Un estudio bíblico, histórico y analítico sobre la verdad de Cristo y la horrenda falsedad emanada del catolicismo romano.
Parte I
La palabra latina missa es de origen pagano, y se introdujo en el año 350 en la Iglesia romana aplicada más tarde por corrupción a lo que hoy se da el nombre de misa.
Cuando los sacerdotes paganos concluían sus funciones, para despedir al pueblo usaban la fórmula: "Ite missa est", de ahí viene el nombre del culto católico-romano, tal y como enseñó el papa Benedicto XIV (1740-1758) en su “Tratado sobre la Misa, 1: 6”. La misa es un sacrificio en sí. Según Roma, es el sacrificio de Cristo una y otra vez.
“Imagen sacada de un sitio
católico. La propia imagen evoca crueldad y blasfemia, mostrando a un
cristo siempre en agonía, y a disposición de un sacerdote romano. No es
este el verdadero Cristo el cual vive para siempre, y está sentado a
la diestra del Padre”
El Concilio de Trento (1534-1545), en el que la doctrina de Roma se hizo oficial, afirmó: «Si alguno dijere que en la misa no se ofrece a Dios un sacrificio propio y verdadero, sea anatema» (es decir, sea maldito). Ese anatema, según Roma lo entiende, es merecedor de ser excomulgado, y merecedor de muerte eterna. Muchos protestantes, muchos miles,fueron asesinados cruelmente en la estaca y la hoguera por la Inquisición, por no creer ni seguir la enseñanza tridentina, la cual dicho sea de paso, es absolutamente blasfema.
1. Muchos y constantes sacrificios de Cristo
Según el dogma romano, la misa es la repetición del mismo sacrificio realizado por Cristo en la cruz del Calvario, y que puede ofrecer a Dios, por los vivos y por los difuntos. Sin embargo, la Palabra de Dios no enseña eso en absoluto, sino todo lo contrario. La misa no está en absoluto de acuerdo con lo que enseña la Palabra de Dios, la cual dice en Hebreos 10:12, "Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios" (Hebreos 10:12)
La expresión "se ha sentado" quiere decir que Cristo como oferente ha dejado de actuar, y que por lo tanto, el sacrificio de la cruz, es suficiente para la expiación de todos los pecados del mundo sin necesidad de repetir dicho sacrificio, ni siquiera de manera “incruenta” como alega a ser la misa.
Respecto a los muertos, esta doctrina contradice abiertamente lo que enseña la Biblia respecto a los que ya partieron: "De la manera que está establecido para los hombres, que mueran una sola vez y después de esto el juicio " (Hebreos 9: 27)
Los que mueren en Cristo no necesitan nada de aquí de la tierra porque ya están con el Señor. Para los que mueren sin Cristo, no hay una segunda oportunidad.
El Señor Jesucristo acabó Su obra en la cruz y exclamó: "Consumado es"
Los fieles católicos en una misa
Roma, sin embargo, insiste en que la misa es un sacrificio en el que Cristo es inmolado todos los días, celebrándose una media diaria de 200.000 “sacrificios” de Cristo por todo el mundo. Esto además de falso, es sin lugar a dudas blasfemo, porque deja como mentirosa la Palabra de Dios, y es una burla a Cristo y a su genuina obra. Ningún verdadero hijo de Dios puede ni debe participar de semejante monstruosidad.
¿Ha cambiado Roma su doctrina?
Equivocadamente, muchos piensan que Roma ha cambiado sus doctrinas tridentinas (de Trento), pero esto no es así. Esta misma doctrina en cuestión fue ratificada por el Concilio Vaticano II en el punto tercero de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, al afirmar: «La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la misa». Sin lugar a dudas esta declaración contradice las palabras de Jesús sobre la cruz y la enseñanza clara de la Biblia.Sin embargo, lo siguiente eso es lo que dice el catecismo romano respecto a la misa:
«¿Es la misa un sacrificio diferente del de la crucifixión? Respuesta: No. Porque el mismo Cristo que una vez se ofreció a sí mismo en sacrificio cruento a su eterno Padre sobre la cruz, continúa ofreciéndose en sacrificio incruento por las manos de un sacerdote sobre el altar».
