En el último año, desde que se anunciaba
el triunfo presidencial de Enrique Peña Nieto, medios internacionales
no han dejado de dibujar un optimista panorama para México, argumentando
que la economía de este país se encuentra en franco ascenso y que le
augura un brillante futuro. Especialistas económicos de sitios como
Reuters, The New York Times, The Economist y Forbes no han escatimado
elogios. Thomas L. Friedman, uno de los periodistas más respetados de
Estados Unidos, escribió en su columna del NYT a
finales de febrero: “¿Qué país se convertirá en el poder económico del
siglo 21? Ahora ya tengo la respuesta: México”. Aunque al parecer esta
aseveración se refiere a países emergentes como India y China, de
cualquier forma deja cierto aire de incredulidad –especialmente entre
los mexicanos.
Meses antes The Economist publicó una nota en la que hacía referencia a una predicción de la firma Nomura, que vaticinaba que México rebasaría Brasil como el gigante económico de Latinoamérica al final de esta década.
A pocos meses de su mandato, Enrique Peña Nieto era retratado en The Economist
como un valiente político que estaba superando los fantasmas del
pasado, empujando necesarias reformas y guíando a México con solidez
ante los desafíos del futuro. Esto pese a que en realidad el desmpeño de
la economía mexicana en el primer trimestre de su gobierno fue uno de los peores desde 2009.
Forbes publicó
hace unos días una nota, basada en el análisis de la consultora
británica SHL, que sugiere que México es el país que mayor cantidad de
líderes está por producir. Un dato que parece surrealista –y espero
estarme equivocando y se esté gestando subrepticiamente una revolución
en la conciencia y la proacción de los mexicanos.
El ex editor de Wired, Chris Anderson publicó en enero una nota México: The new China, en
la que analizaba la promesa económica mexicana: principalmente, un
paraíso de mano de obra barata con una incipiente industrialización y
capacitación tecnológica con una serie de ventajas con China (entre
ellas obviamente la distancia). Como sabemos en China, en empresas como
Foxconn, se ensamblan la mayoría de los gadgets del mundo. Y aunque
estas empresas representan miles de millones de dólares sus trabajadores
viven en condiciones que bien pueden ser calificadas como esclavitud
moderna. Uno de los indicios que hablan de la competencia económica de
México es que los salarios en la industria manufacturera se están
equiparando con los de China, esto es debido a que en Asia los sueldos
están aumentando. En mayo Forbes publicó
una nota en la que el director de Ferrari para América del Norte
declaró que México es la nueva China y anunciando un importante
incremento en la producción de autos con el sello del cavallino en
tierras mexicana –haciendo eco de numerosas automotrices que están
moviendo sus fábricas de producción a México– (lo cual no significa que
los mexicanos estaremos manejando muchos Ferraris próximamente, por
cierto).
¿Se sienten o presienten los efectos de
esta cantada bonanza económica en México, en las calles, en los
negocios? La clase baja y la clase media seguramente acordarán en que
nada de esto se percibe en el ambiente –la vieja maquinaria sigue
aplastándolos. En la Ciudad de México, acaso, se percibe una mayor
apertura al capital extranjero y cada vez se ven más coreanos,
españoles, franceses, etc. Esta diversidad es bienvenida, sin duda, pero
desde un punto de vista cultural; me quedan dudas hasta que punto la
anticipada derrama de la inversión extranjera se reflejará en la
economía del pueblo. ¿Cuánto de este dinero será a su vez invertido para
impulsar el desarrollo cultural, tecnológico, educativo que haría del
país ya no un maquilador de los productos ideados en otros países, una
especie de patio trasero de la innovación?
Aunque todos estos elogiosos análisis
puedan estar basados en indicadores económicos reales, difícilmente
parecen estar basados en la economía real del país –aquella que viven
los mexicanos en su acontecer diario (las estadísticas son una de las
formas más convincentes de manipular la forma en la que vemos la
realidad). Es sabido que México es uno de los países que mayor
desigualdad padece en el mundo: contando con el hombre más rico del
mundo y lo que puede calificarse como un oligopolio de empresarios, a
la par de tener una enorme población que vive en la pobreza extrema.
Estos indicadores no parecen en ninguna medida alterar esto –la imagen
que utiliza The Economist para significar el crecimiento de la economía
mexicana es una serie de sombreros elevándose en el cielo; difícilmente
veremos a las personas asociadas por el cliché con el uso de sombreros
recibiendo los beneficios de este supuesto boom en ciernes.
Resulta evidente que la visión boyante
que imaginan los economistas de estas revistas y sitios especializados
parte desde una óptica de oportunidad de negocio para inversionistas
extranjeros. Una de las grandes virtudes que se suelen citar en todos
los reportes de la economía mexicana es que cuenta con la cifra
récord de 44 tratados de libre comercio. Otra de las virtudes es la
marcada apertura a reformar el sector energético del nuevo presidente.
(Según el analista Christopher Sabatini, lo que arrojaron los resultados
del 2012 fue que una gran parte de la población “está contenta con la
ganancias que han amasado en los últimos años y no quiere arriesgarse a
la incertidumbre y a los disturbios económicos potenciales que López
Obrador representaba). La bien aceitada maquinaria priísta en el poder
es ciertamente una señal de confianza en el panorama internacional, y
bajo su espectral legitimidad los medios inflan la burbuja mexicana.
