En la Segunda Guerra Mundial se
demostró la supremacía del poderío aéreo sobre navíos de guerra que
estuviesen sin cobertura aérea. En particular, durante esta guerra se
vio el comienzo de la supremacía del portaaviones sobre el acorazado y
el crucero de batalla como el navío de línea (aquel tipo de barco de
guerra que por su mayor poderío podía derrotar a todos los demás) o el
navío principal de las armadas que se disputaban el dominio del océano.
Bien se sabe del ataque aéreo japonés lanzado desde seis portaaviones
contra la Flota del Pacífico estadounidense basada en Pearl Harbor, en
Hawái. Como resultado del ataque del 7 de diciembre de 1941, cuatro
acorazados americanos fueron hundidos, tres seriamente averiados y un
octavo embarrancado para evitar que se hundiese. También en el ataque
los japoneses impactaron a otros 11 buques, incluyendo a tres cruceros y
tres destructores que resultaron averiados, y destruyeron a 188 aviones
americanos, la mayor parte aparcados en las pistas de aterrizaje de sus
bases.
Hasta aquel momento el acorazado había dominado la guerra naval desde fines del siglo XIX, pero la llegada del portaaviones y de su fuerza embarcada de aviones torpederos y bombarderos en picado, capaces de hundir a todo barco flotante, y de aviones caza para proteger a los portaaviones de otros aviones enemigos, puso fin a ese reinado. Ya la guerra naval por el dominio de los mares no se decidiría en batallas en que los acorazados de dos flotas enfrentadas se verían e intentarían destruir al contrario a base de duelos artilleros con cañones de grueso calibre.
El portaaviones de propulsión nuclear USS John C. Stennis cruzando el Estrecho de Ormuz:
El misil balístico antibuque en un conflicto no nuclear entre grandes potencias puede convertirse en el arma que acabe con la primacía del portaaviones en la guerra naval, de la misma forma que el avión y el portaaviones pusieron fin durante la Segunda Guerra Mundial a la supremacía del acorazado en el combate naval. Según informes de prensa, en caso de iniciarse una guerra entre EE.UU. y China, éste último país podría usar sus misiles balísticos antibuque para derrotar a una fuerza de portaaviones americana que pusiese rumbo a una zona de conflicto que podría estar alrededor de la isla de Formosa (Taiwán), en el mar Meridional de China en el sur o al norte de Taiwán, en la región de las islas Senkaku/Diaoyu, en posesión de Japón pero reclamadas por Pekín.
Se ha reportado que en un conflicto China trataría de interceptar a una fuerza de portaaviones estadounidense durante su navegación hacia la zona de guerra una vez que los portaaviones americanos estuviesen dentro del alcance de las fuerzas ofensivas chinas. Utilizando radares más allá del horizonte visual (OTH, según sus siglas en inglés), China podría seguir el curso de la formación de navíos de guerra americanos. Utilizando satélites de vigilancia oceánica en el espacio y aviones no tripulados de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de largo alcance y volando a gran altura, los chinos podrían también seguir el curso de un grupo de combate de portaaviones en el Pacífico. Tanto los satélites como los aviones no tripulados chinos podrían usar radares de apertura sintética (SAR), que pueden penetrar las nubes, y sensores pasivos que recogiesen las emisiones electrónicas y comunicaciones de los portaaviones y su grupo de combate, para localizarlos y darle a sus misiles balísticos antibuque una posición actualizada de sus objetivos a atacar.
Según la prensa, los chinos lanzarían tres salvas de misiles balísticos antibuque contra un portaaviones, con un primer ataque destinado a penetrar la cubierta de vuelo del navío, provocando incendios y explosiones internas e inutilizando la capacidad del buque para llevar a cabo operaciones aéreas. El segundo ataque impactaría en el sistema de propulsión del portaaviones para inmovilizarlo y el tercer y último ataque hundiría al ya seriamente averiado e inutilizado navío.
Animación sobre el ataque del misil DF-21D a un portaaviones y las defensas contra el misil:
En el video aquí mostrado, aparecen contramedidas que la Armada de EE.UU. tomaría para derrotar al vehículo de reentrada de un misil balístico antibuque chino, incluyendo contramedidas electrónicas desde un avión EA-18G Growler de guerra electrónica, el uso de misiles antimisiles desde cruceros y destructores escolta o el intentar hacer desaparecer de los medios de detección chinos al portaaviones a través de interferencias electrónicas, al parecer a través de un avión embarcado de radar y alerta temprana E-2D Improved Hawkeye.
