Foto: EPA
Para estos
fines, la CIA asignó seiscientos treinta mil dólares y un plazo de
veintiun meses, durante los cuales científicos deben evaluar las
posibilidades del hombre para influir sobre el clima y las amenazas que
ello pueda implicar para la seguridad nacional.
El
perfil del estudio de por sí no debería preocupar, pero su financiación
con cargo a los recursos de la CIA da motivos para suponer que en
realidad, EEUU busca el objetivo de idear armas climáticas.
Esta suposición es bastante difícil de analizar. La mayoría de los expertos entrevistados por La Voz de Rusia,
renuncian hacer comentarios sobre este tema, pero nadie ha negado que
los militares a escala planetaria desde hace tiempo aspiran tener este
tipo de arma. Comenta la situación el director del Instituto de análisis
político y militar, Alexánder Sharavin:
–Creo
que hace más de cincuenta años los mayores Estados del mundo empezaron a
realizar investigaciones en materia de armas climáticas. Algunos
registraron mayores avances, otros menores. Se conocen los casos de
control del clima. El quid del problema no estriba en la posibilidad de
controlar el clima, sino en los eventuales efectos que tal control pueda
acarrear. Lo más difícil es pronosticar el resultado. Por lo tanto, a
mi modo de ver, las actuales investigaciones no buscan desarrollar un
arma climática. De ahí que las sumas asignadas por la Administración de
EEUU sean bastante modestas. Son centenares de miles de dólares,
evidentemente insuficientes para idear un arma conceptualmente nueva.
Mientras
tanto, durante la guerra de Vietnam EEUU recurrió a las técnicas de
modificación del clima con fines militares. Aquella operación tuvo el
nombre en clave Popeye (Espinaca): durante la temporada de lluvias,
aviones estadounidenses dispersaron yoduro de plata, lo que trajo como
consecuencia la triplicación de las precipitaciones y el aumento de la
temporada de lluvias en un 50 %. Como resultado, los senderos y caminos
silvestres por los que a los guerrilleros recibían armas y municiones,
pasaron a ser todo un fango.
Pero
pronto se aclaró que tales métodos de conducción de la guerra eran muy
costosos, mientras sus efectos duraban muy poco. De todas formas, hasta
hoy muchos están convencidos de que EEUU es capaz de emplear las
técnicas de modificación ambiental con fines hostiles. En septiembre
pasado, sin ir más lejos, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad
manifestó que los enemigos provocaban sequía en la República Islámica.
Anteriormente, el difunto líder de Venezuela, Hugo Chávez, había acusado
a EEUU de estar implicado en los terremotos ocurridos en China y Haití
en 2010.
Algunos expertos rusos mencionaban la Estación
HAARP (EEUU) como causante del calor anómalo en el verano de 2010,
recuerda el director del Centro de Programas Climáticos, dependiente del
Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Alexéi Kokorin:
–Hablando
en rigor, la estación HAARP emplazada en Alaska es un enorme horno
microondas. Y cuando en julio de 2010 en Moscú hizo un tremendo calor,
algunos atribuían este fenómeno a las emisiones de HAARP. Partiendo de
sus parámetros técnicos, tal estación es capaz de abrir un hueco en las
nubes incluso a gran distancia. Otra cosa es que en julio de 2010 no se
registraron emisiones algunas de HAARP.
La
estación HAARP no es un proyecto único en su género. Dispositivos
similares de investigación ionosférica funcionan también en otros
países, por ejemplo, en la provincia de Nizhni Nóvgorod (parte europea
de Rusia), para ser más concretos. La única diferencia reside en que una
parte de datos obtenidos por HAARP se consideran clasificados, mientras
el propio proyecto es financiado por la Fuerza Aérea y la Marina de
EEUU, circunstancia que, por lo visto, contribuyó a demonizar la imagen
de dicha instalación. Sea como fuere, hace poco la estación HAARP fue
cerrada debido a la escasez de finanzas.
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