Francia ha reforzado su presencia militar en el Mediterráneo oriental como muestra de solidaridad con Grecia en el pulso que libra con Turquía por la soberanía de importantes yacimientos de gas y petróleo bajo el mar.
Los medios desplegados por París no son espectaculares, pero sí políticamente relevantes, y más teniendo en cuenta que los tres países implicados son aliados en la OTAN. Se trata de dos cazabombarderos Rafale, que habían participado en maniobras en Chipre y que ahora se hallan en una base en la isla de Creta, y del portahelicópteros Tonnerre y la fragata La Fayette . El primero de los buques tiene como destino Beirut, adonde lleva ayuda para la reconstrucción, pero ha realizado ejercicios con la Armada griega.
El líder turco acusa al presidente francés de actitud “colonial” en Líbano con su visita “espectáculo”
La tensión greco-turca es recurrente, fruto de contenciosos históricos y territoriales antiguos e insolubles, y por tanto muy anterior a la llegada al poder de Recep Tayyip Erdogan, hace ya 17 años. Pero el deterioro de la relación entre Ankara y París es más reciente y pone en evidencia otra vez el encaje cada vez más difícil de Turquía en el seno de la OTAN. Las autoridades francesas acogieron muy mal la intervención militar turca en Libia. En junio pasado, el presidente Macron acusó a Ankara de asumir “una responsabilidad histórica y criminal” en el conflicto libio. En esta ocasión, en el nuevo rifirrafe greco-turco, el jefe de Estado francés fue más diplomático cuando anunció él mismo, el miércoles, que se reforzaba la presencia militar gala. Macron hizo un llamamiento a la negociación entre los dos países.
El Ministerio de Defensa francés, en una nota divulgada ayer, aseguró que el despliegue en el Mediterráneo oriental tiene como objetivo “reforzar el análisis autónomo de la situación y afirmar el compromiso de Francia con la libre circulación, la seguridad de la navegación marítima en el Mediterráneo y el respeto del derecho internacional”.
Los medios desplegados por París no son espectaculares, pero sí políticamente relevantes, y más teniendo en cuenta que los tres países implicados son aliados en la OTAN. Se trata de dos cazabombarderos Rafale, que habían participado en maniobras en Chipre y que ahora se hallan en una base en la isla de Creta, y del portahelicópteros Tonnerre y la fragata La Fayette . El primero de los buques tiene como destino Beirut, adonde lleva ayuda para la reconstrucción, pero ha realizado ejercicios con la Armada griega.
El líder turco acusa al presidente francés de actitud “colonial” en Líbano con su visita “espectáculo”
La tensión greco-turca es recurrente, fruto de contenciosos históricos y territoriales antiguos e insolubles, y por tanto muy anterior a la llegada al poder de Recep Tayyip Erdogan, hace ya 17 años. Pero el deterioro de la relación entre Ankara y París es más reciente y pone en evidencia otra vez el encaje cada vez más difícil de Turquía en el seno de la OTAN. Las autoridades francesas acogieron muy mal la intervención militar turca en Libia. En junio pasado, el presidente Macron acusó a Ankara de asumir “una responsabilidad histórica y criminal” en el conflicto libio. En esta ocasión, en el nuevo rifirrafe greco-turco, el jefe de Estado francés fue más diplomático cuando anunció él mismo, el miércoles, que se reforzaba la presencia militar gala. Macron hizo un llamamiento a la negociación entre los dos países.
El Ministerio de Defensa francés, en una nota divulgada ayer, aseguró que el despliegue en el Mediterráneo oriental tiene como objetivo “reforzar el análisis autónomo de la situación y afirmar el compromiso de Francia con la libre circulación, la seguridad de la navegación marítima en el Mediterráneo y el respeto del derecho internacional”.
El primer ministro griego, Kiriakos Mitsotakis, que mantuvo una conversación telefónica con Macron, fue agradecido y calificó al líder francés de “amigo verdadero de Grecia y también ferviente protector de los valores europeos y del derecho internacional”.
El origen de la última escalada ha sido el envío, por parte de Turquía, de un buque de prospección sísmica, con escolta militar, sobre una plataforma continental que, según Grecia, le pertenece. Como respuesta, Atenas ha despachado unidades de navales y ha puesto en alerta a sus fuerzas armadas.
Erdogan alterna la retórica amenazante con llamadas al diálogo para resolver la disputa sobre los yacimientos. Ayer dijo que Turquía no busca “aventuras innecesarias”, pero tampoco renunciará a sus derechos, y acusó a Atenas de actuar con mala fe. Como ejemplo de lo anterior denunció que Atenas justifique su soberanía sobre la plataforma continental en la existencia de una isla griega que se halla a solo dos kilómetros de la costa turca y a 580 de la Grecia continental. Es evidente que la geografía, en este caso el carácter insular de Grecia, resulta un factor endiablado. Para intentar encontrar mediadores, Erdogan habló con la canciller alemana, Angela Merkel, y con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Respecto a Francia, Erdogan no ocultó su enfado por la visita de Macron a Beirut, menos de 48 horas después de la devastadora explosión en el puerto. El presidente turco acusó a su homólogo francés de haber mostrado actitudes colonialistas y tildó su paso por Beirut de “espectáculo”. “Lo que Macron y compañía quieren es restablecer el orden colonial”, afirmó en un discurso. “A nosotros no nos interesa correr para las fotos o hacer el espectáculo ante la cámaras”, agregó.
Si bien Erdogan no ha pisado Líbano desde la tragedia, sí lo han hecho su vicepresidente y su ministro de Asuntos Exteriores. La historia, envenenada, no es ajena a las polémicas actuales. El territorio del actual Líbano estuvo bajo dominio del imperio otomano durante cuatro siglos. En 1920, tras la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones –antecedente de la ONU– otorgó a Francia un mandato sobre Líbano –y Siria– para que ejerciera un protectorado, una situación que se prolongó hasta la independencia de país de los cedros en 1943.
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