Dibujado por Natalia Mijáilenko
Anteriormente, los movimientos de Putin en política exterior no iban más allá de reacciones rutinarias a los desafíos externos. En 2014, Putin decidió finalmente comparar la visión del mundo que se había ido formando en su cabeza con la realidad objetiva.
Es posible que los líderes de las mayores potencias mundiales que han permanecido al mando de un país durante más de una década suelan llegar inevitablemente a esta fase. En este punto se consideran a sí mismos más experimentados y más sabios que sus colegas extranjeros, que están restringidos por sus ciclos electorales. A estas alturas, creen que durante el tiempo que la providencia les ha dado deben conseguir algo realmente grande, algo que sea largamente recordado.
La visión del mundo de Putin tiene varios puntos principales. Entre ellos se encuentran:
• Occidente no reconoce a Rusia como un socio igualitario; además, Occidente hace uso de distintos medios para neutralizar el potencial militar estratégico de Rusia;
• La civilización occidental está pasando por una profunda crisis y, efectivamente, ha perdido su liderato global;
• A través de una diplomacia inteligente y competente, Rusia ha conseguido establecer unas relaciones de cooperación con la mayoría de los países “no occidentales”;
• Si Rusia desafía abiertamente a Occidente, contará con el apoyo de todo el mundo porque Occidente, y principalmente Estados Unidos, provoca una reacción negativa en la mayor parte del mundo;
• En una confrontación abierta entre Rusia y Occidente, el prolongado cisma entre Estados Unidos y Europa se volverá más profundo; Europa podría incluso ponerse del lado de Rusia;
• Al final de la crisis, Rusia se convertirá en un líder global, ya que ha sido la única potencia que se ha atrevido a desafiar abiertamente la hegemonía de Estados Unidos;
• La debilidad económica de Rusia se compensará con una mayor influencia política.
Los acontecimientos de 2014 han demostrado que muchas tesis de Putin no resultan del todo convincentes si las contrastamos con la realidad. Los vínculos entre Europa y Estados Unidos han resultado ser mucho más fuertes de lo esperado, mientras que el nivel de apoyo que ha recibido Rusia de los países “no occidentales” en ocasiones ha acabado siendo bastante desesperanzador.
Sin embargo, a diferencia de un experimento corriente, tras el cuales un científico puede limpiar las probetas y cerrar tras él las puertas del laboratorio, el experimento en política exterior de Rusia no puede detenerse tan fácilmente. Además, Putin no parece demasiado proclive a ello. A juzgar por su discurso anual ante ambas cámaras del parlamento ruso, su creencia en su visión del mundo se ha vuelto aún más fuerte, y los contratiempos actuales se interpretan meramente como resultados provisionales.
Por ejemplo, en su discurso Putin declaró que el despliegue de la OTAN a lo largo de las fronteras rusas en 2014 no debía considerarse como una respuesta a una agresión rusa, sino como la implementación de unos planes establecidos hace tiempo. De este modo, las acciones de Rusia no han hecho más que ayudar a desenmascarar estas maquinaciones secretas.
Por lo tanto, en 2015 es previsible que la diplomacia rusa continúe persiguiendo sus objetivos siguiendo esta visión del mundo.
En primer lugar, Rusia podría continuar con sus intentos de construir relaciones con países europeos individualmente para romper la unidad en el bloque occidental, especialmente en lo que concierne a la política de sanciones.
En segundo lugar, Rusia continuará promoviendo atrevidas iniciativas en las reuniones de los BRICS, la Organización de Cooperación de Shangái, elG20 y otros grupos “no occidentales”.
Por último, deberíamos esperar un incremento de todo tipo de trucos y alusiones a la guerra fría.
A pesar de la intransigencia que se desprende del discurso de Putin, los problemas a los que Rusia se ha enfrentado en 2014 como resultado de una resistencia consolidada de Occidente y de una inesperada indiferencia por parte del resto del mundo ya han provocado como mínimo un cambio en el experimento del presidente ruso en su política exterior. Este parece haber llegado a una hipótesis nueva que posiblemente comenzará a probar el año que viene.
En su discurso ante la Asamblea Federal, Putin dejó claro que los acontecimientos de 2014 le recordaban a los años 1941-1942, cuando la Unión Soviética sufría grandes derrotas ante la Alemania nazi y se encontraba al borde de la derrota final.
Siguiendo con esta analogía, el periodo de contratiempos actual debería ir seguido de algo comparable a la gran victoria en Stalingrado, la batalla de tanques de Kusrk o el comienzo de la marcha victoriosa del Ejército Rojo hacia Occidente en 1943. Putin buscará un evento similar para cambiar el curso de los acontecimientos en 2015.
Iván Tsvetkov es profesor asociado en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de San Petersburgo. Es experto en historia, política exterior y sociedad de Estados Unidos.
