El representante del mando de la Fuerza Aérea ucraniana declaró que, desde la escalada del conflicto en Ucrania, las fuerzas rusas habían disparado unos 300 misiles Kh-22 y Kh-32 —una variante modernizada desarrollada por Rusia y producida mediante la modernización del fuselaje de proyectiles de fabricación soviética— contra objetivos bélicos ucranianos. La defensa antiaérea ucraniana no había sido capaz de interceptar ni uno solo, enfatizó Yuri Ignat.
"Insisto en que es imposible derribar el Kh-22 con los medios que disponemos en nuestro arsenal", declaró Ignat destacando como razón la enorme velocidad del misil.
La clase de Kh-22 Burya (Tormenta) entró en servicio por primera vez en 1962 y todavía tiene pocos rivales en el mundo en términos de rendimiento. Los misiles estaban diseñados para alcanzar objetivos marítimos y eran capaces de romper la defensa antiaérea de los grupos de ataque de los portaviones de la Armada estadounidense. Consiguieron lograr tales tareas mediante trayectorias irregulares y una velocidad cercana a la hipersónica, de Mach 4,6.
El Kh-22 permitía a los bombarderos Tu-22M neutralizar buques de guerra desde distancias muy grandes y se produjeron en enormes cantidades. La flota soviética de bombarderos ascendía a cientos de unidades. Rusia amplió su capacidad de producción de múltiples clases de proyectiles balísticos y de crucero a niveles varias veces superiores a los registrados antes de 2022.
El desafío planteado por los ataques de Kh-22 está agravado por el agotamiento de la red de defensa antiaérea de Ucrania, de construcción soviética, que los suministros de sus partidarios occidentales no han llegado a compensar. Aparte de dos unidades del sistema de misiles Patriot estadounidense que vigilan la capital, Kiev, de las cuales una quedó fuera de servicio, Ucrania carece también de medios de defensa antiaérea de largo alcance fabricados con posterioridad a la década de 1980.
Las autoridades ucranianas pidieron constantemente nuevas donaciones masivas de Patriot y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, declaró que el país necesitaba 20 sistemas desplegados por todo el territorio. Esta cifra equivalía a la gran mayoría de arsenales desplegados por la OTAN en todos los Estados miembros y se consideraba muy poco realista.
Estados Unidos se enfrenta a una escasez de su propia capacidad de defensa antiaérea, incluso sin nuevas donaciones a Ucrania, situación que se agrava por el aumento de los despliegues en Oriente Medio a partir de la escalada del conflicto palestino-israelí.
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