Nótese que un hombre, el cual se presenta ante Dios y ante los demás como un sacerdote, cuantas veces quiere vuelve a sacrificar a Jesucristo. Por este procedimiento, según Roma el Cristo vivo queda en las manos de los hombres, y éstos hacen con Él como quieren y cuando quieren… ¿Tanto cuesta darse cuenta de tamaña aberración?
Concilio Vaticano II
Cristo se ofreció a sí mismo una sola vez y para siempre
La Biblia dice que Cristo fue ofrecido una sola vez y una vez por todos (He. 9: 28) y no necesita que sacerdotes romanos repitan ese sacrificio diariamente. Esto lo encontramos en la Epístola a los Hebreos donde se compara a Cristo con los sacerdotes del Antiguo Testamento y la eficiencia del sacrificio de Cristo, que no necesita repetirse con los sacrificios antiguos que tenían que repetirse diariamente. Veamos Hebreos 7: 26, 27, donde hablando de Cristo, afirma:
"Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificio por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo"
Leamos ahora, Hebreos 9: 25-28, "Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan" (énfasis nuestro)
El sacrificar a Jesucristo una vez tras otra a diario en todo el mundo, esto es la misa. Es la manera más ofensiva de violar el mandato de Dios, haciendo creer a los fieles católicos, cínica y burlonamente, que así están glorificando a Jesucristo.
Los apóstoles jamás celebraron misa
Los apóstoles jamás celebraron misa, el Nuevo Testamento lo prueba. El clero romano intentó probar lo contrario apoyándose sobre ciertas supuestas liturgias apostólicas, pero la falsedad de aquellos documentos ha sido demostrada hasta la evidencia. Los padres de la Iglesia, no conocían el pretendido sacrificio de la misa; ellos celebraban la Cena del Señor según la institución de Cristo, y no veían en ella en absoluto un sacrificio como Roma lo ve, e impone. Para ellos, la reunión de los cristianos era una acción de gracias (eucaristía) cuando partían el pan y bebían de la copa; una conmemoración del sacrificio de Cristo. Ningún padre de la Iglesia vio en la Santa Cena un sacrificio propiciatorio.
Los verdaderos cristianos de todos los tiempos, se han reunido y se reúnen para celebrar en comunión unos con otros que Cristo nos salvó, que es el Señor que resucitó de entre los muertos, y que está para volver pronto. El sacrificio lo ofreció Él con su Vida, nosotros le agradecemos y le damos, junto al Padre y al Espíritu Santo, toda la alabanza y adoración, ya que éste es el Dios Eterno, único digno de ser adorado y exaltado.
2. La misa como tal, se evidenció en la Edad Media
La misa vino formándose poco a poco después de la entrada en masa de los paganos en la Iglesia, los cuales quisieron a toda costa tener un rito parecido al que estaban acostumbrados en el paganismo. Así, poco a poco, empezó a decirse ser la Santa Cena un sacrificio y a modificar la celebración según los gustos paganos.
He aquí algunas fechas en las que se originaron las partes varias de la misa, tal y como están consignadas en el libro del papa Benedicto XIV, sección I, caps. 7, 8: el "Judica me Deus", en el siglo VII; el "Confiteor", en el siglo XIII; el "Introito" y el "Kirie eleison" en el siglo VII. El "Gloria", en el siglo XI; las "Colectas", en el siglo V. El "Gradual", el papa Benedicto lo ignoraba absolutamente, lo único que sabe es que no es de origen apostólico. El Evangelio y las Epístolas fueron introducidas por Jerónimo. El "Credo" de Constantinopla fue introducido en el siglo XI. El "Ofertorio" no había sido incluido todavía en el siglo X. Con respecto al "Canon", Gregorio I dice que, a excepción de las palabras de la consagración que fueron dichas por Cristo, el resto fue compuesto en el siglo V.
El papa Benedicto XIV
La misa, fundamento de la fe católico-romana, absolutamente nada tiene de origen apostólico.
Como puede verse, todas sus partes fueron compuestas, una por una, en distintas épocas, y la misa tal y como hoy se celebra, es un mosaico cuyos pedazos fueron preparados y colocados juntos en la Edad Media, en el siglo XIII, 1.200 años después de Cristo. Es evidente, por otro lado, que antes del 1215, fecha en que fue decretada como dogma la doctrina de la transubstanciación, no podía existir el sacrificio de la misa, porque hasta tanto que no empezó a decirse que en la hostia existía el cuerpo real de Cristo, no se podía pretender tampoco sacrificarlo.
