Es posible que EEUU haya desechado la idea de enviar sus aviones de combate A-10 a Ucrania por temor a que su reputación quedara arruinada al enfrentarse a los sistemas de defensa antiaérea rusos. De acuerdo con un artículo del medio The Telegraph, la decisión podría provenir del "peligro extremo al que se enfrentarían y la preocupante perspectiva de que docenas de aviones de fabricación estadounidense caigan al suelo en llamas sin haber hecho nada por ayudar al esfuerzo bélico de Ucrania".
Apuntando a la sólida red de defensas antiaéreas rusas a lo largo de toda la línea del frente, que ha derribado docenas de aviones y helicópteros de las fuerzas armadas de Ucrania y "ha reducido a la mitad el poder aéreo ucraniano" anterior al conflicto, el artículo sugiere que, no obstante, EEUU perdió una oportunidad de enviar los A-10 a Kiev, y que esto sería posible en caso de que lo hubiera hecho a tiempo.
"Pero ahora la cuestión es discutible. Casi dos años después, EEUU no puede dar a Ucrania [aviones] A-10 ni ninguna otra arma que requiera un entrenamiento y un apoyo costosos. La financiación estadounidense para Ucrania se agotó a finales de diciembre [del año 2023]", señaló el medio.
La publicación lamenta la drástica disminución de flujos de armamento de EEUU a Ucrania que puede conseguir asistencias adicionales por parte de la Administración Biden solo en caso de que el último emprenda "algún movimiento legal y burocrático realmente creativo".
Por ahora, según el texto, Kiev no puede recibir ni munición, ni vehículos, además de sufrir la sequía en su flota de aviones de combate. Igualmente, notó que las armas que necesitan las fuerzas armadas de Ucrania con mayor urgencia son "proyectiles de artillería y pequeñas aeronaves no tripuladas. Muchos de ellos, y rápidos", no grandes y pesados aviones de ataque.
Introducido en servicio en las Fuerzas Aéreas estadounidenses en 1977 y nunca exportado al extranjero, el A-10 es capaz de llevar una carga externa superior a los 7.000 kilos. Está dotado de un cañón giratorio GAU-8/A Avenger, que contiene hasta 1.174 proyectiles perforantes incendiarios con núcleo de uranio empobrecido.
Desplegados en masa por primera vez en la Guerra del Golfo de 1991, donde hicieron llover muerte (y envenenamiento por uranio empobrecido) sobre las unidades iraquíes que se retiraban por la autopista 80 o la denominada autopista de la muerte de seis carriles entre Irak y Kuwait, los A-10 también aparecieron en la guerra de Bosnia en 1994-1995, y en Kosovo durante la campaña de bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia de 78 días en 1999.
A lo largo de la guerra contra el terrorismo llevada por Washington, los aviones fueron desplegados en Afganistán e Irak a partir de 2002 y 2003, respectivamente. Posteriormente, las fuerzas armadas estadounidenses los utilizaron durante el ataque aéreo de la alianza occidental contra Libia en 2011.
La Fuerza Aérea de EEUU comenzó a retirar su flota de más de 700 A-10 en 2023, pero más tarde pausó el proceso en medio de la preocupación del Pentágono por no tener un avión con capacidades iguales o superiores con el que sustituirlo. El precio del A-10 en estado nuevo era de unos 18 millones de dólares y los costos de mantenimiento ascendían a 15.000 dólares por hora de vuelo, sin incluir el combustible y la munición. El último modelo salió de la cadena de montaje en 1984.
El debate sobre el posible despliegue del A-10 en Ucrania se produce en medio de las aspiraciones de la OTAN de enviar hasta 60 cazas polivalentes F-16 a Kiev. La saga de los F-16 ha dado muchas vueltas desde el pasado agosto, cuando en 2023 fueron anunciadas por primera vez las entregas, con funcionarios de Kiev quejándose a principios de enero de 2024 de que no tenían ni idea de cuándo llegarían los primeros cazas y cómo mantenerlos en estado adecuado.
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