La agitación de los mercados preocupa a los inversores. Pues, aunque los mercados abrían hoy en positivo y todos los índices e indicadores mostraban un verde generalizado, el cierre de año viene cargado de mínimos históricos y fuertes caídas, tanto para Wall Street como para los mercados europeos.
Y es que las incertidumbres y las tensiones provocadas por la inminente desaceleración económica global siguen acechando los mercados en un contexto donde la economía se debilita por momentos, mientras que los organismos y autoridades monetarias siguen con la retirada gradual de estímulos.
Pese al optimismo que se vivía en la economía a principio de año, donde las previsiones apuntaban a crecimientos superiores al 3% para los próximos años; la situación actual y el tortuoso escenario que vive la política y la economía, han provocado reajustes a la baja en las previsiones.
Pues, como hemos dicho, aunque las previsiones mostraban unos crecimientos más acelerados, estos se han moderado, en algunos casos, hasta un punto porcentual. Para España, por ejemplo, el crecimiento que se pronosticaba por encima del 3%, ha sufrido un reajuste que, finalmente, lo ha situado entre el 2% y el 2,5%.
Como hemos comentado, el crecimiento de la economía española se deja casi un 1% por las tensiones que vive el escenario político. Un escenario político sucumbido por la incertidumbre y una serie de problemas que, todavía, siguen sin abordarse. La deuda sigue incrementándose y el país no logra alcanzar la ansiada, y muy necesaria, senda de déficit.
La economía pierde fuerza. No solo para España, sino que lo hace a nivel global. Una desaceleración económica, a la que todos temían, y que parece que ya está comenzando a darse. Las economías reajustan sus previsiones para los próximos años, siendo estos muy distantes de los arrojados en estos últimos 2 años.
Una desaceleración en un momento donde se planteaban crecimientos históricos para la economía global, pero que han acabado por convertirse en una desaceleración que todos temían. Una desaceleración provocada por una mala actuación política y, como siempre he dicho, por dejar que la política pura prime sobre la racionalidad económica.
Esta desaceleración tiene nombre y apellidos. Esta desaceleración no es más que el producto de una economía irracional y de excesos, donde se ha mirado más por la satisfacción de un pueblo levantado en armas, así como los intereses de los propios políticos, que por la sostenibilidad de un crecimiento económico en el largo plazo.
Se avecinan tiempos turbulentos para la economía. La incertidumbre sigue marcando el itinerario y la agenda económica global. Ahora, podríamos decir que toca esperar, pero no es así. La impasible actuación de los políticos nos a llevado a alcanzar una situación, para nada deseable. Por ello, ahora toca actuar.
La situación económica y política precisa una actuación que normalice el contexto que vivimos. Por ello, debemos abordar temas tan prioritarios como los agujeros de deuda, el Brexit, la guerra comercial y todo aquello que, por otro lado, también son los causantes de que la economía esté cambiando el rumbo hacia una recesión.
Por ello, no es momento de seguir con las políticas aplicadas. Es momento de desafiar todas las políticas convencionales, aplicando aquellas que garanticen una diplomacia internacional con acuerdos. Acuerdos que, de no darse, nos dejarán el terreno preparado para la próxima recesión económica.
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