El mundo está enfrentando hoy un conjunto de amenazas sin precedentes. La situación actual, agravada por la pandemia de coronavirus, está generando una sensación de privación e injusticia en muchas personas, provocando desconfianza respecto a las autoridades y fortaleciendo a los actores no estatales, advierte el analista ruso Nikolái Plótnikov.
Actores no estatales más fuertes
Los actores no estatales, principalmente las organizaciones terroristas, están intensificando sus actividades. Su aparición es el resultado de la destrucción del Estado, señala el también doctor en ciencias políticas.
Según el analista, las organizaciones terroristas modernas ya no son pequeños grupos de personas mal armadas. Son estructuras bien organizadas con amplias conexiones e ingresos multimillonarios. Buscan constantemente nuevas formas, métodos y técnicas que les permitan realizar ataques a gran escala que provoquen resonancia.
El ISIS (proscrito en Rusia u otros países) se está adaptando a las nuevas condiciones tras sus derrotas en Oriente Medio y está trasladando sus esfuerzos a otros países, abarcando una vasta región desde África hasta Asia.
Otros actores no estatales, según Plótnikov, también contribuyen a destruir la gobernabilidad: grupos tribales y étnicos, así como grupos organizados implicados en el tráfico de drogas, armas y personas.
Al mismo tiempo, la amenaza también la representan las estructuras como las fundaciones Soros, Rothschild y Rockefeller, el imperio empresarial de Bill Gates y redes sociales como Twitter, Facebook y YouTube, que pueden influir en los procesos globales, opina.
Guerras comerciales y sanciones económicas
Las guerras comerciales y las sanciones económicas se han convertido en la norma en el ámbito económico.
Están lideradas por Estados Unidos y sus aliados en la OTAN también las sufren. Un buen ejemplo son las sanciones al proyecto Nord Stream 2, que afectan a los intereses de las empresas europeas.
Agotamiento de los recursos
En el ámbito energético, hay escasez de recursos y una creciente vulnerabilidad de las rutas de suministro de hidrocarburos desde los países productores a los consumidores, señala el autor del artículo.
Según diversas estimaciones basadas en el nivel actual de consumo, las reservas de petróleo solo serán suficientes para los próximos 45 o 50 años, mientras que el carbón y el gas natural, para 60 o 70 años.
La sobreexplotación de los recursos naturales está generando una enorme escasez. Aproximadamente la mitad de los bosques que antes cubrían la Tierra fueron talados, dice Plótnikov.
El aumento de la deforestación está provocando un incremento anual de las emisiones de gases de efecto invernadero de entre un 12 y un 17%. Según la OMS, 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire con altos niveles de contaminantes y 7 millones de personas mueren anualmente a causa del aire contaminado.
Además, existe la amenaza de que en los próximos 100 años, la Tierra se quede sin fósforo.
Hay también una creciente escasez de agua potable en todo el mundo. Una de cada cuatro de las 500 ciudades más grandes del mundo sufre "estrés hídrico".
La lucha por los recursos provoca cambios de esferas de influencia y guerras. En los últimos 60 años, el 40% de las guerras civiles se han librado por los recursos, advierte el analista.
Escasez de alimentos
Desde 2014, se ha producido un aumento constante del número de personas que sufren hambre. Antes de la pandemia de coronavirus, 690 millones de personas en todo el mundo padecían hambre. En 2030, su número superará los 840 millones, pronostica Plótnikov. Esto se refiere sobre todo a las regiones donde hay guerras civiles y desastres climáticos.
Para el autor, la pandemia aumenta el riesgo de una subida mundial de los precios de los alimentos. Alrededor del 60% de los habitantes de África y el sur de Asia no pueden permitirse comer alimentos saludables. El mundo está al borde de una crisis alimentaria global, asegura.
Desafíos humanitarios
El mundo también se enfrenta a crecientes disparidades demográficas y a una migración a gran escala. La población mundial está creciendo, pero no de manera uniforme en todas partes. En los países desarrollados, se está ralentizando mientras aumenta la proporción de personas en edad de jubilación. Y los países más pobres experimentan un crecimiento de la población con una proporción cada vez mayor de jóvenes.
Esto, y la falta de empleo, ha creado un terreno fértil para la radicalización de los jóvenes, que aprovechan los terroristas, y para la migración de un gran número de personas.
Ciberamenazas
Las tecnologías de la información se están introduciendo en todos los ámbitos de la vida: economía, industria, educación, sanidad, cultura, servicios, etc. La interrupción de cualquiera de ellos puede tener consecuencias desastrosas, escribe Plótnikov.
"El uso de las ciberarmas para lograr objetivos políticos y militares específicos se ha convertido en una realidad cotidiana. No requiere una declaración de guerra ni una ruptura de las fronteras estatales. Puede utilizarse en la vida cotidiana, causando graves daños materiales y de reputación al enemigo".
¿Qué soluciones hay?
Para evitar que el mundo caiga en picada, es necesario consolidarse para poner fin a las guerras civiles, la violencia y la imposición de numerosas sanciones, opina el analista.
Según Plótnikov, en primer lugar, hay que abordar los problemas de la alimentación y el agua, tomar medidas específicas contra la pobreza y proteger el medio ambiente.
Al mismo tiempo, hace falta restablecer la fe de la población en el derecho internacional y en el Estado, lo que reduciría el nivel de radicalización en los países pobres y estabilizaría la situación migratoria en el mundo.