Anteriormente, los movimientos de Putin en política exterior no iban más allá de reacciones rutinarias a los desafíos externos. En 2014, Putin decidió finalmente comparar la visión del mundo que se había ido formando en su cabeza con la realidad objetiva.
Es posible que los líderes de las mayores potencias mundiales que han permanecido al mando de un país durante más de una década suelan llegar inevitablemente a esta fase. En este punto se consideran a sí mismos más experimentados y más sabios que sus colegas extranjeros, que están restringidos por sus ciclos electorales. A estas alturas, creen que durante el tiempo que la providencia les ha dado deben conseguir algo realmente grande, algo que sea largamente recordado.
La visión del mundo de Putin tiene varios puntos principales. Entre ellos se encuentran:
• Occidente no reconoce a Rusia como un socio igualitario; además, Occidente hace uso de distintos medios para neutralizar el potencial militar estratégico de Rusia;
• La civilización occidental está pasando por una profunda crisis y, efectivamente, ha perdido su liderato global;
• A través de una diplomacia inteligente y competente, Rusia ha conseguido establecer unas relaciones de cooperación con la mayoría de los países “no occidentales”;
• Si Rusia desafía abiertamente a Occidente, contará con el apoyo de todo el mundo porque Occidente, y principalmente Estados Unidos, provoca una reacción negativa en la mayor parte del mundo;
• En una confrontación abierta entre Rusia y Occidente, el prolongado cisma entre Estados Unidos y Europa se volverá más profundo; Europa podría incluso ponerse del lado de Rusia;
• Al final de la crisis, Rusia se convertirá en un líder global, ya que ha sido la única potencia que se ha atrevido a desafiar abiertamente la hegemonía de Estados Unidos;
• La debilidad económica de Rusia se compensará con una mayor influencia política.
Los acontecimientos de 2014 han demostrado que muchas tesis de Putin no resultan del todo convincentes si las contrastamos con la realidad. Los vínculos entre Europa y Estados Unidos han resultado ser mucho más fuertes de lo esperado, mientras que el nivel de apoyo que ha recibido Rusia de los países “no occidentales” en ocasiones ha acabado siendo bastante desesperanzador.
Sin embargo, a diferencia de un experimento corriente, tras el cuales un científico puede limpiar las probetas y cerrar tras él las puertas del laboratorio, el experimento en política exterior de Rusia no puede detenerse tan fácilmente. Además, Putin no parece demasiado proclive a ello. A juzgar por su discurso anual ante ambas cámaras del parlamento ruso, su creencia en su visión del mundo se ha vuelto aún más fuerte, y los contratiempos actuales se interpretan meramente como resultados provisionales.
Por ejemplo, en su discurso Putin declaró que el despliegue de la OTAN a lo largo de las fronteras rusas en 2014 no debía considerarse como una respuesta a una agresión rusa, sino como la implementación de unos planes establecidos hace tiempo. De este modo, las acciones de Rusia no han hecho más que ayudar a desenmascarar estas maquinaciones secretas.
Por lo tanto, en 2015 es previsible que la diplomacia rusa continúe persiguiendo sus objetivos siguiendo esta visión del mundo.
En primer lugar, Rusia podría continuar con sus intentos de construir relaciones con países europeos individualmente para romper la unidad en el bloque occidental, especialmente en lo que concierne a la política de sanciones.
En segundo lugar, Rusia continuará promoviendo atrevidas iniciativas en las reuniones de los BRICS, la Organización de Cooperación de Shangái, elG20 y otros grupos “no occidentales”.
Por último, deberíamos esperar un incremento de todo tipo de trucos y alusiones a la guerra fría.
A pesar de la intransigencia que se desprende del discurso de Putin, los problemas a los que Rusia se ha enfrentado en 2014 como resultado de una resistencia consolidada de Occidente y de una inesperada indiferencia por parte del resto del mundo ya han provocado como mínimo un cambio en el experimento del presidente ruso en su política exterior. Este parece haber llegado a una hipótesis nueva que posiblemente comenzará a probar el año que viene.
En su discurso ante la Asamblea Federal, Putin dejó claro que los acontecimientos de 2014 le recordaban a los años 1941-1942, cuando la Unión Soviética sufría grandes derrotas ante la Alemania nazi y se encontraba al borde de la derrota final.
Siguiendo con esta analogía, el periodo de contratiempos actual debería ir seguido de algo comparable a la gran victoria en Stalingrado, la batalla de tanques de Kusrk o el comienzo de la marcha victoriosa del Ejército Rojo hacia Occidente en 1943. Putin buscará un evento similar para cambiar el curso de los acontecimientos en 2015.
Iván Tsvetkov es profesor asociado en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de San Petersburgo. Es experto en historia, política exterior y sociedad de Estados Unidos.
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