La misa como tal, es una invención del medioevo.
3. La doctrina de la transubstanciación, su historia, y lo que enseña la Biblia
La doctrina de la transubstanciación, asegura que el pan y el vino, una vez consagrados por el sacerdote romano, son literalmente el cuerpo y la sangre de Cristo. Esta doctrina fue sancionada por primera vez en el Concilio romano de Tours, en el año 1059. Se promulga definitivamente dicha doctrina y viene a ser dogma en el IV Concilio de Letrán, en una fecha tan tardía como la de 1215, en pleno apogeo de las Cruzadas.
“Las sangrientas e inhumanas Cruzadas Papales”
La doctrina en cuestión fue ratificada oficialmente en el famoso y horroroso Concilio de Trento. La doctrina de la transubstanciación proviene del concepto aristotélico-tomista de sustancia y accidentes, y es por consecuencia un concepto meramente pagano.
Doctrina tardía
Como puede verse, la doctrina de la transubstanciación, es una doctrina que devino en dogma muy tarde en el seno de la iglesia romana. A partir del siglo II, las ofrendas en la celebración de la Cena del Señor, con el transcurso del tiempo se llamaron oblaciones, fue mucho más tarde cuando se llamaron sacrificios (de ahí el concepto de misa).En el año 492, el papa Gelasio I (492-496), negó la conversión de los elementos en la Eucaristía, es decir, se opuso a la doctrina de la transubstanciación. Este es un precedente histórico muy importante, ya que este Gelasio fue elevado a los altares por Roma con el nombre de San Gelasio I. En su bula “De las dos naturalezas”, dijo claramente:
“El sacramento del cuerpo y la sangre de
Cristo es verdaderamente cosa divina; pero el pan y el vino permanecen
en su sustancia y naturaleza de pan y vino”.
El escudo del papa San Gelasio I
En ese tiempo (siglo V), en el seno de la iglesia de Roma, los fieles comían el pan de la eucaristía mojado en el vino. Entonces se intentó introducir la media comunión, es decir, tomar sólo el pan, mas fue prohibida por los obispos y por el propio Gelasio I.
Unos años más tarde, el papa Virgilio (537-555), declaró: “La carne de Cristo cuando estaba en la tierra no estaba en el cielo, y ahora porque está en el cielo, no está en la tierra”.
Sin embargo, en el año 787, se observaron ciertos progresos de dicha doctrina diabólica. Progresó, aunque con bastante oposición en la fecha de 818. En el año 840, un monje llamado Pascasio Radberto, escribió por su cuenta y riesgo una obra que llamó “Del cuerpo y la sangre del Señor”. Esta obra levantó una gran controversia en aquel tiempo. En ella, Radberto decía que cuando el pan y el vino eran consagrados, se transformaban en el cuerpo y la sangre del Señor. Ya no eran pan y vino, sino el mismo cuerpo que nació de la virgen María y que se levantó del sepulcro, y la misma sangre que corrió en el Gólgota.
Carlos el Calvo, a la sazón rey de los francos, leyó el tratado de Radberto y tuvo dudas de lo que en él se decía, por ello le pidió aclaraciones al monje Ratrammo de Corbie. Este le contestó que el cuerpo eucarístico no es el cuerpo histórico de Jesús, que se encuentra en el cielo a la diestra del Padre. Esta es otra evidencia clara e histórica de que en aquella época, la Iglesia de Roma no enseñaba la doctrina de la transubstanciación todavía.
El rey franco Carlos el Calvo
Obviamente, el Monje Ratrammo de Corbie dijo lo correcto al rey franco. La idea de Pascasio Radberto fue combatida hasta el siglo XIII. Fue durante el periodo oscuro y supersticioso de aquella época cuando empezó a tomar forma la doctrina según la cual, el pan y el vino, se transforman en el cuerpo y la sangre del Salvador, y dejan de ser pan y vino (se necesita mucha imaginación e ingenuidad para creer eso).
En el período carolingio, aunque esta opinión se había generalizado, los más estudiosos sabían que se trataba sólo de una exageración popular, pero poco después, comenzará a hablarse de un “cambio de substancia”.
Hasta el año 1215 la doctrina de la transubstanciación no vino a ser dogma.
