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viernes, 18 de octubre de 2013

Ganadores y perdedores del cierre del gobierno en Estados Unidos



El Congreso de EEUU aprobó este miércoles un acuerdo que reabre el Gobierno y resuelve la crisis política que amenazaba con llevar al país a la suspensión de pagos. Pero la batalla de los últimos 16 días deja un rosario de ganadores y perdedores que merece la pena analizar.

GANADORES

Barack Obama. El presidente anunció desde el principio que no entraría en el juego de los republicanos y cerró la crisis sin negociar. Al contrario que en el verano de 2011, Obama se quedó al margen de las conversaciones y dejó el asunto en manos de los líderes del Capitolio. Una estrategia que podría haber empujado al país a la suspensión de pagos pero que al final le ha salido bien. La Casa Blanca no estaba dispuesta a derogar o demorar la entrada en vigor de la reforma sanitaria impulsada por el presidente y aprobada por las dos cámaras en marzo de 2010. Tampoco estaba por la labor de aceptar otros recortes del Estado del Bienestar. Aun así se podría decir que el de Obama es un triunfo agridulce: el acuerdo es un parche que augura otra crisis en apenas cuatro meses y sigue siendo rehén de unos republicanos que no están dispuestos a pactar.

Harry Reid y Mitch McConnell. Nadie daba un centavo por que fueran los artífices del pacto. Pero los líderes de ambos partidos en el Senado dejaron a un lado sus diferencias personales y llegaron a un acuerdo que asegura el fin del cierre del Gobierno y aleja el fantasma de la recesión. Ambos llegaron al Capitolio en los años de Reagan y se podría decir que son una reliquia de un Washington que ya no existe. Menos crispado y menos marcado por la polarización. A McConnell le tocó el papel más difícil: convencer a la derecha republicana de que era mejor tirar la toalla que seguir insistiendo en unas demandas imposibles de aprobar. Lo logró por el respaldo de senadores moderados como John McCain o Susan Collins. Pero sobre todo por el temor a los sondeos, que reflejan un fuerte descontento de la población.

Chris Christie. El gobernador de Nueva Jersey es el único republicano que ha salido indemne de la crisis. Estar lejos de Washington tiene sus ventajas. Sobre todo a la luz de su probable carrera por la Casa Blanca en 2016. Christie será reelegido a principios de noviembre por una mayoría aplastante en un estado que suele votar por el candidato demócrata en las elecciones presidenciales. Un signo que lo convierte en uno de los favoritos de las primarias republicanas de 2016. Su gran baza es que muchos de sus adversarios son congresistas como Marco Rubio, Ted Cruz o Rand Paul. Pero gobernadores como Scott Walker o Bobby Jindal pueden lanzar un mensaje similar.

Ted Cruz. El tejano ni siquiera lleva un año en el Senado. Pero su oratoria incendiaria le ha convertido en el líder indiscutible de la derecha republicana, que admira su voluntad para plantar cara a la Casa Blanca. Fue Cruz quien propició el bloqueo político que ha sufrido Washington planteando la crisis fiscal como una oportunidad para acabar con la reforma sanitaria del presidente. Su campaña despertó los recelos de sus colegas del Senado. Pero generó un entusiasmo arrollador entre los miembros más conservadores de la Cámara de Representantes, que forzaron el cierre del Gobierno azuzados por influyentes grupos como la Heritage Foundation. Hay quien dice que el senador tejano es una estrella efímera que se irá apagando en los próximos meses. Pero por ahora es un héroe para los activistas del Tea Party y ya lidera algunos sondeos de las presidenciales de 2016.

PERDEDORES

Ted Cruz. La crisis fiscal ha potenciado el perfil del senador tejano entre sus correligionarios. Pero lo ha convertido en un villano para los demócratas y para los votantes independientes. Sobre todo para los cientos de miles de empleados públicos que se han quedado sin sueldo durante dos semanas por una cruzada ideológica que los republicanos no podían vencer. Cruz y sus aliados en la Cámara de Representantes forzaron el cierre del Gobierno para derogar o demorar la entrada en vigor de la reforma sanitaria y no han logrado ninguna de las dos cosas. La suya era una lucha estéril antes de empezar. Muchos de sus colegas no perdonan al senador tejano que les haya metido en este lío para nada y uno de los diarios de Texas dijo el miércoles que no le volvería a apoyar.

John Boehner. Nadie ha salido peor parado de la crisis que el presidente republicano de la Cámara de Representantes, incapaz de enfrentarse al ala más conservadora de su partido y más preocupado por su supervivencia que por el futuro del país. Boehner no es un activista del Tea Party sino un republicano de la vieja escuela. Por eso muchos observadores creían que apartaría a su partido del precipicio mucho antes de este momento. En sus manos estaba terminar con el cierre del Gobierno desde el primer día con los votos de los demócratas y de los republicanos más moderados. Pero optó por adoptar la estrategia de sus congresistas más radicales e infligió a la economía un daño que Standard & Poor's cifra en unos 24.000 millones de dólares: una cifra que basta para financiar durante dos años las escuelas del país. Por ahora ha logrado conservar el cargo. Pero dos tercios de los republicanos de la Cámara de Representantes votaron en contra del acuerdo. Una cifra que refleja el cambio que ha sufrido el partido desde el estallido de la revuelta del Tea Party.

Los congresistas republicanos. La derecha republicana del Capitolio es la responsable del bloqueo legislativo para la inmensa mayoría de la opinión pública. Pero a la mayoría de sus miembros no les interesa la opinión pública sino lo que piensan los electores de sus circunscripciones, que suelen ser mucho más conservadores que la población en general. Los distritos electorales de la Cámara de Representantes los rediseñaron los republicanos a su medida después de los comicios de 2010. Muchos son lugares donde los congresistas ganan con un 60% o un 70% de los votos y donde la amenaza no es un adversario demócrata sino la posibilidad de que aparezca un rival republicano más conservador. Su deriva radical les ayuda a seguir en el Capitolio. Pero a la vez complica los objetivos del partido a medio plazo: recobrar el control del Senado en 2014 y llegar a la Casa Blanca en 2016.

Marco Rubio y Rand Paul. Ambos son senadores con aspiraciones presidenciales y ambos han mantenido un perfil bajo durante la crisis. Eran conscientes de que no les convenía denunciar la maniobra de Ted Cruz para no perder el apoyo de los grupos más conservadores. Pero tampoco han querido aparecer de la mano de su colega para no ahuyentar a posibles votantes moderados en una posible carrera por la Casa Blanca. Tanto Paul como Rubio votaron en contra del acuerdo. Pero a ninguno le convenía la virulencia de la crisis. Al primero porque apuesta por mantener un perfil más moderado que el de su padre y al segundo porque su gran baza es la aprobación de la reforma migratoria, estancada desde hace unos meses en la Cámara de Representantes.

Fuente: El Mundo

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