Hace justo una semana, antes del bombardeo estadounidense sobre Siria, le contaba que poderosos intereses de un grupo muy pequeño detrás de los gobernantes visibles que todos conocemos (leer aquí para mayores detalles), está más que interesado en sabotear cualquier posible acercamiento entre Washington y Moscú.
La razón es que dos súper potencias nucleares de mayoría cristiana, juntas, serían invencibles y trabajarían para asegurar la sobrevivencia de la cultura occidental y de uno de sus valores fundamentales: la libertad.
Ésta que debería ser una aspiración universal, se vuelve un obstáculo para aquel grupúsculo que aspira a la dominación del mundo y al sometimiento de todos los demás.
Y es que nadie que sea sometido puede ser o sentirse libre, como tampoco nadie que busque imponer su voluntad puede decirse defensor de la libertad.
Así que para que EU y Rusia fueran socios, haría falta que el gobierno del primero hiciera de lado toda política intervencionista en el exterior, y se limitara a defender a su país y a sus aliados de auténticas amenazas comunes, como el yihadismo (el mayor peligro para nuestra civilización).
Esto último por cierto, es en lo que ha insistido Moscú y lo Trump dijo que haría al llegar al poder.
Pues bien, dado que una unión ruso-americana traería los beneficios que le digo, se vuelve un estorbo para la política de la élite dominante en las sombras, cuyos tentáculos, alcanzan por supuesto la industria armamentística estadounidense, la energética y los grandes medios de comunicación.
No es casual pues que Trump haya sido objetivo directo de ataque frontal de dicha élite desde el primer día de su gobierno, y que lo arrastraran a un peligroso y humillante terreno de derrotas y frustraciones, que de continuar, pondrían en peligro su propia permanencia en el cargo. Eso sin embargo, ha quedado atrás.
La simbólica remoción de Steve Bannon –uno de los asesores más cercanos a Trump- del Consejo de Seguridad Nacional, sumado al bombardeo de Siria de la semana pasada, son evidencia clarísima de que el presidente estadounidense ha entendido los ‘mensajes sicilianos’ del poder en las sombras y capitulado ante ellos.
Por eso sin una investigación de por medio y sin pruebas inequívocas de que el gobierno sirio atacó con armas químicas a su propio pueblo en Idlib, Trump decidió que el culpable fue el presidente Assad.
No es aventurado anticipar que gracias a su nueva obediencia, quedarán atrás algunas de las investigaciones en contra de altos funcionarios de su gobierno, y que cesarán o disminuirán los ataques contra él en los medios de comunicación predominantes. Así, como por arte de magia, pasará de ser pintado como ‘un peligro para EU’, a un ‘patriota’, defensor de la ‘libertad’, de la ‘democracia’ y de los pueblos oprimidos. Puro cuento.
No es casual que el presidente ruso, Vladimir Putin, haya adelantado que habrá más ataques de ‘falsa bandera’ como el de Idlib, que no tendrán otra intención que la de culpar al régimen de Bashar al-Assad, para con ello, tener la coartada perfecta para volverlo a atacar hasta derrocarlo.
Eliminar a Assad es crucial para que empresas energéticas estadounidenses y sus aliados, Arabia Saudita y Qatar (países que además han armado y financiado a los rebeldes sirios y al Estado Islámico, ISIS), puedan construir un ducto de petróleo y gas hacia Europa que atraviese ese país, y al que Assad se ha opuesto con respaldo de Rusia (ver gráfico cortesía de oil-price.net), que aprueba un ducto alterno desde Irán.
Moscú pues, no puede echarse para atrás: si Trump necea en tumbar a Assad, el peligro de guerra abierta EU-Rusia aumenta enormemente.
Si a esto agrega que parece inminente la apertura de otro frente en Corea del Norte, sobre el que podría recaer un intenso bombardeo americano en las próximas semanas como represalia por las amenazas de su líder Kim Jong-un de atacar con misiles nucleares a EU, el escenario global pinta para una posible inestabilidad prolongada por la guerra.
Aún no es tarde para calmar los ánimos, pero con el reciente sometimiento de Trump al Establishment, los peores escenarios –como el de una Guerra Mundial- son más que posibles. Hagamos votos para que eso no vuelva a pasar.
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