“Algunos de los instrumentos de
tortura que fueron aplicados a los Albigenses por mandato expreso del
papa Inocencio III, que de inocente tenía bien poco”
Si el pan y el vino una vez consagrados venían a ser el mismo Cristo, lógicamente ya había que adorar esos elementos, pero esto contradecía la misma Palabra de Dios que prohíbe adorar objetos o materia.
La elevación y adoración de la hostia se estableció en el año 1217. Todo esto no había ocurrido nunca antes en la historia del catolicismo, menos todavía del cristianismo, porque la Palabra de Dios prohíbe la adoración de imágenes, objetos y sustancias. En el año 1550, como respuesta a la Reforma, el Concilio de Trento reafirmó la adoración de la hostia y confirmó la doctrina de los siete sacramentos.
“Elevación de la hostia romana”
Mucha confusión
La Transubstanciación es contra natura
Es público y notorio que muchas personas han sido asesinadas por la hostia y el vino consagrado, por haberse puesto en ellos veneno. Enrique VIII, por ejemplo, murió por haber tomado una hostia envenenada. El papa Víctor III (1088) murió por haber bebido en la misa de un cáliz envenenado. Esto prueba que aquellos elementos no se habían convertido en el cuerpo de Cristo; porque, ¿quién afirmaría que el cuerpo de Cristo puede envenenar a alguien?
“Representación del papa Víctor III, que murió envenenado al tomar la hostia consagrada”
Es contraria a los sentidos. La vista, el gusto, el tacto, nos han sido dados por Dios para que los usemos y conozcamos así las cosas que Él ha hecho. Cuando Cristo hacía un milagro, lo hacía de tal manera que cada uno podía asegurarse y cerciorarse con sus propios sentidos sin dejar lugar a dudas; por ejemplo, cuando convirtió el agua en vino (Jn. 2), eso fue realmente vino, y del mejor. Ahora, si Dios quisiera, podría cambiar el pan en el cuerpo de Cristo, pero en tal caso transformaría aquel pan de manera que permitiría ver que ya no es más pan de trigo. Si debemos dudar de nuestros sentidos, entonces, ¿en qué se convierte la vida? ¡Dios no es un Dios de contradicción ni de confusión! Resueltamente, el ojo, la mano y el paladar nos dicen que la hostia es pasta de trigo antes y después de la consagración.
Es contraria al sentido común. Un cuerpo es una cosa finita (tiene un principio y un fin), y no puede hallarse todo entero en más sitios simultáneamente o al mismo tiempo: ¿Cómo, pues, quieren hacernos creer que en un momento dado existen millones de cuerpos de Cristo, enteros, esparcidos por toda la tierra? Además, pensemos en los accidentes, o sea, las cualidades de sabor, color, dimensión, etc. Todos ellos no pueden existir sin la sustancia relativa, Dios lo ha dispuesto así. Roma dice que la sustancia desapareció, y sólo quedan los accidentes; la pregunta es: ¿Por qué?, ¡No tiene sentido!
Contradice la piedad. Es blasfemo pretender que cuando a un sacerdote romano se le antoja puede “mandar” a Cristo que baje de los cielos para sacrificarlo de nuevo. Después de esto, literalmente, los fieles y el propio cura ¡se lo comen!, ¡pura antropofagia! Decía Cicerón, el pagano: “Ningún hombre es tan bárbaro que pretenda comerse a su dios”, pues Roma y sus fieles sí lo hacen.
4. Citando a Trento
Cité aquí al Concilio de Trento, porque es la más clara y concisa declaración de fe católico-romana, fruto de la acción directa de los Jesuitas de Ignacio de Loyola. Dice así:
«Si alguien niega que en el sacramento de la
Santísima Eucaristía están presentes verdadera, real y substancialmente
el cuerpo y la sangre y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y
consecuentemente Cristo mismo, sino que dice que es sólo un símbolo,
figura o fuerza, sea anatema» (es decir, sea maldito). Sigue diciendo Trento: «Si
alguien niega que en el venerable sacramento de la Eucaristía el
Cristo integral está contenido bajo cada forma y bajo cada parte de
cada forma cuando se divide, sea anatema» (canon 3).
