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martes, 5 de febrero de 2013

Siria: la primacía del orden interestatal

Los intereses y las desconfianzas entre los actores preeminentes paralizan la posibilidad de una intervención multinacional

Sin duda que el conflicto que desde hace casi dos años padece el país de Oriente Próximo es de naturaleza intraestatal, puesto que, en efecto, se trata de una confrontación entre actores internos: por un lado, las fuerzas pertenecientes al Estado sirio; por otro, la insurgencia siria. Más allá de los apoyos estatales externos que reciben una y otra parte, la lógica del conflicto es intraestatal.
 
 
Sin embargo, la imposibilidad de alcanzar un cese de la violencia obedece a una lógica interestatal, puesto que los actores preeminentes, es decir, aquellos con capacidad efectiva de influencia sobre el curso de los acontecimientos, mantienen  diferencias hasta el momento insuperables.
Dichas diferencias están relacionadas con el “modo de gestión” internacional de este tipo de conflicto “de pueblos”, aunqueen verdad van más allá del mismo: las diferencias obedecen a cuestiones que provienen del propio desenlace del conflicto de orden interestatal bipolar del siglo pasado, y que hasta la fecha no han sido superadas, como asimismo también a percepciones interestatales relativas a cuestiones básicamente geopolíticas.
Efectivamente, los vetos de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU indican claramente la negativa de ambos actores preeminentes a que se repita en Siria la “trama libia”, es decir, que el deber de injerencia para proteger al pueblo no se transforme (en los hechos) en deber de injerencia para apoyar a la insurgencia, debilitar el poder militar del régimen y, finalmente, lograr la caída de éste.
Pero si ampliamos el enfoque más allá de las cuestiones relacionadas con las diferencias internacionales sobre el conflicto intraestatal, podremos comprobar que existen procesos más decisivos (aunque menos visibles) que nos pueden ayudar a comprender la parálisis de la comunidad internacional frente al conflicto de Siria.
Rusia: no más deshonra
En 2005, con motivo del 60 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial  el presidente Vladimir Putin pronunció un discurso que contenía una fuerte advertencia: “El fin de la Unión Soviética fue una catástrofe geopolítica, pues no solamente se perdió la Guerra Fría, sino que la Federación Rusa, su heredera, puede perder, además, lo que consiguió en la Gran Guerra Patriótica”.
Las palabras del mandatario ruso fueron una suerte de conclusión respecto de lo que para Moscú había sido la política de cooperación de Estados Unidos para con Rusia desde principio de los años noventa: aquel país no había basado su política en un auténtico patrón de reconocimiento y colaboración internacional, sino en un patrón que mantenía los términos de victoria de uno y derrota del otro que, incuestionablemente, implicó el desenlace de la contienda bipolar. En otros términos, aunque se sostuvo que la relación se fundaría en la cooperación (hasta se habló de “asociación estratégica”), Estados Unidos llevó adelante una política de cooperación,pero desde lógicas de poder que implicaron maximización de sus intereses nacionales y debilitamiento de los de Rusia.
Por caso, a pesar de que existía una promesa de no expansión de la OTAN hacia Este, promesa sobre la que se habría pactado el final de la contienda bipolar, la OTAN no solamente se amplió a los países del Este, sino que dejó abierta la posibilidad de hacerlo al “Este del Este” de Europa, decisión que, de llevarse  adelante, implicaría lisa y llanamente la ruptura del histórico y fundamental activo estratégico de Rusia: la profundidad estratégica.
Moscú considera que en Siria se mantienen estos patrones de predominancia estratégica occidental: aunque Rusia ya no es el actor prácticamente irrelevante e impotente de los años noventa, percibe que Occidente no solamente se resiste a reconocer sus intereses, sino que se niega a incluirla en el espacio natural de potencias preeminentes, es decir, actores que, en función de su construcción de poder, alcanzan capacidad de deferencia o de consulta de parte de los demás. En otros términos, “lo que se había conseguido en la Gran Guerra Patriótica”, recordando las palabras de Putin.
Por ello, el especialista ruso Serguéi Karagánov ha sido suficientemente claro cuando sostuvo que cuestiones como la ampliación de la OTAN significan que “Estados Unidos no salió de la Guerra Fría  Pese a que el enfrentamiento quedó atrás, se lo está sustituyendo por un nuevo punto muerto: Rusia por un lado, Estados Unidos por otro”.
China: más consulta
En cuanto a China, si bien la negativa de este país en el Consejo de Seguridad no está relacionada con el desenlace del conflicto de Guerra Fría, la misma sí se debe a la percepción de falta de deferencia y adopción de decisiones inconsultas que percibe Pekín en torno a la defensa y promoción de los intereses geopolíticos estadounidenses en espacios de intereses directos de China.
Para el preeminente actor asiático, su autopercepción de única superpotencia  lleva a Estados Unidos a moverse globalmente y desempeñar un papel de “pacificador”, según la expresión de John Mearsheimer, en áreas siempre geopolíticamente sensibles. Para especialistas chinos como ZhibinGu, se trata de una visión y práctica que prescinde de la concepción oriental conocida como “mentalidad de poder global”, que consiste en establecer más “más consulta y diálogo” con  los poderes regionales.
De modo que si bien existen cuestiones relativas a cómo encarar el involucramiento multilateral en el conflicto intraestatal sirio, como asimismo razones relativas a intereses geopolíticos y geoeconómicos en la región (sobre todo los de Rusia en torno a la “plaza” naval y a las transacciones de armamentos), la parálisis internacional frente a una guerra que ya costó la vida a más de 50.000 sirios necesariamente debe ser evaluada en función de los reparos, los intereses y las desconfianzasque tienen lugar en el segmento interestatal mayor, es decir, en el círculo de los actores preeminentes.

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