El asunto del cambio cíclico de la Tierra puede notarse en textos esotéricos como los de la fundadora de la Teosofía, Helena Petrovna Blavatsky, quien siguiendo la tradición hindú comentó que existen en la historia del mundo periodos de gran silencio donde todo desaparece. “Mahâ Pralaya” es el tiempo de la “Gran Disolución”:
“Ni aun la Filosofía Esotérica puede pretender conocer, excepto por deducciones de analogía, lo que tuvo lugar antes de la reaparición de nuestro Sistema Solar, y antes del último Mahâ Pralaya. Pero enseña claramente que, después del primer disturbio geológico del eje de la Tierra, que terminó con la sumersión en el fondo de los mares de todo el Segundo Continente con sus razas primitivas -de cuyos sucesivos Continentes o “Tierras” fue la Atlántida, el cuarto-, tuvo lugar otro disturbio ocasionado por la vuelta del eje a su anterior grado de inclinación de un modo tan rápido como lo había cambiado: cuando la Tierra fue verdaderamente de nuevo sacada de las aguas (abajo lo mismo que arriba, y viceversa).
(La doctrina secreta, vol. II, sección VII)
Y en otro lugar:
El cataclismo que destruyó el enorme Continente, del cual es la Australia la reliquia mayor, fue debido a una serie de convulsiones subterráneas, y a la ruptura del lecho de los mares. El que destruyó a su sucesor, el Cuarto Continente, fue ocasionado por disturbios sucesivos de la rotación del eje. Principió durante los primeros períodos Terciarios, y continuando durante largas edades, se llevó sucesivamente los últimos vestigios de la Atlántida, con la excepción, quizás, de Ceilán y una pequeña parte de lo que es ahora el África. Cambió él la faz del globo, sin que haya quedado memoria alguna de sus florecientes continentes e islas, de su civilización y ciencias, en los anales de la historia, excepto en los Anales Sagrados del Oriente.
Por esto niega la Ciencia Moderna la existencia de la Atlántida. Niega ella hasta todo cambio violento del eje de la Tierra y quisiera atribuir el cambio de climas a otras causas. Pero esta cuestión continúa en pie. Si el Dr. Croll afirma que todas esas alteraciones pueden explicarse por los efectos de la nutación y de la precesión de los equinoccios, hay otros, tales como Sir Henry James y Sir John Lubbock (183), que están más inclinados a aceptar la idea de que son debidas a un cambio en la posición del eje de rotación. En contra de esto están a su vez la mayoría de los Astrónomos. Esto no obstante, ¿qué es lo que han dejado siempre de negar y de combatir, sólo para aceptarlo más tarde, cuando la hipótesis se ha convertido en un hecho innegable?
(La doctrina secreta, vol. III, estancia XI)
Finalmente:
Que los mundos y también las razas o especies son destruidos periódicamente por el fuego (volcanes y terremotos) y el agua, por turno, y se renuevan periódicamente, es una doctrina tan vieja como el hombre. Manu, Hermes, los caldeos, la antigüedad toda, creían en esto. Por dos veces ha cambiado ya por el fuego la faz del Globo, y dos por el agua, desde que el hombre apareció en ella. Así como la tierra necesita reposo y renovación, nuevas fuerzas y un cambio de su suelo, lo mismo sucede con el agua. De aquí se origina una nueva distribución periódica de la tierra y del agua, cambio de climas, etc., acarreado todo por revoluciones geológicas, y terminando por un cambio final en el eje de la tierra. Los astrónomos pueden encogerse de hombros ante la idea de un cambio periódico en el eje del Globo, y reírse de la conversación que se lee en el Libro de Enoch, entre Noé y su “abuelo” Enoch; la alegoría es, sin embargo, un hecho astronómico y geológico. Existe un cambio secular en la inclinación del eje de la Tierra, y su época determinada se halla registrada en uno de los grandes Ciclos Secretos. Lo mismo que en muchas otras cuestiones, la Ciencia marcha gradualmente hacia nuestro modo de pensar.
(La doctrina secreta, vol. IV, sección VII)
Claro que, para no faltar a toda la verdad, la Blavatsky pensaba en un cambio de eje sobre la elíptica, lo cual se aleja de la mera idea del deslizamiento de la corteza y nos fastidia un poco la analogía. Pero así son los filtros de la sabiduría esotérica, a veces se traspapela información exclusivamente reservada al futuro, como la teoría de placas, desconocida por entonces…
…una Estancia que dice:
A la conclusión de cada cuarenta Soles (anuales), al final de cada catorce Días, el doble se convierte en cuatro; macho y hembra en uno, en el primero y segundo y el tercero…
Esto es claro, puesto que cada “Sol” significaba todo un año, el cual se componía entonces de un Día, así como en el Círculo Ártico se compone ahora de seis meses. Según la enseñanza antigua, el eje de la Tierra cambia gradualmente su inclinación con la eclíptica, y en el período a que esto se refiere, era tal la inclinación, que un día polar duraba todo el período de la revolución de la tierra alrededor del Sol, mediando una especie de crepúsculo de muy poca duración; después del cual, la tierra polar volvía a tomar su posición directamente bajo los rayos del Sol. Esto puede ser contrario a la Astronomía según se enseña y se comprende ahora; pero ¿quién puede decir que no ocurriesen, hace millones de años, cambios en el movimiento de la Tierra que no ocurren actualmente?
(La doctrina secreta, vol. III, estancia XI)