“El Concilio de Trento”
«Si alguien dice que en el santo sacramento
de la Eucaristía, Cristo el unigénito Hijo de Dios, no ha de ser
adorado con el culto de latría, también externamente manifestado, y que
consecuentemente no ha de ser venerado en festividad solemne
extraordinaria, ni ha de ser cargado solemnemente en procesión según
los laudables y universales ritos y costumbres de la santa Iglesia, ni
ha de ser exhibido públicamente ante el pueblo para que lo adoren, y
que por lo tanto los adoradores son idólatras, sea anatema» (canon 6).
Veamos lo que en sí dicen estos cánones. Llanamente declararon que la pequeña oblea y el vino, que sólo el sacerdote romano bebe, una vez consagrados son Jesús y contienen su total Divinidad. Sin embargo, la Biblia nos dice que Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre. Cristo es Dios, ¿por qué tendría necesidad de limitarse a un pedazo de pan hecho por manos humanas? ¿qué sentido tiene tomar el pan, “convertido” en Cristo, cuando el cristiano, si lo es, ya recibió a Cristo a través de la fe (Juan 1:12, 3: 3), y Cristo ya vive cada día en él? Aquí hay otra contradicción abierta entre lo que dice la Biblia y lo que declara Trento bajo pena de maldición eterna.
El canon 6, que ya leímos, afirma que los católico-romanos tienen que venerar y adorar la "hostia" y postrarse ante ella, también la llevan en procesión, y todos deben inclinarse y adorarla. Sin embargo, esto contradice abiertamente la Palabra que dice:
"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de
cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las
aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás..." (Éxodo 20: 4, 5).
¿Tiene Dios una palabra diferente en cada caso? No.
¡Evidentemente, no es la voluntad de Dios que le hagamos una imagen (la
oblea, el vino) y que digamos y creamos erróneamente que ese pan y vino
son Cristo en persona! 5. ¿Qué creían los padres de la Iglesia?
Los padres de la Iglesia no creían en la doctrina de la transubstanciación. Escribe Tertuliano (Cont. Mar. 4: 40), “Cristo, habiendo tomado el pan y habiéndolo distribuido a sus discípulos, dijo: Éste es mi cuerpo, a saber, la figura de mi cuerpo”.
Teodoreto, en su diálogo con Eutiques, dice: “Después de la consagración, el símbolo místico no cambia su propia naturaleza, pues permanece en su primitiva sustancia, figura y forma”.
San Crisóstomo, en su “Epistola ad Cesarium”, dice: “El pan después de la consagración es digno de ser llamado el cuerpo de Cristo, aun cuando la naturaleza del pan permanece igual”.
Eusebio (Dimostr. 1: 1), dijo: “Hemos sido enseñados a celebrar sobre la mesa, de conformidad con la Ley del Nuevo Testamento, con los símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo, la memoria de aquel sacrificio”.
6. Roma se contradice
Sabemos que Jesucristo ha tenido dos manifestaciones claras y una tercera que esperamos. Su primera venida a la Tierra, para poder abolir el pecado con Su sacrificio en aquél que cree; su ascensión al Cielo, a fin de comparecer ahora por nosotros ante Dios Padre; y la tercera que aguardamos: Su Segunda Venida a la Tierra.
Los cristianos auténticos esperamos con gozo el momento en que esto se produzca. El retorno corporal de Jesucristo será la respuesta a todos nuestros anhelos y oraciones. Con Él estaremos para siempre, transformados en Su imagen (Colosenses 3: 4).
Ahora bien, por un momento echemos un vistazo al Catecismo católico-romano, donde dice: “¿Qué verdades debemos creer?: Debemos creer las verdades que Dios ha revelado y la Iglesia nos enseña. ¿Dónde se contienen las principales verdades que debemos creer?: Las principales verdades que debemos creer se contienen en el Credo”.
Entonces, veamos que dice el “Credo” en cuanto a la cuestión que estamos estudiando: “...desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”. La Iglesia católico romana dice que “desde allí ha de venir (Jesucristo)”. Este “desde allí”, significa desde el Cielo.
