orquestó el Partido Popular en España contra Podemos y "sus nexos y financiamiento con el terrorismo internacional" por la simple participación de Pablo Iglesias en el canal iraní de HispanTV.
La guerra fría y el mundo bipolar
¿De dónde vienen estas teorías conspiracionistas propias de las novelas de Umberto Eco o de Dan Brown? Parecen ser un resabio de la guerra fría y del mundo bipolar de esos tiempos. En el caso concreto de México fueron una retórica frecuente para tratar de desprestigiar cualquier movimiento de oposición al gobierno durante muchos años. Cuando en 1954 el PRI devaluó la moneda en un 44%, vino como consecuencia una inflación de más de 30% y el impacto en la pérdida del poder adquisitivo del trabajador mexicano fue demoledor. Ferrocarrileros, maestros y médicos protestaron ajustes salariales y el gobierno los acusó de comunistas, de estar financiados internacionalmente y de pretender romper con la "unidad nacional". Ajustes de salarios significaban comunismo para el régimen.
¿Por qué los periodistas continúan con el argumento del conspiracionismo internacional, sin pruebas sólidas que ofrecer? Si las tienen, sería bueno que las presenten ante las autoridades correspondientes que las desconocen o las ignoran deliberadamente. Y de paso al Parlamento inglés, para ofrecerles lo que ni británicos ni españoles han podido encontrar hasta el momento.Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University
Pocos años después vinieron las protestas estudiantiles de 1968 y la respuesta del presidente Díaz Ordaz, antes y después de la represión donde fueron asesinados decenas de estudiantes, fue que el movimiento estudiantil estaba infiltrado por agentes comunistas, de origen soviético y cubano, que pretendían desestabilizar al país. Díaz Ordaz fue incapaz de reconocer que el descontento provenía del colapso del milagro mexicano (Soledad Loaeza dixit), de la pauperización de la clase media mexicana y de la falta de libertades democráticas en todos los sectores de la vida nacional. Además, el gobierno sabía bien que no había comunismo cubano en el movimiento estudiantil debido a que el apoyo internacional que en el terreno diplomático se le había dado a la isla tuvo como agradecimiento que Cuba se abstuviera de impulsar o asistir a los movimientos de oposición en México.
En vísperas de la firma del acuerdo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el gobierno tenía información de un movimiento en el sureste mexicano conformado por más de 35.000 activos. Era el EZLN, que el 1 de enero de 1994, con la entrada en vigor del TLCAN, se levantó en armas en el estado de Chiapas. El gobierno chiapaneco y varios analistas de prensa y televisión no dudaron en calificar a los zapatistas de estar manipulados por extranjeros de filiación comunista y socialista cuyo único interés era la desestabilización del país, ya a las puertas del primer mundo. Se les negaba a los indígenas la agencia, la capacidad propia de pensar sus problemas e injusticias y rebelarse contra ellas. Se recurría una vez más, a pesar de conocer la verdad, a la narrativa de una mano que mece la cuna desde el extranjero con el objetivo de desestabilizar a un país que vive en perfecta armonía.
Pocos años después vinieron las protestas estudiantiles de 1968 y la respuesta del presidente Díaz Ordaz, antes y después de la represión donde fueron asesinados decenas de estudiantes, fue que el movimiento estudiantil estaba infiltrado por agentes comunistas, de origen soviético y cubano, que pretendían desestabilizar al país. Díaz Ordaz fue incapaz de reconocer que el descontento provenía del colapso del milagro mexicano (Soledad Loaeza dixit), de la pauperización de la clase media mexicana y de la falta de libertades democráticas en todos los sectores de la vida nacional. Además, el gobierno sabía bien que no había comunismo cubano en el movimiento estudiantil debido a que el apoyo internacional que en el terreno diplomático se le había dado a la isla tuvo como agradecimiento que Cuba se abstuviera de impulsar o asistir a los movimientos de oposición en México.
