Su acercamiento a Moscú tras las disculpas por el derribo del Sukhoi-24 ruso y el consiguiente encarcelamiento de los pilotos turcos que lo derribaron, responde al quebranto económico tras el corte de las relaciones económicas y comerciales con la Federación Rusa.
La caída vertiginosa del turismo y de las importaciones rusas han hecho mella de forma grave en las finanzas turcas. Pero no ha sido lo único. También responde a la necesidad que tiene de desarrollar el programa nuclear de Akkuyu, en la costa mediterránea, y a la construcción del gaseoducto Tuskish Stream, capaz de transportar 63.000 millones de metros cúbicos anuales, para cobrar sus gabelas por el paso de la energía rusa hacia Europa. Turquía obtenía, hasta hace poco, el 55% de sus requerimientos de gas y la tercera parte de los de petróleo vía Rusia. Las pérdidas turcas por la ruptura de relaciones superan, con mucho, los diez mil millones de dólares según cálculos conservadores. También las empresas constructoras turcas llevaron adelante proyectos muy importantes en la capital rusa: La compañía Enka renovó el edificio de la Duma Estatal, mientras que Renaissance Construction construyó la oficina principal de Gazprom en San Petersburgo.
Ankara, ahora, cumple con las condiciones impuestas por Putin, expresadas por el secretario de prensa del Kremlin, Dmitri Peskov: pedir perdón, compensar los daños y el castigo de los pilotos culpables. A partir de ahí, se reanudan los proyectos conjuntos y una amistad impuesta por la vecindad.
¿Un truco para obtener ventajas?
Pero no es la única ocasión en que diversos sátrapas, como el extinto sha Reza Pahlevi, orquestan un acercamiento a Moscú para obtener ventajas de Occidente. Erdogan tiene prisa, no está contento con el retraso de eliminar los visados a los turcos que la Unión Europea había prometido para el pasado mes de junio sin cumplir su palabra tras sucesivas demoras. El europeísmo de su exprimer ministro Davotoglu acabó con su destitución al fallar el chantaje de los refugiados sirios e iraquíes sobre Berlín. Todavía algunos analistas sospechan que el acercamiento a Putin es una medida de presión más de Erdogan para obtener nuevas concesiones de la Unión Europea. El hecho es que la diplomacia de estados Unidos ha dado la bienvenida a la reanudación de relaciones entre ambos países.
Un pasado conflictivo
Han existido contenciosos anteriores entre Ankara y Moscú. La guerra del Cáucaso puso en difícil situación al gobierno turco, dados sus estrechos vínculos económicos con Georgia. El ejército georgiano había sido entrenado y equipado por los turcos. Como miembro de la OTAN, Turquía apoyó a Georgia que, en agosto de 2008, ataca la región separatista y pro-rusa de Osetia del Sur. Los rusos intervienen en defensa de los osetios, y ocupan varias ciudades de Georgia como Gori y el puerto de Poti. Ankara se ofreció a Rusia como mediador en el área para solventar los problemas del Cáucaso, sabiendo que el Kremlin no pensaba negociar con el presidente de Georgia, Mijail Saakashvili. Esos antecedentes y el enfrentamiento por Siria no han impedido que, nuevamente, rusos y turcos se sienten en la misma mesa.
Las prisas de Erdogan
Erogan ha tenido una carrera fulgurante, dos años después de crear su partido fue primer ministro, ahora es presidente y sueña con borrar la herencia laica y occidentalista de Mustafá Kemal Al Ataturk y volver al pasado imperial de los otomanos. Ataturk aceptó la mdernización y la occidentalización como vías de desarrollo de su país. Erdogan se queda exclusivamente con la primera y rechaza la segunda. Ahora vuelve su mirada hacia oriente, se entrevista con Vladimir Putin en el antiguo Leningrado, hoy San Petersburgo, y se anuncia la visita del ministro iraní de Exteriores a Ankara. A la vez, retoma la relación con Israel y olvida el incidente, en mayo de 2010, en que murieron varios turcos de la flotilla de ayuda a Gaza.
El contencioso pendiente
Queda Siria, donde Turquía ha sido muy activa en el apoyo logístico, transporte y armamento, a los grupos takfiríes que pretendían derrocar al presidente Al Assad. También las denunciadas, en su momento, compras de petróleo robado en Siria e Irak que denunciaron los satélites rusos acusando directamente al hijo de Erdogan de beneficiarse de ese comercio. Allí, el presidente turco tendrá que dar un giro de 180 grados en su política, lo que debilitará su alianza de hecho con la Casa de Saud, también sustentadora de los grupos terroristas takfiríes, con un importante déficit democrático y su sorprendente e injusta presidencia de la sección de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas. Es el lobo cuidando a las ovejas.
Erdogan y El Servicio, sueños otomanos
El presidente turco Erdogan lleva en el poder trece años. Gobierna al frente del Partido de la Justicia y el Desarrollo, creado dos años antes de ganar las elecciones.
Dos datos para el perfil de este descendiente de emigrantes georgianos. Erdogan figura en el libro Guinnes por protagonizar el retrato más grande del mundo y, algo más caro, se ha hecho construir la mansión presidencial más grande de todas.
Erdogan tiene su propio Viejo de la Montaña como enemigo. Detuvieron hace unos meses a medio centenar de personas corruptas en el entorno del presidente quien vio detrás la mano del clérigo islámico Fetulah Gülen, un septuagenario que vive en Estados Unidos desde 1999. Sus seguidores en Turquía vertebran una comunidad secreta, a la que llaman El Servicio, Hizmet en turco. Construyen residencias y escuelas. Levantaron el conglomerado empresarial Kaynak Holding, con sociedades de alimentación y sector editorial. Compraron el grupo Feza, con varios medios de comunicación. Tambien Koza Ipek Group paga dividendos a El Servicio.
Gülen decía a sus seguidores: “Debéis moveros por las arterias del sistema sin que nadie note vuestra existencia hasta que alcancéis los centros del poder”.
Aunque coinciden en una agenda islámica conservadora, Erdogan y Gülen se enfrentaron. Hace dos años, Erdogan inició un plan para abolir las escuelas del movimiento Hizmet. El Servicio respondió: “Hizmet ha ayudado a los políticos en su tarea, especialmente en la aplicación de muchas de las reformas de la UE y a abordar la cuestión kurda, gracias a su amplia influencia social. Sin embargo, Hizmet no ha tenido, en ningún momento, la intención de compartir o detentar el poder político”. Las purgas del Gobierno en la policía y la Fiscalía turcas buscan terminar con los gülenistas que controlaban el sistema judicial. El presidente turco quiere todo el poder.
Se ha desatado una enérgica represión sobre esa prensa. "El objetivo es silenciar a los medios de comunicación de la oposición", acusaba Erkan Akkus, editor del periódico Bugun, uno de los medios de Koza Ipek, controlado por El Servicio.
Tras el extraño golpe de Estado de este año en Turquía, Erdogan ha sajado, con mano de hierro, a los miembros de El Servicio: miles de profesores, jueces y funcionarios del Estado fieles a Gúlen han sido destituidos, en el mejor de los casos, y apresados, en el peor. De hecho, el presidente Erdogan acusa directamente a Gülen del golpe. Al no poder extraditarle de Estados Unidos da rienda suelta a su rabia contra Washington. Un motivo más para volverse hacia Oriente.
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