esparció por todo el norte de Europa, y que dio como resultado el
surgimiento de las Iglesias Evangélicas que no debían fidelidad a la
Iglesia Católica Romana.
El Papa reinante, León X, en virtud del hecho de que necesitaba grandes sumas de dinero para la terminación del templo de San Pedro en Roma, permitió a un agente llamado Juan Tetzel, que fuese por Alemania vendiendo certificados, firmados por el Papa, con virtud de conceder el perdón de todo pecado, no sólo de los poseedores del certificado, sino también de los amigos vivos o muertos en cuyo favor fuesen comprados, sin la confesión, el arrepentimiento, la pena o la absolución por un sacerdote.
Juan Tetzel decía a la gente: “Tan pronto como su moneda suene en el cofre, el alma de sus amigos ascenderá del purgatorio al cielo.” Ante esta situación Martín Lutero empezó a predicar en contra de Juan Tetzel y su venta de indulgencias, denunciando abiertamente su enseñanza.
En la mañana del 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del Castillo en Wittenberg (Alemania) un pergamino que contenía las noventa y cinco tesis o declaraciones, casi todas relacionadas con la venta de indulgencias, pero en su aplicación atacaba la autoridad del Papa y del sacerdocio. Los gobernantes de la Iglesia Católica Romana en vano procuraban restringir y lisonjear a Martín Lutero; él permaneció firme y la tempestad sólo le hizo más resuelto en su oposición a las doctrinas y prácticas no apoyadas por la Biblia, que enseñaba el Catolicismo Romano.
Después de muchas controversias y la publicación de folletos que hicieron conocidas las opiniones de Martín Lutero por toda Alemania, sus enseñanzas fueron formalmente condenadas y fue excomulgado por una bula del Papa León X en junio de 1520. Se le ordenó al elector Federico de Sajonia que entregase a Lutero para ser juzgado y castigado, pero en vez de esto, le dio amplia protección, pues él simpatizaba con sus ideas.
Martín Lutero recibió la excomunión con desafío llamándola “la bula execrable del Anticristo”, y el día 10 de diciembre, la quemó públicamente a las puertas de Wittenberg, ante una asamblea de profesores de la universidad, de los estudiantes y el pueblo. Con la bula del Papa también quemó copias de los cánones o leyes establecidas por las autoridades romanas. Este acto constituyó la renuncia final de Martín Lutero a la Iglesia Católica Romana.
En 1521, Martín Lutero fue citado ante la Dieta o Concilio Supremo de los gobernantes ale-manes, reuniéndose en Worms. El nuevo emperador, Carlos V, le dio la promesa de un salvo conducto, y Martín Lutero fue a la asamblea, aunque amonestado por sus amigos de que podría encontrar la misma suerte de Juan Hus en circunstancias parecidas en el Concilio de Constanza, en 1415. Lutero dijo: “Iré a Worms, aunque me acechen tantos demonios como tejas hay en los techados.”
El 17 de abril de 1521, Martín Lutero estaba ante la Dieta, la cual presidía el emperador, y en respuesta a la pregunta que si se retractaría de las declaraciones de sus libros, después de considerarlo respondió que no podía retractarse de nada excepto de lo que fuera desaprobado por la Escritura o la razón, terminando con las palabras: “Aquí estoy; no puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén.” El emperador Carlos V fue instado para que prendiese a Martín Lutero, ofreciendo como razón de que la fe no podía ser guardada con los herejes, pero le permitió salir de Worms en paz.
Mientras Martín Lutero viajaba de regreso a su hogar, repentinamente fue arrestado por soldados del elector Federico y llevado para su seguridad al castillo de Wartzburgo en Turingia. Permaneció allí cerca de un año, disfrazado, mientras que tempestades de guerra y revuelta rugían en el imperio.
Pero no estaba ocioso, porque durante este retiro hizo su traducción del Nuevo Testamento a la lengua alemana, obra que por sí sola le hubiera hecho inmortal, por que su versión es considerada como el fundamento del idioma alemán escrito. Esto fue en el 1521; el Antiguo Testamento no fue terminado sino hasta varios años más tarde. Al regresar de Wartzburgo a Wittenberg, Martín Lutero reasumió la dirección del movimiento en favor de una Iglesia Evangélica, libre de excesos extravagantes.
La Reforma Evangélica o Protestante del siglo XVI fue basada sobre cinco grandes conceptos bíblicos:
1. Sola Fe, que significa que solamente por medio de la fe en la persona y la obra redentora de Jesús podemos ser aceptos delante de Dios.
2. Sola Escritura, que concluye que la Palabra de Dios es la única autoridad para que el pecador encuentre el camino de la salvación.
3. Solo Cristo, que sostiene que la justificación se obtiene sólo por los méritos de la muerte de Cristo en la cruz.
4. Sola Gracia, que afirma que la salvación es sólo por la gracia de Dios. Nadie la merece.
5. Solo a Dios sea la gloria, que declara que el creyente reconoce que sólo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo merece toda la honra y la gloria por su obra salvadora.
Estos conceptos básicos todavía nos sirven para llevar a cabo la obra de la Iglesia en la época en que nos toca vivir. Al recordar lo que pasó en el siglo XVI, damos gracias a Dios por haber renovado su Iglesia y por las personas como Juan Wycliffe, Juan Hus, Jerónimo Savonarola, Martín Lutero y otros, que estuvieron dispuestos a dar sus vidas para mantener la sencillez del Evangelio y a hacer un esfuerzo por purificar la Iglesia del Señor Jesucristo.
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