El problema es que China puede desplegar tanto satélites de vigilancia oceánica como aviones no tripulados de reconocimiento equipados con LADAR (LIDAR), un radar láser que no sería confundido por los métodos de guerra electrónica y ataque electrónico diseñados para interferir con las ondas de radio emitidas por los sistemas de radar, pero que no afectarían a los rayos láser emitidos por LADAR. El uso de LADAR proporcionaría una imagen tridimensional de los navíos a atacar, lo que permitiría también una mejor identificación del portaaviones. Más aun, China podría desarrollar una versión antibuque de los misiles balísticos intercontinentales chinos DF-31A y DF-41, los cuales, según Jane’s, tienen un alcance máximo de 14.000 kilómetros con una sola ojiva de guerra. Una versión antibuque de estos misiles balísticos intercontinentales podría ir equipada con un MARV (vehículo de reentrada maniobrero).
Imágenes generadas por LADAR (LIDAR), radar láser, donde se observa su alta resolución
De copiar los ingenieros chinos el diseño del vehículo de reentrada del misil intercontinental ruso Topol-M (SS-27, según la denominación de la OTAN), éste tendría motores y alas para maniobrar en el espacio y después, dentro de la atmósfera, para evadir misiles antimisil. Según la agencia rusa de noticias RIA Novosti, el vehículo de reentrada del misil Topol-M va dotado de sistemas de contramedidas –probablemente incluyendo contra-contramedidas electrónicas– y señuelos para confundir a las defensas antimisiles, estando además diseñado el MARV para resistir radiación, pulsos electromagnéticos (EMP) y “para sobrevivir un impacto de cualquier forma de tecnología láser”. Pero un arma láser como la que se podría montar en la “isla” (la superestructura) de un portaaviones, de tener solo una potencia de 50 a 100 kilovatios igual no podría hacer estallar a un vehículo de reentrada revestido de materiales altamente resistentes para soportar el intenso calor al entrar a la atmósfera, además de estar diseñado para sobrevivir a impactos de armas láser. El vehículo de reentrada podría estar diseñado con superficies reflectantes e inclinadas –inclinadas como las superficies del tanque T-34 ruso de la Segunda Guerra Mundial– para desviar un rayo láser.
Sistemas de tecnología poco observable al radar, como una nube de plasma frío, o para hacer invisible en los espectros visible e infrarrojo a través de un “e-camuflaje”, se podrían usar en un vehículo de reentrada para ocultarlo de los sensores antimisiles. Un ataque de misil balístico antibuque probablemente iría acompañado de un ataque cibernético para neutralizar e inutilizar las computadoras de los sistemas de mando y control, de los sensores y las computadoras de control de tiro de defensa antimisil de un grupo de combate de portaaviones. Un virus informático ofensivo se podría extender a través de la red informática de transmisión de datos de la Armada de EE.UU., conocida como Capacidad de Combate Cooperativo (CEC).
Utilizándose satélites de vigilancia y otros medios de inteligencia como el espionaje, una potencia podría potencialmente saber la localización todo el tiempo de los portaaviones estadounidenses. Utilizando misiles balísticos intercontinentales antibuque de unos 14.000 kilómetros de alcance, China, en una guerra, podría atacar simultáneamente no sólo a aquellos portaaviones en la región de conflicto (cuatro o más) sino también a aquellos navíos en puerto en mantenimiento o en dique en reparaciones en el territorio continental de los EE.UU., tanto en la costa del Pacífico como en la del Atlántico. Los navíos en puerto estarían en particular en una posición de mayor vulnerabilidad a un ataque de misiles balísticos. Con todo, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., el general Martin Dempsey, ha advertido que de imponerse al Pentágono los 1.200 millones de dólares en recortes automáticos como parte del llamado 'secuestro' fiscal, “Estados Unidos llevará sus portaaviones y otros buques de guerra a los puertos y suspenderá las maniobras navales”.
Actualmente la Armada de EE.UU. tiene disponibles nueve portaaviones de propulsión nuclear, estando un décimo navío, el portaaviones USS Abraham Lincoln, en reparaciones y mejoras por espacio de cuatro años para extender su vida operativa. Por regla, si hay un portaaviones en operaciones hay un segundo navío en tránsito hacia o de la zona de operaciones o en entrenamiento preparándose para una misión, habiendo un tercer portaaviones en mantenimiento en puerto o en reparaciones. En teoría, con nueve portaaviones disponibles, tres estarían en operaciones, tres en tránsito o entrenamiento y tres en mantenimiento o reparaciones. El gran alcance de los misiles balísticos intercontinentales antibuque les permitiría atacar no solo a los barcos en puerto o en tránsito sino también a los dos portaaviones que por orden del Gobierno del presidente Obama deben de operar en la región de Oriente Medio, desplegados contra Irán.
