Un día antes de las elecciones en EEUU, el presidente ruso, Vladimir Putin, asistió a la puesta en servicio de un nuevo buque diésel-eléctrico, el Viktor Chernomyrdin (Proyecto 22600), el rompehielos no nuclear más poderoso del mundo. Solo dos semanas antes, otra ceremonia anunció la entrada en servicio de un rompehielos aún más grande y formidable, apropiadamente llamado Arktika (Proyecto 22220).
En los últimos años, la OTAN, con EEUU a la cabeza, ha realizado importantes incursiones navales y ejercicios a gran escala en la región del mar de Barents, cerca de las fronteras marítimas de Rusia. En paralelo, altos funcionarios militares y diplomáticos estadounidenses han sugerido que las actividades rusas y chinas en el Ártico constituyen una gran amenaza que requiere una sólida respuesta militar en forma de nuevos despliegues y mayores capacidades.
Las tensiones militares entre Estados Unidos y Rusia han aumentado en casi todos los dominios geográficos durante los últimos años, pero con la probable entrada de una nueva administración en la Casa Blanca, ciertas suposiciones sobre la "competencia entre grandes potencias" merecen un escrutinio mucho más detenido, defiende el profesor del Colegio de Guerra Naval de EEUU y fundador del Instituto de Estudios Marítimos de China (CMSI), Lyle Goldstein.
Abriendo camino en el extremo norte
"El rompehielos ruso de clase Arktika de propulsión nuclear completamente nuevo podría interpretarse como una clara evidencia de la determinación del Kremlin de desarrollar sus capacidades para controlar el 'techo del mundo'. Ahora es el rompehielos más grande y poderoso en funcionamiento. Zarpó hacia el Polo Norte a principios de octubre, rompiendo hielo de 3 metros en el camino", enfatiza el profesor en su artículo para Defense News.
Al día de hoy, Rusia es el único país ártico que produce rompehielos de propulsión nuclear. Pero estos extraordinarios barcos no son baratos, con un precio muy superior a los 1.000 millones de dólares por buque.
Goldstein destaca, además, que el nuevo rompehielos ruso no es una pieza única de significado puramente simbólico. Dos más de estos barcos —el Sibir y el Ural— ya han sido botados; se está construyendo un cuarto barco de esta clase, el Yakutia, mientras que pronto se iniciará la construcción del quinto, el Chukotka. Por si fuera poco, en el Lejano Oriente ruso se están realizando preparativos para comenzar a construir una clase aún mayor de rompehielos nucleares.
Estos enormes buques son la base para construir la Ruta Marítima del Norte, una prometedora alternativa al tradicional transporte de cargas. Esta ruta reduce en varios miles de kilómetros la distancia de navegación para los barcos que circulan entre Asia y Europa.
Componente militar en el norte ruso: ¿defensa o agresión?
Sin duda, ha habido un componente militar en la emergente estrategia de Rusia para el Ártico, recalca el especialista. A lo largo de la costa del norte ruso, se han establecido algunas bases nuevas y se han actualizado bases más antiguas. Los bombarderos han visitado recientemente algunas de estas bases remotas. En el 2019 se botó una nueva clase militar de rompehielos de combate en San Petersburgo.
"Por otro lado, hay que admitir que Rusia tiene unos 24.000 kilómetros de costa ártica. Durante décadas, este desierto remoto ha sido descuidado y apenas defendido. Difícilmente se puede acusar al Kremlin de 'agresión' cuando todos sus despliegues se han realizado en sus propios territorios. Además, estos despliegues también pueden justificarse como bastante necesarios para la seguridad de los barcos que navegan por la Ruta Marítima del Norte o para responder a una emergencia ambiental", opina Goldstein.
Para el profesor del Colegio de Guerra Naval de EEUU no queda claro "cómo unos cientos de soldados que se refugian en las bases árticas pueden suponer una amenaza".
"Los estrategas estadounidenses tampoco pueden argumentar con seriedad que los barcos que navegan por la Ruta Marítima del Norte a lo largo de la costa ártica de Rusia y que cumplen con la ley rusa constituyen de alguna manera una amenaza para el orden comercial liberal", afirma.
Goldstein llama la atención al hecho de que si Rusia tuviese intenciones meramente agresivas en el norte, "todos esos miles de millones en fondos rusos asignados para financiar rompehielos desarmados podrían haberse gastado en portaviones rusos o en su fuerza submarina".
Un mensaje para Biden
"El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, debería reevaluar las relaciones con Rusia en un entorno libre de rencores partidistas. Al hacerlo, debería mirar más allá de los problemas pueriles relacionados con los correos electrónicos robados, el absurdo de las redes sociales y las travesuras de la investigación de la oposición", afirma Goldstein.
En contraste, tres temas genuinamente graves deberían estar en la agenda rusa para el presidente entrante: revitalizar el control de armas, esforzarse por llegar a un acuerdo básico sobre los puntos críticos de seguridad regional desde Libia hasta Bielorrusia y Corea del Norte y enfatizando el imperativo de abordar el cambio climático.
Es en este último tema específicamente que Washington debería presionar a Moscú, sugiere el profesor. En ese sentido, de entrar en la Casa Blanca, Biden debería incluir una agenda cooperativa para el Ártico que permita el desarrollo pero que apunte principalmente a salvaguardar el medio ambiente, estima.
"Invertir la 'competencia de las grandes potencias' hacia la 'cooperación de las grandes potencias' no solo ayudará a resolver los problemas más urgentes del mundo, sino que también permitirá priorizar la curación y también la construcción de la nación en casa", concluye Goldstein.
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