AREA X (Especial para Urgente24) – El submarino nuclear cazaportaviones K-141 «Kursk», orgullo de la Armada rusa desde su botadura en 1994 y uno de los navíos de guerra más sofisticados de su tiempo, acabó sus días bajo el gélido mar de Bárents el 12 de agosto de 2000. Un documental ruso da cuenta que en ese entonces el ex agente de la KGB y flamante presidente, Vladimir Putin, ocultó información que comprometía a dos submarinos estadounidenses implicados en el incidente, evitando así que se desencadenara la 3era Guerra Mundial.
Llevaba doble casco e iba armado con 24 misiles de crucero “Granit” y una decena de torpedos. Estaba bajo el mando del capitán Guennadi Liachin y arrastró en su naufragio a los 118 miembros de la tripulación, algunos de los cuales tuvieron una agonía lenta y angustiosa.
Fue el primer problema serio para el recién elegido presidente Vladímir Putin. El trágico accidente puso de manifiesto que, pese a contar con un poderoso armamento, las Fuerzas Armadas del país se encontraban en un estado lamentable por la falta de presupuesto. Los fondos disponibles no alcanzaba para pagar los sueldos a los militares ni para dotarles de viviendas dignas. Tampoco para adquirir elementos tan básicos del equipo de un submarino como trajes de buzo en cantidad suficiente.
Hoy día sigue habiendo mandos de la Marina rusa que creen que el Kursk fue hundido por el sumergible norteamericano Memphis. Estiman que aquello fue una “advertencia” de USA para que Rusia no vendiera a China torpedos Shkval, los más rápidos que existían entonces. Dicen también que aquel 12 de agosto el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear y que el Kremlin tuvo que mirar para otro lado y hacer oídos sordos a fin de evitar un conflicto a gran escala. Todo eso está en el libro del historiador y capitán de la Marina rusa, Vitali Dotsenko, titulado “¿Quién mato al Kursk?”.
Putin extrajo dos conclusiones cruciales de aquella crisis: que tenía que modernizar sus ejércitos, algo todavía pendiente, y que la libertad de prensa es un temible enemigo para los estados opacos, corruptos y antidemocráticos. Como se vería en años posteriores, actuó en consecuencia.
Las maniobras de la Flota del Norte en el mar de Bárents cumplían ya su segunda semana. Era el mayor operativo naval desplegado por Rusia desde la desintegración de la URSS. El tiempo era inestable, pero durante la primera mitad de aquel sábado 12 de agosto, lució el sol y las aguas, de no ser por el fragor de los ejercicios, podían considerarse tranquilas. El objetivo de todo el montaje era probar los “Shkval”, tras su última mejora, engatusar a la Marina china para que lo comprara y, de paso, mostrar una vez más los dientes a USA.
Pero, a las 11,28, fue percibida una explosión en las profundidades. Dos minutos y medio después se produjo otra mucho más fuerte. Se perdió el contacto por radio con el “Kursk”. El buque insignia, el crucero “Pedro I el Grande”, dio la alarma y el comandante en jefe de la Flota del Norte, el almirante Viacheslav Popov, se trasladó a tierra en helicóptero para reunirse con el resto de los mandos de la Armada y del Ministerio de Defensa. No se emitió ningún comunicado. Ese día, Putin comenzó tranquilamente sus vacaciones en el balneario de Sochi, a orillas del mar Negro.
Las primeras informaciones sobre la catástrofe del “Kursk” aparecieron dos días después, el lunes día 14, y se mintió al decir que el hundimiento tuvo lugar el domingo. Luego rectificarían con otra mentira, diciendo que el domingo fue cuando lograron encontrar al submarino, tras 30 horas de supuesta búsqueda.
Según se pudo averiguar gracias a documentos de la investigación posterior, en todo momento se supo la ubicación exacta del “Kursk”. Al estar a una profundidad de sólo 108 metros, era perfectamente visible para los aviones. Hubo también engaño cuando se dijo que no había armas atómicas en su interior. Tras su desguace, año y medio más tarde, se admitió que algunos misiles “Granit” llevaban carga nuclear.
El vice-almirante, Mijaíl Motsak, dijo aquel lunes a la prensa que alguien había quedado con vida por que se escuchaban golpes en el casco del submarino en la zona de popa, en donde se encuentra una de las escotillas de salvamento. Desde el martes 15, la Marina rusa llevó a cabo siete intentos fallidos con sus batiscafos de abrir la escotilla y extraer a los supervivientes. Pero sí vieron que el Kursk tenía completamente destrozada la proa, en donde se alojan los torpedos, y una gran grieta longitudinal.
Los desperfectos convencieron a la cúpula de la Marina rusa que el Kursk colisionó con otro submarino sin descartar incluso que hubiera podido ser atacado. Dotsenko sostiene que fue alcanzado por un torpedo norteamericano Mark-48.
Durante las maniobras en el mar de Bárents fue detectada la presencia de varios barcos de la OTAN, entre ellos los sumergibles norteamericanos Toledo y Memphis. Washington no lo negó, pero sí su implicación en la catástrofe del “Kursk”. Se barajaron otras hipótesis: fuego amigo de un torpedo lanzado desde el “Pedro I el Grande” y la que se convirtió finalmente en oficial, la inflamación fortuita del combustible de un torpedo del sumergible ruso, que provocó una reacción en cadena e hizo que estallaran los demás torpedos en la proa.
Putin, que seguía sin interrumpir sus vacaciones, se rindió por fin a la evidencia y aceptó la ayuda internacional, cinco días después del hundimiento y cuando habían cesado ya los golpes en el casco de la nave. El viernes 18, el presidente dio por primera vez la cara ante la prensa y enseguida llegaron a la zona los dos navíos noruegos de salvamento, el Normand Pioneer y el Seaway Eagle, con el batiscafo británico LR5 y un equipo de buceadores. Ellos sí pudieron abrir la escotilla, pero para constatar la triste noticia de que no había quedado nadie con vida.
El 27 de agosto, después de 11 días recibiendo críticas a diestro y siniestro y tras regresar precipitadamente de Vidiáyevo de una tormentosa reunión con los familiares de la tripulación del submarino, que puso al descubierto sus precarias condiciones de vida, incluyendo a la viuda del capitán Liachin, Putin concedió una entrevista a la televisión dirigiendo el grueso de sus diatribas contra los magnates mediáticos, Borís Berezovski y Vladímir Gusinski. “Es curioso que entre los más resueltos defensores de los marineros se encuentren aquellos que, durante largo tiempo, favorecieron el hundimiento del Ejército, la Armada y el Estado, haciéndose, al mismo tiempo, millonarios”, les recriminó.
En octubre de 2000, pudieron ser recuperados los primeros doce cadáveres del “Kursk”. En dos de ellos fueron encontradas notas escritas a ciegas antes de morir. Uno de los autores, el teniente de navío, Dmitri Kolésnikov, contaba que el personal de los compartimientos 6,7 y 8 se reunió en el 9, él ultimo de popa. Eran en total 23 personas. Un año después, se reflotó el navío, salvo la proa que fue aserrada y volada con explosivos. Se sacaron el resto de los cuerpos, las bombas nucleares y los dos reactores. Lo que quedó fue desguazado.
En el documental, probablemente financiado por militares rusos que abrigan la teoría del ataque estadounidense, se da cuenta de un posible ocultamiento del presidente Vladimir Putin para evitar un encontronazo que podría haber desencadenado la 3era Guerra Mundial. Rusia aún no estaba preparada.
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