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viernes, 24 de noviembre de 2023

Las sombras de Rusia, Trump e Irán en la cumbre bizarra de Biden y Xi en San Francisco

No se gestó ningún concreto avance significativo en la cumbre de Biden con Xi. EEUU no cedió en las sanciones a los chips ni en su venta de armas a la isla renegada de Taiwán. La peor parte provino de Biden, quien calificó en forma nada diplomática a su huésped Xi de "dictador", lo cual le valió airadas críticas de "irresponsable" desde China.

A nivel del concepto de la "estabilidad estratégica" entre las tres superpotencias del planeta, no hubo un G-2 entre EEUU y China, que muchos analistas estadunidenses de la vieja guardia alucinaron, cuando si existe un G-2, este es hoy entre Rusia y China, que ha dejado aislado a EEUU.

En el programa filomilitarista Morning Joe, de MSNBC News, John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional para las "Comunicaciones Estratégicas", confesó que "China puede ser útil, si desearan ser útiles, por ejemplo, con Irán", pero China y Rusia "se han ido acercando cada vez más en los meses recientes", cuando existe una "floreciente relación de defensa entre estos dos países".

Vale la pena rescatar el artículo del jázaro Gideon Rachman, del Financial Times y muy cercano a los intereses de la banca Rothschild, en donde asevera amargamente la "retirada de EEUU" en tres regiones: frente al ascenso de Rusia en Europa, China en Asia e Irán en el Medio Oriente, mientras sopesa el "prospecto del retorno de Trump a la Casa Blanca" y sus implicaciones "sobre el futuro del liderazgo global de EEUU".

De no ser por la cumbre entre Biden y Xi, la otra cumbre anual de la APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico, en español), cada vez más irrelevante, de 21 países en el mismo San Francisco, hubiera pasado ampliamente desapercibida.

A grado tal que la revista globalista monárquica neoliberal The Economist critica acerbamente que los "fracasos comerciales de Joe Biden benefician a China", lo que constituye una nueva "decepción para los partidarios del libre comercio en Asia", cuando la entelequia de la agrupación Marco Económico Indo-Pacifico (IPEF, por su sigla inglesa, el comercio de EEUU con 13 economías regionales asiáticas) fue escamoteada en su rubro digitálico.

Fue notorio el lenguaje corporal de un Xi sonriente y un Biden muy tenso. Fuera de la reanudación de la comunicación militar entre las dos principales superpotencias geoeconómicas del planeta, al unísono del acuerdo sobre el muy elusivo "cambio climático" y la concesión de China sobre la prohibición de los precursores del fentanilo que está causando estragos en la juventud estadounidense, no se gestó ningún avance significativo concreto ni en el tema candente de Taiwán —donde EEUU no cedió en la venta de armas a la isla renegada, que el año entrante tendrá elecciones relevantes que pueden cambiar al régimen proestadunidense— ni sobre las deletéreas sanciones en la guerra de los chips de Washington contra Pekín.

Los resultados de la Cumbre son ampliamente reflejados por el luto generalizado de los multimedia de EEUU, con la notable excepción del New York Times, portavoz oficioso de los
Clinton/Obama/Biden/George Soros, que le dio mucho vuelo a la reunión de Xi con 300 empresarios de EEUU, y a la singular hermenéutica del veterano David E. Sanger, muy cercano a la Administración Biden y que cubre asuntos de seguridad nacional.

En la interpretación sui generis de Sanger, "por primera vez en años un líder chino necesitó desesperadamente algunas cosas de EEUU", en particular la "reanudación de las inversiones financieras de EEUU en China" y el "cese de los controles de exportación tecnológica en semiconductores e Inteligencia Artificial", cuando China atraviesa por la "etapa más ruda en quiebras, colapso de bienes raíces y pérdida de la confianza del consumidor en cuatro décadas".

El diario estadounidense acepta que hubo pocos logros y coloca en relieve la parte más exitosa de la visita de Xi —tildado de "dictador" por la cada vez más grave disociación cognitiva de Biden a sus casi 81 años de edad— en su reunión con la élite empresarial estadunidense, que lo ovacionó largamente de pie.

Igualmente, el rotativo monárquico globalista neoliberal Financial Times expone la ovación de pie de los empresarios estadunidenses, entre quienes se encontraban Elon Musk, de Tesla; Tim Cook, de Apple; Albert Bourla, de Pfizer; Larry Fink, de Black Rock, y Ray Dalio, de Bridgewater.

En efecto, los gigantes empresarios de EEUU no están invirtiendo como antes en China
—segunda superpotencia geoeconómica global, a punto de desbancar a EEUU con el Producto Interno Bruto (PIB) nominal, cuando ya Pekín lo superó con su PIB medido en poder adquisitivo (poder de paridad de compra)—, pero tampoco se salen en forma masiva, ya que no existen muchos países en el mundo con la capacidad de receptividad tecnológica de Pekín.

Se nota más entusiasta que los multimedia anglosajones al Global Times, rotativo oficioso del Partido Comunista chino, que califica a la cumbre de "estratégica, histórica y direccional": no habrán "logros expeditos o mejoría significativa en las relaciones" mientras "se conservan las tensiones a los niveles recientes y se previene un mayor deterioro".

Global Times cita al experto Lü Xiang, quien comentó que "EEUU está muy preocupado sobre la crisis en Ucrania y la crisis en curso en Gaza", cuando "necesita desesperadamente ayuda" y busca la mediación de China.

¿Apuesta China por la reelección de Biden, en lugar del hoy puntero favorito Donald Trump?
Sea lo que fuere, y si logros hubieren, estos durarán hasta el 5 de noviembre del 2024, cuando se sepa la identidad del próximo presidente de EEUU. La cumbre fue solamente una pausa.

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