Ha habido un intenso debate en el transcurso de las últimas semanas y meses sobre el fracaso de los Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para proporcionar a Ucrania aviones de combate modernos, como el F-16.
El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valeri Zaluzhni, criticó el fracaso de Occidente en proporcionar aviones a Kiev, y al mismo tiempo presionó a su país para llevar a cabo una contraofensiva a gran escala que ningún país de la OTAN se atrevería a intentar sin poseer superioridad aérea sobre el enemigo.
"Un número muy limitado sería suficiente", dijo el militar ucraniano, indicando que si Occidente quería que Ucrania tuviera éxito, entonces debía entregar de los cazas F-16 de forma rápida.
Sin embargo, para el presidente del Estado Mayor Conjunto estadounidense, el general Mark Milley, las bajas sufridas por Ucrania en su contraofensiva se deben a los campos minados: "Son campos minados que están cubiertos con fuego directo de equipos de cazas antitanques, ese tipo de cosas", agregó.
Es casi como si el general Milley estuviera familiarizado con la estrategia rusa en el conflicto, tal y como se manifiesta en la aplicación doctrinal de la "defensa de maniobra", donde se usaría una combinación de fuego profundo, minería a distancia, emboscadas, sacos de fuego, flanqueo y destacamentos de asalto para infligir bajas enemigas, ganar tiempo y preservar las fuerzas amigas, aceptando al mismo tiempo el potencial de la pérdida temporal de territorio.
Lo que es interesante es la batalla que describe Milley, una en la que una fuerza de ataque debe sortear barreras defensivas que consisten en campos minados mientras se encuentra bajo fuego efectivo de equipos antitanque.
El uniformado estadounidense describe el combate con lo que los rusos llaman la fuerza de protección, que opera dentro de la denominada "zona de deformación": la parte inicial de la posición defensiva rusa diseñada para reducir la velocidad y dividir una fuerza atacante.
Las fuerzas de protección no tienen la tarea de enfrentarse decisivamente a la fuerza atacante, sino retirarse una vez que el enemigo ha atravesado la "zona de deformación", moviéndose a posiciones planificadas previamente que están cubiertas por la primera línea de la posición defensiva principal, que en sí misma está fuertemente protegida por campos de minas.
El punto que se destaca aquí es que Milley casi reconoce que los ucranianos no han logrado penetrar esa parte de la defensa rusa.
Hablando doctrinalmente, los fuegos aéreos y de artillería rusos no se involucran decisivamente hasta que una fuerza atacante alcanza la primera línea de defensas preparadas, después de lo cual tanto quienes estén en aire como la artillería se dirigirán a "sacos de fuego" designados previamente, en los que el atacante es empujado por una combinación de campos de minas y posiciones defensivas.
Incluso aquí los rusos evitan un enfrentamiento decisivo, retirándose a una segunda línea de defensa definida igualmente por barreras de obstáculos que consisten principalmente en campos minados.
Rusia ha estado luchando de esta manera desde la década de 1980, cuando el Ministerio de Defensa soviético se alejó del enfoque de "luchar hasta morir" y pasó a una estrategia defensiva para adaptar sus tácticas y operaciones a la realidad del campo de batalla moderno.
Cualquier oficial que haya estudiado el arte operacional soviético y ruso conoce este hecho. El problema es que durante los últimos 20 años, el Ejército de los Estados Unidos y la OTAN se han centrado en combates en lugares como Afganistán, Irak y Siria.
Ahí radica la fuente de la frustración del general Zaluzhni: los entrenadores de la OTAN que dirigían las fuerzas ucranianas destinadas a la contraofensiva en curso a través de sus pasos en los campos de entrenamiento de Alemania eran todo menos expertos en el tema que estaban enseñando: la de una posición fortificada en profundidad.
Se hicieron demasiadas suposiciones sobre la viabilidad de la tecnología de barrido de minas no probada de la OTAN, mientras que se prestó muy poca atención a la realidad de la defensiva rusa y el papel que desempeñan las minas para impedir cualquier avance.
El problema va mucho más allá de si Ucrania posee algunos cazas F-16, como señaló el general Milley, pues para que estas armas tuvieran algún impacto en el campo de batalla, Ucrania tendría que desplegar cientos, algo que está más allá de su capacidad para realizar y de la capacidad de la OTAN para proporcionar.
Rusia actualmente supera a Ucrania en términos de artillería y lanzacohetes múltiples por un factor de siete o diez a uno. Rusia simplemente puede establecer más potencia de fuego que sus contrapartes ucranianas, y esto ni siquiera considera el hecho de que Ucrania se está quedando sin municiones de artillería.
Las capacidades rusas en materia electrónica también niegan a los ucranianos la posibilidad de comunicarse de manera efectiva o emplear armas de precisión de manera consistente. En resumen, Ucrania estaba predestinada a ser derrotada durante la contraofensiva. Cualquier profesional militar que creyera (o crea) lo contrario está simplemente involucrado en un acto de autoengaño.
Todavía más engañosa es la noción de que Ucrania puede usar las municiones de racimo de artillería de 155 milímetros proporcionadas por Estados Unidos para limpiar los campos de minas rusos; cualquiera que sugiera esto no sabe nada sobre las minas rusas o las municiones de racimo.
No hay manera fácil de limpiar un campo minado. Es un trabajo lento, peligroso y laborioso que debe ser realizado por fuerzas debidamente entrenadas y debidamente equipadas que estén protegidas del fuego enemigo mediante la aplicación abrumadora de fuegos de supresión amigos. Ucrania carece de esta capacidad y el general Milley lo sabe.
El hecho de que el general Milley no admita esto y aliente a los ucranianos a detener su cita con la muerte es una exhibición de su falta de profesionalismo como soldado y de Estados Unidos como una sociedad totalmente carente de humanidad.
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