Si pensabas que después de todos estos años nada sorprendentemente nuevo podría ser descubierto sobre el Holocausto, prepárate.
Historiadores como Deborah Lipstadt de la Universidad de
Emory creen que un libro que pronto será publicado sobre la relación secreta de
Hollywood con Hitler y la Alemania Nazi no será nada menos que un "súper
éxito de ventas". Al intentar explicar el silencio de la industria del
cine en la época de la ascensión al poder de Hitler y el surgimiento de un
feroz antisemitismo patrocinado por el gobierno alemán, Ben Urwand, un miembro
de la prestigiosa Sociedad de Harvard, cuyos padres eran judíos refugiados de
Egipto y Hungría, revela los resultados de sus años de investigación en cartas
y documentos recién descubiertos. Sus conclusiones son el poderoso tema de su
libro atrevidamente titulado “The Collaboration: Hollywood’s Pact with Hitler”
("La Colaboración: El Pacto de Hollywood con Hitler").
Con el paso del tiempo hemos aprendido a disipar muchos de
los mitos que rodean el Holocausto. En el trabajo seminal de Daniel Jonás
Goldhagen,“Hitler’s Willing Executioners: Ordinary Germans And The Holocaust”
("Los Verdugos Voluntarios de Hitler: Alemanes Ordinarios y el
Holocausto"), llegamos finalmente a reconocer que los famosos mitos de que
los alemanes ignoraban el asesinato en masa de judíos, que los asesinos eran
sólo hombres de la SS y que aquellos que asesinaban judíos lo hacían a
regañadientes, eran grandes mentiras. Nos proporcionaron pruebas concluyentes
de que el exterminio de los judíos europeos incluyó la participación entusiasta
de decenas de miles de alemanes comunes. Un antisemitismo muy popular y muy
publicitado hizo que la búsqueda de los objetivos genocidas de Hitler fuera
posible. La persecución radical de los judíos durante la década de 1930, lejos
de ser un secreto bien guardado, era una política bien conocida. Desde unidades
móviles de exterminio, a los campos, a las marchas de la muerte, Goldhagen nos
enseñó cómo alemanes comunes y corrientes, nutridos en una sociedad donde los
judíos eran vistos como un mal inalterable y peligroso, voluntariamente
siguieron sus creencias y actuaron acordemente.
Tomó años, pero finalmente nos enteramos de que los alemanes
comunes no eran simplemente culpables del pecado del silencio. Eran culpables
de los indecibles horrores del genocidio.
Pero, ¿qué hay del resto del mundo?
Ahora también nos vemos obligados a enfrentar la realidad de
que el ascenso del fascismo y su guerra en contra de los judíos se fusionó no
sólo con la aprobación silenciosa, sino que en muchos casos con la colaboración
activa. Cuando la opinión pública podría haber hecho una gran diferencia,
cuando una posición firme en contra del mal podría haberlo detenido en sus
primeras etapas, aquellos que sabían muy bien lo que estaba pasando eligieron
el camino del interés propio por sobre los principios.
La ideología Nazi triunfó durante el tiempo que lo hizo,
porque tenía apoyo, incluyendo el apoyo de Hollywood.
Todos sabemos que Hollywood, la capital mundial del cine,
fue fundada por judíos. La obra clásica sobre la historia de Hollywood escrita
por Neil Gabler se titula acertadamente: “An Empire of Their Own: How the Jews
Invented Hollywood” (“Un Imperio Propio: Cómo los Judíos Inventaron
Hollywood”). La lista de los primeros magnates del cine pareciera ser una lista
de presidentes de una sinagoga: Adolph Zukor, fundador de Paramount, Carl
Laemmle, fundador de Universal, Jack y Samuel Warner, fundadores de la Warner
Bros., Louis B. Mayer, fundador de MGM, William Fox, jefe de la 20th
Century-Fox, y Harry Cohn, que dirigía Columbia Pictures. A partir de 1908,
cuando Walter Selig trasladó su compañía a California, con la excepción de la
20th Century-Fox de Darryl Zanuck (el "Estudio Goi"), los creadores y
empresarios judíos guiaron el destino de la maquinaria de propaganda más grande
de América.