Nos preguntamos, sin ser ningún tipo de experto en materia económica, si
todo este entusiasmo no es similar a lo que ocurrió en el salinato,
donde los estupendos indicadores macronómicos de los primeros años y los
flamantes tratados de comercio, hacían de México una estrella de la
política internacional –que luego se precipitó en una álgida crisis,
que, como suele ocurrir favoreció a la especulación financiera de unos
cuantos. También en ese entonces Carlos Slim recibió el enorme beneficio
de la concesión de Teléfonos de México; ahora el petróleo entra en
escena.
Podemos conjeturar que estos medios, que
son parte de poderosos conglomerados –el New York Times, por ejemplo,
tiene como socio a Carlos Slim– que tienen intereses en que México abra
su economía a la inversión extranjera –y que saben que la opinión y la
percepción son capaces de manipular el mercado– están avanzando esta
visión positiva de México no sólo por el frío análisis de las cifras o
la penetrante prospección financiera. Si bien es innegable que México es
una país de gran capacidad económica por sus recursos naturales y su
mano de obra, no me parece del todo radical o conspiratoria la hipótesis
de que existe una línea internacional, que obedece a altos intereses,
para dorar la píldora mexicana, llenar de diamantes (que en el fondo son
de sangre) el tequila e influir en la imagen de “estabilidad” necesaria
para los grandes acuerdos. Esperamos ver en el futuro próximo un
crecimiento del producto interno bruto y de la inversión extranjera –y
esto podría ser positivo–, pero dudamos mucho ver un efecto de mejoría
sustancial en la economía de los ciudadanos (sólo en la de los selectos
miembros de la lista de Forbes)… Más que a la pólvora de Zapata, huele a
la tinta de Santa Ana.
Twitter del autor: @alepholo
Hola Enrique. Me llamo Morten Torres , danés / mexicano. Muy interesante leer tu articulo. Soy danés con padre mexicano,he visitado mi otro pais México muchas veces durante mi vida como persona privada y tambien profesional con clientes europeos y acabo vivir 18 meses en Puebla. Creo Enrique que no estoy de acuerdo contigo en varias cosas. Lo que he vivido y visto en Puebla y tambien en DF...muchos mexicanos SI tienen mas dinero y SI viven mejor o están en proceso y lucha mejorar a su economia y nivel de vida. Lo he convivido y visto de la clase media baja hasta la clase media alta. Nunca he visto antes en México Central tantos coches grandes y carros o medio carros como en los últimos años, y tuvé la impresión que abren nuevos negocios en seguida en Puebla y en DF en un nivel y con una velocidad que no reconozco de aqui en el Norte de Europa. Tampoco reconozco las cantidades en seguida de nuevas bolsas de trabajo del internet de muchos partes de México. Tampoco reconozco la voluntad y el espiritu de muchos mexicanos de seguir adelante, discriminados SI, con heridas y traumas SI...de todos modos buscan la nesecidad en sus mismos y yo percibía el espiritu de seguir adelante. Se habla entre los mexicanos de la corrupción...cuidado la gente son curroptos...lo experimenté 3 veces en 18 meses y viví una vida abierta conociendo a mexicanos a traves de negocio, es mucho 3 veces ?? Aqui en Dinamárca y Escandinavia tambien existen gente que desean aprovechar de ti y pasa a veces a traves de negocio. He reflexionado y he tratado recordar mis propias experiencias con este tema mientras que estuvé en México y hasta ahora pienso que la corrupción tal vez no tiene tanto que ver con educación y titulos, ni nivel de vida, ni economia tal vez un parte tiene algo que ver con el espiritu, la integridad y la actitud. A veces están mas bajos y a veces están mas altos durante una vida entera. Me parece tambien Enrique que hablás de teorias de conspiracion, que las estadisticas de México no son reales, los politicos ?? la gente con mas dinero ?? han manipulado los estadisticos mexicanos que reciben por ejemplo la organización OECD. Bueno yo he estudiado los estadisticos mexicanos de OECD durante años y mi propia experiencia en México es que son reales. Incluye la desconfianza entre los mexicanos en contra a los politicos y el sistema mexicano. Tambien incluye el nivel de la desigualdad en México y la pobreza -extrema. Tengo familiares en México que viven en pobreza y es duro y doloroso aceptar eso. Comparas tambien la epoca de Salinas con el presente. Creo que el presente es distinto de las 90 en el aspecto politico y de las empresas. Las medias sociales hacen presión a los politicos, los sistemas y las empresas grandes. Han perdido un control de la poblacion y los consumidores que tuvieron en los 90. Ahora por ejemplo un parte mas grande del control, la influiencia y el poder están en manos del cuidadano y consumidor, no solo en México sino en todo el mundo occidental. Y parece que es un reto cada vez mas grande para los politicos y las empresas como reaccionar, cambiar y vivir con la transperencia y el poder que ofrecen las medias sociales. Yo tengo fé en México y esperanza y mucho mas. Y creo que sea posible para México y el pueblo mexicano tener mas éxito durante el siglo 21. Creo que está pasando mientras que escribo !
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