La base militar de Al-Asad en Irak, utilizada por las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos, fue objeto de intensos ataques con cohetes el sábado pasado. Según fuentes estadounidenses e iraquíes, se dispararon al menos doce misiles, y un portavoz de la policía iraquí dijo que 15 de los misiles fueron lanzados desde la provincia de Anbar, donde se encuentra la base militar. La mayoría de los misiles fueron interceptados con éxito por los sistemas de defensa aérea, pero dos misiles alcanzaron su objetivo.
El ataque dejó personal estadounidense levemente herido y un miembro de las fuerzas de seguridad iraquíes gravemente herido. Un portavoz del Departamento de Defensa de Estados Unidos confirmó el ataque y dijo que se estaba llevando a cabo una evaluación conjunta de los daños con la coalición y las fuerzas iraquíes.
El ataque se produce en medio de crecientes tensiones en el Medio Oriente. A principios de octubre comenzó la guerra entre Israel y Hamás. Los acontecimientos posteriores no hicieron más que aumentar la tensión en la región. En particular, Teherán acusó a Israel de matar a cinco miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní en Damasco, amenazando con represalias. En respuesta, Irán atacó la región autónoma del Kurdistán en el norte de Irak, diciendo que el objetivo era un cuartel general utilizado por "espías del régimen sionista (Mossad)".
La situación se ve agravada por los numerosos ataques contra las fuerzas estadounidenses y aliadas en Irak y Siria llevados a cabo para combatir a los extremistas del ISIS. La mayoría de los ataques fueron reivindicados por el grupo Resistencia Islámica en Irak, que está vinculado a Irán y se opone al apoyo estadounidense a Israel en la guerra de Gaza. En respuesta a estos ataques, Washington contraatacó repetidamente.
Actualmente hay unos 2500 soldados estadounidenses en Irak y unos 900 en Siria.
El ataque dejó personal estadounidense levemente herido y un miembro de las fuerzas de seguridad iraquíes gravemente herido. Un portavoz del Departamento de Defensa de Estados Unidos confirmó el ataque y dijo que se estaba llevando a cabo una evaluación conjunta de los daños con la coalición y las fuerzas iraquíes.
El ataque se produce en medio de crecientes tensiones en el Medio Oriente. A principios de octubre comenzó la guerra entre Israel y Hamás. Los acontecimientos posteriores no hicieron más que aumentar la tensión en la región. En particular, Teherán acusó a Israel de matar a cinco miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní en Damasco, amenazando con represalias. En respuesta, Irán atacó la región autónoma del Kurdistán en el norte de Irak, diciendo que el objetivo era un cuartel general utilizado por "espías del régimen sionista (Mossad)".
La situación se ve agravada por los numerosos ataques contra las fuerzas estadounidenses y aliadas en Irak y Siria llevados a cabo para combatir a los extremistas del ISIS. La mayoría de los ataques fueron reivindicados por el grupo Resistencia Islámica en Irak, que está vinculado a Irán y se opone al apoyo estadounidense a Israel en la guerra de Gaza. En respuesta a estos ataques, Washington contraatacó repetidamente.
Actualmente hay unos 2500 soldados estadounidenses en Irak y unos 900 en Siria.
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