Los submarinos de propulsión nuclear y navíos con sofisticadas tecnologías poco observables como los destructores de la clase Zumwalt, con una gran capacidad generadora de electricidad para montar armas láser de megavatios de potencia capaces de interceptar misiles balísticos y satélites en baja órbita, tendrán más posibilidades de sobrevivir que el portaaviones en una futura guerra que esperemos nunca ocurra.
Hasta aquel momento el acorazado había dominado la guerra naval desde fines del siglo XIX, pero la llegada del portaaviones y de su fuerza embarcada de aviones torpederos y bombarderos en picado, capaces de hundir a todo barco flotante, y de aviones caza para proteger a los portaaviones de otros aviones enemigos, puso fin a ese reinado. Ya la guerra naval por el dominio de los mares no se decidiría en batallas en que los acorazados de dos flotas enfrentadas se verían e intentarían destruir al contrario a base de duelos artilleros con cañones de grueso calibre.
El portaaviones de propulsión nuclear USS John C. Stennis cruzando el Estrecho de Ormuz:
Por
los avances que ha habido en sistemas de precisión y guía terminal de
los vehículos de reentrada de misiles balísticos, es posible atacar a
navíos de guerra en alta mar con misiles balísticos de medio alcance
(MRBM, por sus siglas en inglés) y alcance intermedio (IRBM). China ha
desplegado el misil balístico antibuque (ASBM, según sus siglas en
inglés) de alcance intermedio y lanzador móvil DF-21D, que la editorial
de defensa inglesa Jane’s identifica también como el misil DF-25, con un
alcance de 3.200 a 4.000 kilómetros.
El misil balístico antibuque en un conflicto no nuclear entre grandes potencias puede convertirse en el arma que acabe con la primacía del portaaviones en la guerra naval, de la misma forma que el avión y el portaaviones pusieron fin durante la Segunda Guerra Mundial a la supremacía del acorazado en el combate naval. Según informes de prensa, en caso de iniciarse una guerra entre EE.UU. y China, éste último país podría usar sus misiles balísticos antibuque para derrotar a una fuerza de portaaviones americana que pusiese rumbo a una zona de conflicto que podría estar alrededor de la isla de Formosa (Taiwán), en el mar Meridional de China en el sur o al norte de Taiwán, en la región de las islas Senkaku/Diaoyu, en posesión de Japón pero reclamadas por Pekín.
Se ha reportado que en un conflicto China trataría de interceptar a una fuerza de portaaviones estadounidense durante su navegación hacia la zona de guerra una vez que los portaaviones americanos estuviesen dentro del alcance de las fuerzas ofensivas chinas. Utilizando radares más allá del horizonte visual (OTH, según sus siglas en inglés), China podría seguir el curso de la formación de navíos de guerra americanos. Utilizando satélites de vigilancia oceánica en el espacio y aviones no tripulados de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de largo alcance y volando a gran altura, los chinos podrían también seguir el curso de un grupo de combate de portaaviones en el Pacífico. Tanto los satélites como los aviones no tripulados chinos podrían usar radares de apertura sintética (SAR), que pueden penetrar las nubes, y sensores pasivos que recogiesen las emisiones electrónicas y comunicaciones de los portaaviones y su grupo de combate, para localizarlos y darle a sus misiles balísticos antibuque una posición actualizada de sus objetivos a atacar.
Según la prensa, los chinos lanzarían tres salvas de misiles balísticos antibuque contra un portaaviones, con un primer ataque destinado a penetrar la cubierta de vuelo del navío, provocando incendios y explosiones internas e inutilizando la capacidad del buque para llevar a cabo operaciones aéreas. El segundo ataque impactaría en el sistema de propulsión del portaaviones para inmovilizarlo y el tercer y último ataque hundiría al ya seriamente averiado e inutilizado navío.
En el video aquí mostrado, aparecen contramedidas que la Armada de EE.UU. tomaría para derrotar al vehículo de reentrada de un misil balístico antibuque chino, incluyendo contramedidas electrónicas desde un avión EA-18G Growler de guerra electrónica, el uso de misiles antimisiles desde cruceros y destructores escolta o el intentar hacer desaparecer de los medios de detección chinos al portaaviones a través de interferencias electrónicas, al parecer a través de un avión embarcado de radar y alerta temprana E-2D Improved Hawkeye.