“El catecismo de la iglesia católica y romana”
Es verdad fundamental de la Iglesia de Roma (y también bíblica) que Jesucristo está sentado a la diestra del Padre, que desde allí ha de volver visible a la Tierra y que el momento de tal acontecimiento lo ha decidido el Padre. Teniendo todo esto en mente, entonces, ¿por qué Roma enseña como verdad fundamental también que el cuerpo de Cristo está en cada Eucaristía, en cada sagrario, en cada parroquia, en cada país, en cada ciudad de este mundo? Si Cristo “desde allí (el Cielo) ha de venir (a la Tierra)”, y esto es verdad fundamental creída por todos los cristianos de todos los lugares y tiempos, Cristo (en cuerpo), ¡está allí!, y no en el sagrario. Roma una vez más, se contradice. Ya que lo hemos mencionado, hablemos pues del sagrario romano.
7. El sagrario
Roma enseña que el sagrario es el santuario, el lugar Santísimo, semejante al lugar Santísimo del Templo de Jerusalén en el Antiguo Pacto, donde estaba la presencia de Dios. De ahí que los fieles y el propio sacerdote romano deban adorar hacia ese lugar. El motivo es que allí se guarda el pan y el vino consagrados, que según Roma es el mismo Cristo en persona. Sin embargo, la Biblia no enseña eso, sino todo lo contrario:
"Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en cielo mismo para presentarse ante Dios" (Hebreos 9: 24).
Claramente la Biblia dice que Cristo no entra ya en santuarios hechos a mano, es decir, por mano humana. Sin embargo, el santuario en el que Cristo sí mora por su Espíritu es el cuerpo de cada creyente verdadero en Él:
"¿No sabéis que sois templo (o santuario) de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1 Corintios 3: 16)
“El sagrario católico romano”
8. La misa: un asunto de simple y llana simonía
Misas privadas; misas en honor de los santos... En la misa, supuestamente, Cristo es bajado de los Cielos por el sacerdote romano, metido en un pedazo de pan, y luego es sacrificado; esto sucede cada día, miles de veces por todo el mundo. Cristo, se convierte en una mercadería de la cual Roma posee el monopolio.
Esa mercadería tiene un precio, según sea la intención de dicha misa. Hay misas para todos los bolsillos. Cuando un rico moribundo deja una suma apreciable para que se celebren misas en favor de su alma, estas son siempre más que las que se celebran por el pobre. Este comercio de misas en favor de esas almas que supuestamente padecen en un hipotético lugar llamado purgatorio, no es más que simonía.
¡¡Cristo dio su vida una vez y para siempre por todos y cada uno de nosotros, y es por la fe en Él y en Su sacrificio que recibimos la vida eterna!! Esas misas nada bueno pueden obtener, sino lo contrario, maldición a los que las celebran y participan de ellas.
PARTE II
Entendiendo las palabras de Cristo y su mandamiento
Explícitamente el Señor estaba revelando a los judíos que le escuchaban que iba a dar su vida en la cruz por todo el mundo. ¿Cómo deberemos entender lo de “si alguno comiere de este pan...”? Obviamente, no se trata de engullir literalmente a Cristo, sino de creer en lo que iba a hacer en la cruz del Calvario, para recibir ese beneficio de salvación.
Para que esos hombres pudieran entenderle, Cristo se compara con un alimento que nutre eternamente; recibiendo ese alimento, recibían la vida eterna. Evidentemente, el Señor les hablaba usando la sinécdoque. ; es decir, por medio de parábola. El Señor usaba de un lenguaje figurado para hacerse entender cuando hablaba de conceptos espirituales.
El acto de "comer su carne y beber su sangre" (V. 54), es un acto espiritual y no carnal; es un acto de fe. Más adelante, Jesús mismo lo aclara, diciendo: "...las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida" (v. 63).
Cuando recibimos a Cristo y su obra en la cruz por la fe, realmente se cumple lo que dijo Jesús: "Si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre". Al recibir a Cristo como nuestro Salvador y Señor, recibimos el don de la vida eterna.
Atención a lo siguiente: ¿Era el pan que Cristo estaba partiendo delante de sus discípulos en la Ultima Cena su propia carne?, ¿Era el vino que estaba en la copa del Señor su propia sangre?, Obviamente, no. Él iba a dar su vida, su carne y su sangre por todos nosotros al día siguiente. En este versículo siguiente, Jesús nos lo aclara todo:
"El pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la pida da mundo" (Juan 6:51). Él cumplió esas palabras en la cruz. Cuando Jesús dijo: "Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre", debemos decir que Jesús hablaba un dialecto del arameo (el arameo que se hablaba en Galilea), en el que el verbo solía estar tácito, por lo tanto, en cuanto al verbo ser en su forma de tercera persona del presente de indicativo, no se encontraba como tal.