En vísperas de la firma del acuerdo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el gobierno tenía información de un movimiento en el sureste mexicano conformado por más de 35.000 activos. Era el EZLN, que el 1 de enero de 1994, con la entrada en vigor del TLCAN, se levantó en armas en el estado de Chiapas. El gobierno chiapaneco y varios analistas de prensa y televisión no dudaron en calificar a los zapatistas de estar manipulados por extranjeros de filiación comunista y socialista cuyo único interés era la desestabilización del país, ya a las puertas del primer mundo. Se les negaba a los indígenas la agencia, la capacidad propia de pensar sus problemas e injusticias y rebelarse contra ellas. Se recurría una vez más, a pesar de conocer la verdad, a la narrativa de una mano que mece la cuna desde el extranjero con el objetivo de desestabilizar a un país que vive en perfecta armonía.
Elecciones en México, brexit y el referéndum de Cataluña
El eslabón más reciente de esta cadena es la versión de la "injerencia extranjera" desde Rusia y Venezuela que pretenden perturbar la democracia de virtudes atenienses que tiene México. Pero no se presenta ningún hecho documentado o información que se pueda comprobar. Nos dicen que Rusia ya lo hizo durante el Brexit en el Reino Unido pero no aportan datos, en cambio en el estudio Russian Involvement and Junk News during Brexit, publicado en diciembre pasado por cuatro académicos de la Universidad de Oxford y miembros de la red internacional www.politicalbots.org, se afirma que se puede concluir que no hubo una incidencia relevante durante el referéndum británico. La información compartida en Twitter que provenía de las agencias de noticias Russia Today y Sputnik era menor al 0,6% y la de los 'bots' de origen ruso que produjeron contenido relativo al Brexit fue de menos del 0.3% del tráfico informativo. En YouTube hubo una tendencia similar con apenas 1,4% de los videosligados a fuentes de información rusas.
España y el referéndum sobre la independencia de Cataluña es otro caso que suele darse como ejemplo a partir de un conjunto de artículos que el diario El País dedicó a la denominada "trama rusa". Debido a la posible similitud con el caso del Brexit, una comisión parlamentaria inglesa invitó a Londres para hablar del asunto a David Alandete (director adjunto de El País), a Mira Milosevich (Investigadora del Real Instituto Elcano) y a Francisco de Borja Lasheras (Consejo Europeo de Relaciones Exteriores), quienes en la audiencia declararon que no tenían ninguna evidencia de la intromisión rusa, que desconocían cual podía ser un interés concreto o que opción preferían los rusos y que, en todo caso, la participación habría sido menor a la del Brexit, que como señalamos parece ser completamente marginal.
Sobre el caso mexicano, el propio titular de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, ha desmentido este supuesto intervencionismo después de reuniones que sostuvo con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, durante una visita a Moscú en noviembre pasado. Por otra parte, el Instituto Nacional Electoral (INE) contradice a los periodistas y analistas que dicen que la institución está preocupada por una posible intervención foránea. Apenas hace unos días, el consejero electoral Marco Baños puntualizó que no se ha detectado apoyo extranjero a ningún aspirante y que los sistemas informáticos del instituto están blindados ante cualquier intento de hackeo. También el vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, niega que haya evidencia de la supuesta intervención. Cero preocupación pues.
Todos los países tienen conflictos e intereses y actúan en la arena internacional conforme a ellos y pocas veces acorde a principios. Rusia, Estados Unidos o México no son la excepción por lo que cualquier anomalía debería ser denunciada. Pero las voces y plumas mexicanas que con paranoia hablan de una intervención extranjera, rusa concretamente, no pueden ignorar los estudios que hasta el momento han ofrecido académicos de Oxford para el caso del Brexit o que en el Parlamento inglés los académicos y reporteros españoles reconocieron no tener ninguna prueba de la intrusión en el referéndum independentista catalán. Si las autoridades mexicanas no se muestran preocupadas (Relaciones Exteriores o el INE), ¿por qué los periodistas continúan con el argumento del conspiracionismo internacional, sin pruebas sólidas que ofrecer? Dirían los clásicos, si las tienen sería bueno que las presenten ante las autoridades correspondientes que las desconocen o las ignoran deliberadamente. Y de paso al Parlamento inglés, para ofrecerles lo que ni británicos ni españoles han podido encontrar hasta el momento.
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