Sin embargo, a pesar de su origen e identidad personal, las
personas que más fácilmente podrían haber alertado al mundo sobre los peligros
del régimen Nazi, decidieron que su consideración principal era proteger el
mercado alemán para sus películas. La lista de compromisos que hicieron con su
conciencia parece casi increíble. Urwand nos ofrece numerosas historias tras
bambalinas de la cooperación activa entre Hollywood y Hitler que perturban la
mente.
Los jefes de algunos de los principales estudios invitaron a
oficiales Nazis a Los Ángeles, para que revisaran las películas escena por
escena y las editaran para que se adaptaran a su propaganda. El régimen Nazi
dictaminaba políticas con respecto a la idoneidad de los temas. Las películas
que criticaban lo que ocurría en Alemania eran dejadas de lado. Una red mundial
de monitores que se aseguró de que ediciones controladas por los Nazis se
realizaran en todos los países, incluyendo los Estados Unidos, fue sancionada
en voz baja. A modo de ejemplo, como un indicativo de los extremos a los que
Hollywood llegó permitiendo que los censores alemanes ejercieran su autoridad,
Jack Warner acordó eliminar la palabra "judío" de todos los diálogos
en la película de 1937 "La vida de Emile Zola".
En una carta de 1938 de la rama alemana de 20th Century-Fox,
recientemente encontrada en archivos estatales alemanes en Berlín, el estudio
le pidió humildemente a Hitler que compartira sus opiniones sobre las películas
estadounidenses – y para asegurar la buena voluntad del destinatario, firmó la
petición "Heil Hitler". Y, lo más dañino de todo, de acuerdo con otro
documento, los principales jefes del estudio ayudaron a financiar la
fabricación de armamentos alemanes.
¿Cómo fue esto posible? La respuesta más clara proviene de
una cita de Louis B. Mayer, en respuesta a por qué detuvo la producción de una
película que mostraba el principio del sometimiento de los judíos en Alemania:
"Tenemos excelentes ingresos en Alemania y por lo tanto, en lo que a mí
respecta, esta película nunca se realizará".
Esa es la increíble verdad que yace detrás de la respuesta
de Hollywood ante los terribles acontecimientos del siglo 20. El dinero triunfó
por sobre la moralidad. Las riquezas anularon la lógica. El deseo de amasar
fortunas inagotables selló el pacto con el diablo.
A la luz de esto, tenemos que evaluar si los medios de
comunicación hoy en día son diferentes. ¿Cómo podemos explicar la obsesión
contemporánea de retratar a Israel como agresor cuando desde su nacimiento ha
sido acosado por enemigos que buscan decididamente su destrucción? ¿Cómo
podemos entender la distorsión incesante de los medios de comunicación haciendo
parecer que las víctimas israelíes son villanos y los terroristas suicidas son
simplemente personas con quejas legítimas? ¿Cómo podemos comprender los reportajes
que glorifican a los terroristas y que al mismo tiempo condenan a un país que
sigue pidiéndole a sus enemigos, derrotados en guerras iniciadas por ellos
mismos, que se acerquen para discutir acerca de la paz?
Tal vez los medios de comunicación han renunciado una vez
más a la moral en favor del dinero de los enemigos ricos en petróleo de Israel.
El juego de los medios de comunicación es la propaganda – y la propaganda
invariablemente es comprada por el mejor postor. La lección de los años 30 que
ahora ha salido a la luz con respecto a Hollywood y Hitler necesita ser
recordada y enfatizada mientras reflexionamos sobre nuestra respuesta
contemporánea ante los acontecimientos de hoy.
Nos serviría también reflexionar sobre la advertencia de
Elie Wiesel: "La verdadera tragedia es que lo que hemos aprendido de la
historia, es que no aprendemos realmente de la historia".
Fuente: Aish México
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