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martes, 12 de noviembre de 2013

El incierto futuro del programa nuclear de Irán


Foto: EPA


El 12 de noviembre de 2013 concluye la gira que el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, realiza por Oriente Próximo. Ahora el jefe de la diplomacia estadounidense se encuentra en Qatar, procurando persuadir a las autoridades de los Emiratos Árabes Unidos, Qatar e Israel para que acepten el acuerdo preliminar logrado en Ginebra por el sexteto de mediadores de la ONU e Irán sobre el programa nuclear de la República Islámica.


Todos los participantes en las negociaciones se dan cuenta de que sin la voluntad política los avances en este asunto serán imposibles, mientras que el incumplimiento de los acuerdos preliminares, logrados en Ginebra acarrearía consecuencias catastróficas para todo Oriente Próximo.

Según informó el portavoz del Departamento de Estado, John Kerry está en contacto permanente con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien rechaza cualesquiera fórmulas de acuerdo que no estipulen un cese completo e inmediato del programa nuclear de Irán y el desmantelamiento de todas sus instalaciones nucleares.

Los avances logrados en la reunión de Ginebra ofrecen a Irán la perspectiva del levantamiento de las sanciones, mientras a la comunidad no le dan nada, opina Netanyahu. Irán mantiene intactas sus instalaciones nucleares. Es una mala fórmula de compromiso, e Israel jamás la aceptará, añadió:

—Israel y otros países del área rechazan de entrada los resultados de la reunión en Ginebra. Tel Aviv no tiene la obligación de observarlos y hará cuanto esté a su alcance para proteger el país y garantizar la seguridad de sus ciudadanos.

En Abu Dabi, John Kerry planteó que el acuerdo con Irán sería alcanzado “en los próximos meses”. A decir verdad, se desconocen los motivos de semejante optimismo. El pasado 9 de noviembre, Francia impidió la firma de un documento entre Irán y el grupo de mediadores internacionales 5+1 en las negociaciones celebradas en Ginebra. La postura irreconciliable de París dejó desconcertados a los mediadores de la ONU (China, EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania y Rusia) quienes la atribuyen a las presiones de Israel y Arabia Saudí, países que se oponen a la normalización de las relaciones entre Teherán y Washington.

Ora Kerry sabe algo que no saben otros, ora no tiene tiempo ni energías para mostrarse pesimista. Sus pronósticos son casi apocalípticos: desde golpes preventivos que Israel aseste contra Irán hasta el derrocamiento del moderado presidente Hasán Rouhaní, la fabricación de la bomba atómica iraní y una gran guerra en la región en un futuro no tan lejano.

Expertos rusos expresan opiniones dispares. Los pronósticos más lúgubres corresponden a Yevgueni Satanovski, presidente del Instituto de Oriente Próximo, quien afirma que la no suscripción del acuerdo socavará todo el sistema de control sobre las armas nucleares:

—Las supuestas armas nucleares en posesión de Irán podrían dar por enterrado el régimen de no proliferación nuclear. Desde mi punto de vista, este entierro no se hará esperar. Es decir, de los cuarenta Estados, tecnológicamente capaces de desarrollar armas nucleares, en los próximos quince o veinte años lo harían veinticinco o treinta. Serían arsenales pequeños con baja potencia de cargas, pero con alta probabilidad de ser empleadas en conflictos regionales. Y estas inquietudes no carecen de fundamento. Arabia Saudí ya puso en marcha su propio programa nuclear que estipula desplegar dieciséis reactores hacia 2030. Estos diez años últimos, la prensa occidental escribe que Pakistán (que ya posee su propia bomba atómica) está dispuesto a compartir con Arabia Saudí las tecnologías de fabricación de cargas nucleares a cambio de petróleo barato.

De momento, el presidente Hasán Rouhaní goza de cierta confianza, dijo en una entrevista exclusiva para La Voz de Rusia el director del Centro de Estudios Sociopolíticos, Vladímir Yevséiev. Pero esta confianza desaparecerá en caso de que el mandatario del país persa no llegue a un acuerdo con Occidente:

—Por lo visto, la confianza duraría alrededor de un año. Si durante este espacio de tiempo Rouhaní no consigue una mejora de las relaciones con Occidente, la anulación de las sanciones económicas, tendrá que hacer frente no solo a los conservadores, como el expresidente Ahmadinejad, sino también a los así llamados reformadores o moderados.

El propio Rouhaní también es conservador, pero el conservadurismo en Irán tiene muchos matices. Se ha de tener presente que se oponen a él una enérgica resistencia los dirigentes del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica y varias otras influyentes figuras.

La solución del problema nuclear iraní, desde luego, requerirá cierto tiempo, sostiene Vladímir Yevséiev.

Esta meta no se logra en dos o tres rondas de negociaciones, ya que el problema está demasiado anquilosado. Pero hemos de tener en cuenta que difícilmente volverá a presentarse una oportunidad como la actual. Más tarde, ya será imposible llegar a un acuerdo de avenencia por razones internas, opina el orientalista:

—De todas formas, la esperanza sí existe. Para impulsar las relaciones Irán-Occidente, se necesita una extraordinaria voluntad política. Es una condición sine qua non para mejorar las relaciones. Bajo la presidencia de Rouhaní es una meta factible de alcanzar, pero pasado un año, ya sería difícil.

Mientras tanto, la víspera, los responsables del programa nuclear iraní y expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) discutieron en Teherán aspectos técnicos de la reducción del programa nuclear iraní. Según opinan los analistas, sin la voluntad política, cualesquiera aspectos consensuados no reportarán resultados algunos.

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