El problema es que China puede desplegar tanto satélites de vigilancia oceánica como aviones no tripulados de reconocimiento equipados con LADAR (LIDAR), un radar láser que no sería confundido por los métodos de guerra electrónica y ataque electrónico diseñados para interferir con las ondas de radio emitidas por los sistemas de radar, pero que no afectarían a los rayos láser emitidos por LADAR. El uso de LADAR proporcionaría una imagen tridimensional de los navíos a atacar, lo que permitiría también una mejor identificación del portaaviones. Más aun, China podría desarrollar una versión antibuque de los misiles balísticos intercontinentales chinos DF-31A y DF-41, los cuales, según Jane’s, tienen un alcance máximo de 14.000 kilómetros con una sola ojiva de guerra. Una versión antibuque de estos misiles balísticos intercontinentales podría ir equipada con un MARV (vehículo de reentrada maniobrero).
De copiar los ingenieros chinos el diseño del vehículo de reentrada del misil intercontinental ruso Topol-M (SS-27, según la denominación de la OTAN), éste tendría motores y alas para maniobrar en el espacio y después, dentro de la atmósfera, para evadir misiles antimisil. Según la agencia rusa de noticias RIA Novosti, el vehículo de reentrada del misil Topol-M va dotado de sistemas de contramedidas –probablemente incluyendo contra-contramedidas electrónicas– y señuelos para confundir a las defensas antimisiles, estando además diseñado el MARV para resistir radiación, pulsos electromagnéticos (EMP) y “para sobrevivir un impacto de cualquier forma de tecnología láser”. Pero un arma láser como la que se podría montar en la “isla” (la superestructura) de un portaaviones, de tener solo una potencia de 50 a 100 kilovatios igual no podría hacer estallar a un vehículo de reentrada revestido de materiales altamente resistentes para soportar el intenso calor al entrar a la atmósfera, además de estar diseñado para sobrevivir a impactos de armas láser. El vehículo de reentrada podría estar diseñado con superficies reflectantes e inclinadas –inclinadas como las superficies del tanque T-34 ruso de la Segunda Guerra Mundial– para desviar un rayo láser.
Sistemas de tecnología poco observable al radar, como una nube de plasma frío, o para hacer invisible en los espectros visible e infrarrojo a través de un “e-camuflaje”, se podrían usar en un vehículo de reentrada para ocultarlo de los sensores antimisiles. Un ataque de misil balístico antibuque probablemente iría acompañado de un ataque cibernético para neutralizar e inutilizar las computadoras de los sistemas de mando y control, de los sensores y las computadoras de control de tiro de defensa antimisil de un grupo de combate de portaaviones. Un virus informático ofensivo se podría extender a través de la red informática de transmisión de datos de la Armada de EE.UU., conocida como Capacidad de Combate Cooperativo (CEC).
Utilizándose satélites de vigilancia y otros medios de inteligencia como el espionaje, una potencia podría potencialmente saber la localización todo el tiempo de los portaaviones estadounidenses. Utilizando misiles balísticos intercontinentales antibuque de unos 14.000 kilómetros de alcance, China, en una guerra, podría atacar simultáneamente no sólo a aquellos portaaviones en la región de conflicto (cuatro o más) sino también a aquellos navíos en puerto en mantenimiento o en dique en reparaciones en el territorio continental de los EE.UU., tanto en la costa del Pacífico como en la del Atlántico. Los navíos en puerto estarían en particular en una posición de mayor vulnerabilidad a un ataque de misiles balísticos. Con todo, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., el general Martin Dempsey, ha advertido que de imponerse al Pentágono los 1.200 millones de dólares en recortes automáticos como parte del llamado 'secuestro' fiscal, “Estados Unidos llevará sus portaaviones y otros buques de guerra a los puertos y suspenderá las maniobras navales”.
Actualmente la Armada de EE.UU. tiene disponibles nueve portaaviones de propulsión nuclear, estando un décimo navío, el portaaviones USS Abraham Lincoln, en reparaciones y mejoras por espacio de cuatro años para extender su vida operativa. Por regla, si hay un portaaviones en operaciones hay un segundo navío en tránsito hacia o de la zona de operaciones o en entrenamiento preparándose para una misión, habiendo un tercer portaaviones en mantenimiento en puerto o en reparaciones. En teoría, con nueve portaaviones disponibles, tres estarían en operaciones, tres en tránsito o entrenamiento y tres en mantenimiento o reparaciones. El gran alcance de los misiles balísticos intercontinentales antibuque les permitiría atacar no solo a los barcos en puerto o en tránsito sino también a los dos portaaviones que por orden del Gobierno del presidente Obama deben de operar en la región de Oriente Medio, desplegados contra Irán.
Los submarinos de propulsión nuclear y navíos con sofisticadas tecnologías poco observables como los destructores de la clase Zumwalt, con una gran capacidad generadora de electricidad para montar armas láser de megavatios de potencia capaces de interceptar misiles balísticos y satélites en baja órbita, tendrán más posibilidades de sobrevivir que el portaaviones en una futura guerra que esperemos nunca ocurra.
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