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miércoles, 19 de agosto de 2015

Altar maya revela la llegada de un “nuevo orden mundial”

Un descubrimiento impactante e inesperado en Guatemala aporta información nueva e importante sobre la feroz rivalidad entre dos superpotencias durante el apogeo del Imperio Maya, hace unos 1,500 años.

Investigadores del sitio El Achiotal, en la región del Petén guatemalteco, encontraron un monumento de piedra fracturado que podría representar a un señor vasallo local (ajaw) designado por Siyaj K’ahk (“Fuego que nace” o “Nacido del fuego”), rey guerrero de Teotihuacán, poderoso centro político, militar, económico y cultural de la era prehispánica, localizado cerca de la actual Ciudad de México.

Las huestes de Siyaj K’ahk llegaron a las tierras bajas de Tikal en el 378 d.C. Depusieron a los gobernantes de aquella gran ciudad-estado y establecieron un nuevo orden político en todo el Imperio Maya, dejando un legado que aún debaten los eruditos modernos.

El Proyecto Arqueológico Regional La Corona, codirigido por Marcello Canuto, director del Instituto de Investigación Mesoamericana de la Universidad de Tulane y Tomás Barrientos, director del Departamento de Arqueología de la Universidad del Valle de Guatemala, anunció el descubrimiento durante una reciente conferencia de prensa en Guatemala.

Un hallazgo muy inesperado

Becario de Jóvenes Exploradores National Geographic y estudiante de posgrado en Tulane, Luke Auld-Thomas pensó que pasaría toda la temporada de excavaciones 2015 investigando uno de los edificios más antiguos de El Achiotal, construido en el periodo Preclásico Medio o Tardío (800 a.C.-250 d.C.), cuando las ciudades-estado mayas comenzaban a surgir en la región del Petén guatemalteco.

“Excavábamos unidades de prueba, buscando una escalera”, recuerda Auld-Thomas, “cuando un excavador que trabajaba en una unidad salió de un agujero que recién había cavado y nos dijo que había visto algo que parecía una estela”.

Las estelas son monumentos de piedra tallados, distintivos del periodo Clásico Tardío (250-950 d.C.).

“Muy sorprendidos, fuimos a dar un vistazo y nos encontramos con el rostro de un rey que nos miraba directamente”, prosigue Auld-Thomas. “Los antiguos mayas lo habían situado con mucho cuidado para que asomara por la puerta, como una pieza de museo en un escaparate”.

“Jamás imaginamos que hallaríamos una estela”, agrega Canuto, quien comenzó a investigar el sitio, en 2009, con una beca de la Sociedad National Geographic/Waitt y consideraba que El Achiotal data, eminentemente, del periodo Preclásico Tardío (400 a.C.-250.d.C.).

Un “nuevo orden mundial” maya

Al proseguir con la excavación, los arqueólogos descubrieron dos fragmentos de estela que componen la parte superior e inferior de un monumento, el cual fue retirado de su ubicación original –probablemente del frente de un templo- y colocado en un pequeño altar rodeado con ofrendas de cerámica, pedernales y huesos humanos. El fragmento superior de la estela contiene la imagen parcial de un hombre que sostiene un cetro de serpiente, símbolo tradicional del rey.

David Stuart, epigrafista maya de la Universidad de Texas en Austin, viajó a El Achiotal para descifrar los jeroglíficos de la parte posterior de la estela. Averiguó que fue erigida para conmemorar el 40 aniversario de un ajaw, pero como la estela está incompleta, no pudo identificar su nombre ni el de su líder.

La estela también tenía inscrita una fecha, pero esa lectura fue “uno de los trabajos de traducción más difíciles en los que he participado”, confiesa Stuart. “Los escribas fueron muy taimados y inscribieron uno de los elementos de la fecha de manera súper ambigua”.

Dicho aniversario podría estar relacionado con una de cuatro fechas posibles y la interpretación más conservadora de Stuart –con la que se siente más cómodo- apunta a noviembre 22, 418 d.C.

Cuando Canuto y Stuart retrocedieron 40 años desde 418 d.C., se percataron de que ese aniversario podría marcar un acontecimiento en 378 d.C.: el año funesto en que Siyaj K’ahk’ llegó a la región procedente del Valle de México, instauró un nuevo liderazgo en Tikal bajo sus órdenes, y emprendió la serie de cambios en el sistema político maya que los eruditos aún intentan comprender.

“Es como leer un documento que conmemora un acontecimiento ocurrido 40 años después de 1776 [año de la Declaración de Independencia de Estados Unidos]”, comenta Canuto. “Es un año que todos [los estadounidenses] recordarían”.

“Sabemos que cuando Siyaj K’ahk’ apareció en el escenario de Tikal comenzó a instalar reyes vasallos en toda la región”, explica Stuart. “Pero no teníamos idea de que El Achiotal quedó atrapado en el nuevo orden mundial”.
Los fragmentos de piedra se encontraban en un altar, donde fueron venerados por varias generaciones.
Foto: Luke-Auld Thomas


Venerado durante siglos en territorio enemigo

Los investigadores están particularmente impresionados por el hecho de que, a juzgar por las ofrendas del altar, los fragmentos de estela que representan al señor vasallo de Tikal fueron venerados hasta alrededor de 600 o 650 d.C. Eso abarca no solo varias generaciones posteriores a la época en que El Achiotal fue abandonado (a mediados o fines del siglo V d.C., según los arqueólogos) sino también el periodo en que la región estuvo bajo la influencia del archirrival de Tikal, la ciudad-estado de Calakmul.

A partir del siglo VI d.C. y hasta concluir el periodo Clásico (fines del siglo IX d.C.-principios del siglo X d.C.), esas dos grandes “superpotencias” mayas libraron batallas campales y pequeños conflictos “por poderes” a través de sus ciudades vasallas, algo que los historiadores describen como una “Guerra Fría” de la antigüedad. Para continuar con la metáfora, digamos que venerar a un vasallo de Tikal en un área controlada por Calakmul sería como si los estadounidenses del siglo XX llevaran ofrendas a un busto de Lenin.

Regreso a El Achiotal

Si bien el inesperado hallazgo cambió su planes para esta temporada de campo, Auld-Thomas espera regresar, el próximo año, a continuar su investigación en el edificio Preclásico de El Achiotal.

Al parecer, el altar del periodo Clásico sella la escalera que el arqueólogo buscaba originalmente. Sin embargo, la presencia del altar, así como de cámaras mortuorias que saqueadores dejaron expuestas en décadas pasadas, le hacen suponer que el edificio tiene una importancia particular.

“Siempre que me alejo de todo esto, me llevo más preguntas que respuestas. Así que, definitivamente, me siento ansioso por regresar al sitio”, dice Auld-Thomas y agrega, bromeando: “Tal vez descubra un templo de Quetzalcóatl o alguna otra cosa que cause todavía más confusión”.

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