1. Washington reconoce derrota
El 27 de mayo, el ex director de la CIA y actual secretario de Estado, Michael R. Pompeo, una de las más peligrosas cabezas del clericalfascísmo evangélico estadounidense, reconoció públicamente que el proyecto subversivo de la “revolución de color” en Hong Kong había sido derrotado por China. En su declaración histórica de la derrota imperialista dice textualmente: “Mientras Estados Unidos esperaba que un Hong Kong libre y próspero proporcionara un modelo para la autoritaria China, ha quedado claro ahora que China está imponiendo su modelo a Hong Kong – While the United States once hoped that free and prosperous Hong Kong would provide a model for authoritarian China, it is now clear that China is modelling Hong Kong after itself”.
Así es, señor Secretario. En el mundo real, sin chamanismo evangélico, no es la cola “que menea al perro”. Es la realidad del poder que mueve las cosas. Y, ahora China tiene mucho, pero, mucho más poder que ustedes.
2. La razón de la derrota imperial
Pompeo, quién suele llamar a China “the central threat of our time”, atribuyó el fracaso de la operación desestabilizadora contra el Partido Comunista de China (PCC), ejecutada en íntima colaboración con sus “perros falderos” del Buckingham Palace en Londres, desde 1997, a la decisión del Congreso Nacional del Pueblo de China (National Peoples´s Congress), de reestructurar la legislación de seguridad nacional en su Región Administrativa Especial de Hong Kong.
La razón real, por supuesto, es otra: es la sólida unidad del pueblo detrás de la triada sinérgica eficaz del poder entre el Partido, el gobierno y el Estado. El pueblo siente, que el espectacular triunfo sobre el bicharraco demostró que la vanguardia del país (PCC) priorizó la vida, la salud y la seguridad de la gente por encima de los intereses económicos y ganancias. En pocas palabras, una manifestación palpable y concreta de la filosofía socialista, que su líder Xi Jinping ha convertido en el axioma conductor de la vanguarda nacional: ejercer la gobernanza pública sirviendo al mejoramiento de la vida y la felicidad de la gente. La función pública al servicio de la gente.
3. Preparar la guerra anti-imperialista
El presidente Xi Jinping es un estratega de la talla de Mao Zedong. Por eso ganó la batalla estratégica por Hong Kong. Y, por la misma razón, el Reino del Medio ganará las guerras militares de cualquier tipo, que los sectores más peligrosos del caótico (Obama) neofascismo imperialista, encabezado por un “sociópata megalómano” (Chomsky), acarician en sus nebulosas y chovinistas cabezas, como lo hicieron Hitler y su gabinete en su momento.
Xi, quién es también el máximo dirigente de las Fuerzas Armadas, como presidente de la Comisión Militar Central del Partido, ordenó el 26 de mayo a los militares “incrementar su preparación para el combate, visualizando los peores escenarios y defender resueltamente la soberanía del país” —scale-up the battle preparedness, visualising worst-case scenarios and resolutely defend the country’s sovereignty” (Xinhua).
4. La ciencia de la guerra
El Arte de la Guerra (Sun Tzu), la metodología para incrementar la preparación bélica del Ejército de Liberación del Pueblo (PLA), es la que Xi Jinping había expuesto en su reciente instrucción para superar las dificultades, riesgos y desafíos, derivados de la presente crisis. Hay que analizar la situación desde “una perspectiva holística, dialéctica y de larga perspectiva –a comprehensive, dialectical and long-term perspective”, instruyó el líder.
Es decir, desde la racionalidad de la ciencia del socialismo, cuyo paradigma materialista dialéctico es, sin duda, el mejor software (teoría) científico-filosófico analítico disponible, para entender las dinámicas del universo (transiciones), transformar lo que es posible transformar y planificar las transiciones deseadas. Toda esta sapiencia tiene sus raíces en El libro de Han, escrito haces 2,100 años con la esencia del razonamiento científico moderno: “Buscar la verdad en los hechos” (shí shì qiú shì).
5. Guerra nuclear contra China y Rusia
Ante el desastre de sus caóticas políticas tribales a nivel nacional e internacional, el gobierno de Trump ha discutido hacer estallar una bomba nuclear, la primera desde 1992, para intimidar a Rusia y China. Una “prueba rápida” podría ayudar a Washington “a negociar” con Moscú y Beijing, reportó el Washington Post sobre esta deliberación del 15 de mayo. Trump no ha tomado una decisión final, pero la información revela el clima de locura cognitiva que impera en la Casa Blanca.
Toda persona medianamente informada sabe que Washington no puede ganar ninguna guerra ni contra Rusia, ni contra China. Gracias al extraordinario potencial científico que Putin heredó del Socialismo del Siglo 20 de la Unión Soviética, hoy día la superioridad tecnología bélica de Rusia frente a Estados Unidos es, al menos, de una década. Tiene los mejores misiles balísticos (ICBM), cohetes hipersónicos, aviones de combate, drones submarinos y armas nucleares. Y, todo esto, con un presupuesto militar apenas equivalente al diez por ciento de Estados Unidos.
Frente a China, Washington también tiene todas las de perder, debido a la desigualdad del poder demográfico, económico, la eficacia del Estado, la capacidad de vanguardia, la organización de las masas, un líder excepcional como Xi Jinping y la obsolescencia de su principal mecanismo de proyección de fuerza, sus diez aircraft carrier strike groups. De ahí que las amenazas militares o la idea de arruinar económicamente a Rusia y China mediante la repetición de la carrera armamentista de la Guerra fría, como propuso recientemente un general gringo, no son más que fantasmas febriles de la gloria imperial del pasado, que jamás regresará.
6. De Gaulle, Nerón y el apocalipsis
La actuación de la élite gobernante estadounidense evidencia las peligrosas patologías aventureras y caóticas de los imperios históricos que entraron en decadencia, con la gobernanza usurpada por charlatanes y brutos. Para distensionar una situación de este tipo, se requiere de una fuerza política que dispone de poder y visión suficientes, para evitar la destrucción de la nación; dos vectores que no se observan actualmente el Imperio.
El general Charles de Gaulle jugó ese papel de salvador de la nación en Francia, cuando liquidó el indefendible colonialismo galo post-1945, aceptando que Francia ya no era un Imperio geopolítico, sino simplemente una potencia regional europea mediana.
Urge que en Estados Unidos aparezca un líder de esta talla, antes de que el Nerón de America First convierta el mundo en la hoguera termonuclear del gran capital y de su propia estupidez.
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