Así, por ejemplo, las fuerzas navales de China y Rusia se disponen a realizar maniobras conjuntas en el mar del Japón (también conocido como mar del Este), en una demostración más de la cooperación militar entre ambos países.
No es nuevo, sin embargo, que Moscú y Pekín hayan estado reforzando su cooperación política y militar. De hecho, las consultas militares entre los dos países se remontan a principios de la década de 1990, cuando el entonces ministro de Defensa chino, Qin Jiwei, visitó Moscú para establecer relaciones oficiales entre los Ejércitos de ambos Estados.
Ya a principios de la década de 2000, con la firma del Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa, China y Rusia prometieron establecer consultas periódicas en situaciones de amenaza a su seguridad e integridad territorial. Estos mecanismos consultivos entre los Ministerios de Defensa pretendían garantizar un flujo regular de información entre los oficiales militares, ayudando a formular "entendimientos comunes" sobre cuestiones clave de la política regional e internacional, como las alianzas de EEUU en la región Asia-Pacífico y la expansión de la OTAN en el continente europeo.
Otro punto importante a mencionar, en el Artículo 2 del mismo Tratado, China y Rusia también prometen renunciar al uso —o amenaza de uso— de la fuerza en sus relaciones bilaterales, excluyendo también el uso de sanciones económicas mutuas. Se trata de un verdadero hito en las relaciones políticas dentro de Eurasia, ya que excluye la posibilidad de que surja cualquier tipo de confrontación directa entre Moscú y Pekín.
También, según el documento, las relaciones chino-rusas se basan en cinco principios fundamentales: el respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial de los Estados, la no agresión, la no injerencia en los asuntos internos, la igualdad política y la coexistencia pacífica. Estos principios, conocidos como los Cinco Principios de la Coexistencia Pacífica, también están presentes en el preámbulo de la Constitución de la República Popular China y han servido de base fundamental para la cooperación chino-rusa desde entonces.
Con este mismo espíritu, Rusia y China llevaron a cabo en 2005 su primer ejercicio militar conjunto, titulado Misión de Paz, en el que participaron unos 10.000 soldados. Anunciado como un ejercicio "antiterrorista", el uso de bombarderos de largo alcance y las actividades de bloqueo aéreo y naval demostraron que los objetivos del ejercicio eran más ambiciosos de lo que se había publicitado inicialmente.
En 2012, China y Rusia participaron en nuevas maniobras militares, esta vez denominadas Joint Sea (Mar Conjunto), destinadas a lograr una mejor coordinación entre sus armadas. Fue el comienzo de una nueva etapa en la profundización de la cooperación militar bilateral.
Durante las maniobras Joint Sea de 2014, por ejemplo, las actividades se ampliaron para incluir la defensa de buques de guerra fondeados y el transporte y rescate de buques capturados. Por último, Joint Sea 2015 se convirtió en el mayor ejercicio realizado por la Armada china con una armada extranjera en la historia del país, e incluyó el comando de buques de guerra en el mar Mediterráneo, considerada zona de influencia de la OTAN.
Junto con este aumento de la interacción en el ámbito militar, en los últimos años las relaciones entre Rusia y China también han experimentado una importante ampliación en la esfera económica. Cabe recordar que desde que asumió su mandato el presidente ruso Vladímir Putin a principios de la década de 2000, la construcción de infraestructuras de transporte de petróleo y gas que conectan a ambos países se ha convertido en un factor fundamental de este proceso de alineamiento chino-ruso en Eurasia.
De acuerdo con datos recientes de la administración aduanera china, en los seis primeros meses de este año Rusia encabezó los suministros de petróleo a China, sobrepasando la posición de Arabia Saudita. Vemos pues que el aumento de la interacción militar también ha ido acompañado de una beneficiosa relación de complementariedad económica entre ambos países.
Además, la reciente reorientación de las materias primas rusas del mercado europeo a los mercados asiáticos ha sido clave para Moscú, especialmente tras las sanciones occidentales impuestas al país en 2022.
Dadas las promesas de la Unión Europea de disminuir su dependencia del gas y el petróleo rusos, la asociación comercial Rusia-China (así como la asociación Rusia-la India) ha adquirido aún más importancia geopolítica para Moscú, al tiempo que representa una nueva era económica para Eurasia.
En cuanto al ámbito militar, Rusia constituye un importante exportador de equipos y tecnologías tanto a China como a la India. En 2018, por ejemplo, Rusia suministró a China avanzados sistemas de defensa antiaérea S-400. Se trata del mismo complejo desplegado por Rusia en Siria en 2015 y vendido a Turquía en 2019. La India también lo adquirió en 2020 y 2021.
Es importante señalar que a lo largo de la década de 1990 y gran parte de la de 2000, las ventas de armas rusas a China representaron aproximadamente el 80% de las importaciones totales de Pekín. Así, volvemos a ser testigos de que este aumento de la cooperación comercial-militar sirvió como uno de los principales cimientos para el fortalecimiento de las relaciones políticas entre Rusia y China. Para el gigante asiático, la adquisición de armas rusas ha servido para equipar y modernizar sus fuerzas armadas, que que hoy en día han causado preocupación en diversos círculos occidentales y especialmente en la OTAN.
Conviene recordar que en los primeros meses de este año, el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, durante su visita a Japón y Corea del Sur, dejó claro que la OTAN ve con preocupación el acercamiento entre Rusia y China en los últimos tiempos. Para Stoltenberg, la asociación chino-rusa representa un desafío y una amenaza para los valores, los intereses y la seguridad de los países de la OTAN.
Han sido la propia expansión de la OTAN en Europa y las alianzas de EEUU en Asia-Pacífico las que han cercado militarmente a Moscú y Pekín desde la segunda mitad del siglo pasado. Esperar que Rusia y China hagan la vista gorda ante esta realidad para siempre es un signo de gran ingenuidad o de simple mala fe. Toda acción tiene una reacción. Y la reacción de Eurasia vendrá precisamente a través de una mayor cooperación política, económica y militar entre rusos y chinos.
Las opiniones expresadas en este artículo pueden no coincidir con las de la redacción.
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