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viernes, 24 de noviembre de 2023

Desdolarización de los BRICS vs. dolarización de Milei en Argentina

Rusia y China detectaron que la verdadera fortaleza de EEUU no eran sus armas nucleares ni su economía, sino su omnipotente dólar que ha declinado a nivel comercial pero que aún domina impávidamente el mundo de las finanzas globales.

A contracorriente global, el nuevo presidente argentino Milei ha optado por experimentar con la anacrónica dolarización.

Desde 2009, un servidor había emitido la hipótesis de la creación de una "divisa BRIC (sin S de Sudáfrica, en ese momento)" para suplir al agónico dólar.

El conflicto en Ucrania patrocinado por EEUU contra Rusia y su panoplia de sanciones deletéreas fracturaron a la biosfera y agudizaron la desdolarización en curso. Es mi hipótesis que el "fin de la globalización" es correlato de la desdolarización cuando Larry Fink, mandamás de Black Rock, —el banco más poderoso del mundo con alrededor de 10 billones de dólares en "activos bajo gestión (assets under management)"— sentencia el "fin de la globalización debido al conflicto en Ucrania", lo cual desnuda que el pernicioso modelo plutocrático de la globalización es impuesto por la fuerza de las armas.

De hecho, el muy publicitado nearshoring por BlackRock refleja el retraimiento económico y financiero de EEUU y la aceleración de la desdolarización.

A mi juicio, existen tres tipos de desdolarizaciones:

1.La desdolarización comercial a corto plazo (desdolarización soft): donde se ha acentuado un declive de los intercambios comerciales con el dólar;

2.La "desdolarización paradójica": cuando se produce simultáneamente una revaluación del dólar —como "divisa de pagos" y no de "reserva" en valores financieros (securities), usado muchas veces de "arma financiera" de castigo a sus enemigos, con su corolario de fuga de capitales, como sucede con muchas divisas de los mercados emergentes y;

3.La "desdolarización financiera" a mediano y largo plazo (desdolarización hard): pérdida del estatuto del dólar como "divisa de reserva". No se ve para nada sencilla cuando EEUU controla toda la mecánica financiera global.

Vale la pena explayar la desdolarización financiera (hard): cuando el Instituto de inversiones Wells Fargo, del quinto banco más poderoso de EEUU, considera al dólar consubstancial a la "plomería de las finanzas globales" debido a que involucra un 90% de más de 7.5 billones de dólares de los intercambios cotidianos de divisas foráneas (Forex). ¡No hay Forex sin SWIFT ni viceversa!.

El Swift epitomiza la omnipotencia del dólar como "divisa de reserva" debido a su multitud de transacciones con sus múltiples brazos financieros de pulpo.

De las tres desdolarizaciones, la soft (comercial) va viento en popa, mientras la hard (financiera) –el aniquilamiento del dólar como "divisa de reserva"– tomará mayor tiempo, mientras el mundo se encamina a un "condominio de divisas de reserva".

El canciller ruso Serguéi Lavrov asentó en forma magnánima no tener ninguna animadversión contra el dólar per se, quizá a sabiendas de la inevitabilidad de la multipolaridad y su corolario de la desdolarización: "No estamos obviamente desarrollando nuestra línea contra EEUU, contra Occidente, no es que queramos arruinar al dólar. EEUU no asegura más el papel global del dólar que satisfaga a todos. Ese es el problema". Agregó que ninguna de las llamadas "divisas de reserva" –euro, yen nipón y el dólar– son confiables".

A juicio del exasesor financiero del Pentágono James Rickards, la "militarización del dólar" mediante el uso de sanciones contribuyó a la revuelta en la granja de los BRICS, lo que desembocará en tres estadios:

1.Potencia diluida de las sanciones;
2.Costos invisibles impuestos a EEUU;
3.Colapso eventual de la confianza en el dólar mismo.

Los dos primeros ya fueron alcanzados y ahora se encuentra peligrosamente cercano al tercer estadio. Rickards adelanta que tal divisa de los "BRICS +" estará apuntalada por una "canasta de materias primas (commodities)" que incluye al petróleo, trigo, cobre y otros bienes esenciales comerciados globalmente en cantidades específicas.

La dolarización anti-soberanista es un tema añejo de los fracasados globalistas neoliberales, el argentino Cavallo y el antimexicano zedillista Guillermo Ortiz Martínez, cuando solamente EEUU la pudo anclar en Latinoamérica, en Ecuador (2000), narcoestado de la bancocracia globalista, El Salvador(2001) y el paraíso fiscal de Panamá(1904).

El triunfo tragicómico de Javier Milei en Argentina busca un acto de mágico escapismo mediante la anacrónica dolarización, su salida de los BRICS y su ruptura comercial con China (su segundo socio comercial y miembro de los BRICS) y su fuga del Mercosur, donde brilla intensamente Brasil (su principal socio comercial y miembro de los BRICS).

Más allá de su estrambótica propuesta de bursatilizar los órganos (sic), con un Congreso en su contra, Milei sostiene que para re-enderezar la endémica crisis económica de Argentina, con una inflación del 142% y una descomunal devaluación acumulada, ha anunciado cerrar el Banco Central —se recuerda que es el emisor soberano de la divisa argentina— y optar por la anacrónica dolarización que es su propuesta más emblemática.

Claudio Loser, exdirector del FMI para Latinoamérica, enuncia que "para hacer una dolarización ordenada hace falta tener una cantidad de dólares suficientes, para reemplazar los pesos existentes y para dolarizar el sistema financiero".

La BBC de Londres comenta que el "propio Milei estimó durante la campaña que eso costaría unos 35,000 millones de dólares, que a su juicio podrían cubrirse usando las reservas y bonos que posee el Banco Central".

Ahora Argentina tiene que renegociar un adeudo por 44,000 millones de dólares con el FMI que lo obligará a adoptar la clásica "terapia de choque" punitiva cuando prácticamente el Banco Central carece de reservas. Hoy la dolarización de Milei parece un espejismo, para no decir una de sus tantas alucinaciones compulsivas, frente al realismo de la desdolarización que impulsan en forma gradual los BRICS-11.

La dolarización de Panamá y Ecuador no les resolvió su ingobernabilidad, ni sus altas tasas de criminalidad, ni su descomposición social.

La dolarización no es una panacea, mucho menos para un país como Argentina que padece múltiples desafíos que van más allá del reduccionismo economicista antiinflacionario.

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