El pasado 23 de octubre, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ordenó declarar persona non grata a una decena de embajadores. Los funcionarios lideran las misiones diplomáticas de Estados Unidos, Alemania, Francia, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos y Suecia en Turquía.
La decisión se tomó en respuesta a una petición conjunta de los diplomáticos de liberar al político opositor turco Osman Kavala, encarcelado por su presunta implicación en el intento de golpe de Estado de 2016.
Sin embargo, Turquía anuló la medida después de que los embajadores emitieran, el 25 de octubre, una declaración de su compromiso con el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países bajo la Convención de Viena.
"No pretendemos crear una crisis, pero queremos proteger los derechos, los intereses y el orgullo de nuestro país. Y hoy, con las declaraciones de la Embajada, la situación ha vuelto atrás", dijo Erdogan tras una reunión con sus ministros.
El presidente turco agregó que cree que de ahora en adelante los diplomáticos "serán más atentos y más cuidadosos en sus declaraciones sobre Turquía".
Para Sencer Imer, director del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Ufuk, en Ankara (Turquía), el incidente reciente ilustra el estado actual de las relaciones de Turquía con Estados Unidos y con los países occidentales.
"Si los países occidentales quisieran expresar su punto de vista sobre el incumplimiento de la decisión del TEDH, podrían convocar a los embajadores turcos en sus países al Ministerio de Relaciones Exteriores y señalarles esta opinión. En este caso, tal crisis no habría ocurrido", expresó el académico.
Sin embargo, por una iniciativa de EEUU, los países publicaron una declaración conjunta en la que "básicamente interfieren en los asuntos internos de Turquía", detalló Imer.
"Ningún país permitirá injerencias en sus asuntos internos. Esto contradice directamente el principio de soberanía, y los embajadores presentes en el país no tienen derecho a hacerlo. El presidente Erdogan reaccionó de inmediato de la única manera correcta", sostuvo el profesor.
Para Imer, la acción de los países occidentales se llevó a cabo para "comprobar si Turquía permitiría tal cosa y cuál sería su reacción. Al final, sin embargo, "ellos mismos tuvieron que retroceder" y encontrar una solución de compromiso para resolver la crisis.
El académico considera que el incidente deja ver las intenciones de Estados Unidos con relación no solo a Turquía, sino también a Rusia.
"¿Qué quiere Estados Unidos? Actualmente está tratando de rodear a Rusia a lo largo de una línea que va del Báltico a Grecia. Al mismo tiempo, también rodean a Turquía. Washington busca imponer sus propias reglas del juego en Ankara, exigiendo apoyo en acciones contra Rusia", consideró el experto.
Imer apunta que esta no es la primera vez que EEUU se porta de esta manera. El país norteamericano ya exigió, anteriormente, que Turquía suspendiera la implementación del proyecto Turk Stream y de la planta de energía nuclear de Akkuyu, y que desistiera de la compra del sistema S-400 y de aviones militares rusos. El académico sostiene que Estados Unidos lleva a cabo acciones similares con respecto a China.
"A pesar de esto, Ankara debe seguir cooperando con Rusia, demostrando que no sucumbirá a los ataques diplomáticos. Si es necesario, Turquía puede pensar en cerrar las bases estadounidenses en el país", subrayó el especialista.
El presidente turco y su homólogo estadounidense, Joe Biden, deben reunirse en breve, en la cumbre del G-20 en Roma (Italia), que tendrá lugar el próximo 30 y 31 de octubre. Imer no cree, sin embargo, que el encuentro de los líderes afecte positivamente la relación entre los países.
"La verdad es que no espero ningún avance de la reunión de Erdogan con Biden en la cumbre del G-20. Estados Unidos seguirá actuando a su manera tradicional con respecto a Ankara", concluyó el profesor.
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