Debe entonces entenderse que Jesús dijo: "Esto, mi cuerpo; ésta, mi sangre" supliendo el verbo por: significa, representa, simboliza, etc. Cuando tras la multiplicación de los panes y los peces en el desierto Jesús se presenta como el pan de vida bajando del cielo, y dice que el pan que Él nos da es Su carne, los judíos no podían entender esas palabras en sentido literal como leemos en el versículo 52 del capítulo 6 de Juan, donde leemos que los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
El propio Jesús da la interpretación a sus palabras en el versículo 35 al decir que el que acude a El, no tendrá hambre, y el que en El cree, no tendrá sed jamás. Jesús dijo en otras ocasiones afirmaciones similares, como: "Yo soy la vid", "Yo soy la puerta", "Yo soy el camino" etc., que nunca fueron tomadas en sentido literal, sino en el metafórico, como debe tomarse en el caso de Jesús como "el pan de vida", es decir, el hijo de Dios que satisface plenamente el hambre espiritual que hay en el corazón humano tal y como leemos en Juan capítulo seis.
La voluntad de nuestro Dios es la de progresar en una mutua verdadera relación personal, fruto y consecuencia de haber nacido de nuevo (Juan 3: 3). Es entonces cuando Cristo mora en nuestras vidas por la fe. Es Cristo en cada uno de los verdaderos cristianos: "…Cristo vive en mí…" (Gál. 2: 20) "Si Cristo está en vosotros...el espíritu vive a causa de la justicia" (Romanos 8: 10) ¿La justicia de quién? La de Cristo. En otras palabras, si Cristo esta en mí por haberle recibido una vez por la fe (Juan 1: 12), el mérito de Su sacrificio en la cruz, es decir, de Su justicia, consiguió que yo haya nacido de nuevo, y que verdaderamente viva, y me aparte de las miserias de mi pecado, y que se cumpla la Palabra escrita: "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Romanos 6: 23).
Así que, si ya recibí a Cristo una vez, en el Espíritu y por la fe, como mi Salvador personal y mi Señor, ¿para qué debería seguir recibiéndole, y además ¡comiéndole! a modo de pedazo de pan cuando, por otra parte, la misma Palabra de Dios especifica que no debemos hacernos imagen ni semejanza de Él bajo ningún concepto?
Jesús dijo: "Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6: 35). Vemos que Jesús se identifica como el "pan de vida", es decir, el alimento que da vida eterna, comparándolo con aquel maná que Israel recibió en el desierto como alimento para sus cuerpos.
Este pan de vida que es Cristo, se presenta como un alimento espiritual. No lo podemos literalmente comer, así como aquel maná era comido.
El dijo que si íbamos a Él, ya jamás tendríamos hambre ni sed, en el sentido de que ya no íbamos a necesitar nada, pues estaríamos completos en Él. Y esto es así cuando una vez, y ya por todas, lo recibimos en nuestras vidas como nuestro Salvador y Señor. Así como Él se entregó una vez y para siempre, le recibimos en nuestras vidas una vez y para siempre.
Lo leemos en Juan 1: 12: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Es por la fe que recibimos a Cristo, no por engullirle literalmente una y otra vez, como Roma pretende hacernos creer.
Para los verdaderos cristianos
Para los verdaderos cristianos, la Santa Cena que tomamos según el entendimiento que nos aporta la Palabra de Dios, nada tiene que ver con la comunión católico romana, es decir, con la misa.
“La hostia católico-romana”
Todas las veces que tomamos el pan y bebemos el vino, lo que se denomina la Cena del Señor , estamos dando gracias a Jesús por lo que hizo personalmente por cada uno de nosotros (eso sólo se puede y se debe hacer cuando se ha nacido de nuevo, y consecuentemente Dios da la revelación de la seguridad de la salvación al individuo, (Juan 3: 3; Romanos 8: 14-16).
También lo hacemos, dando testimonio de su muerte hasta que Él vuelva en gloria (1ª Corintios 11: 26). En ese cristiano, Cristo mora en él a través de su Espíritu (1 Corintios 6:19), y por lo tanto tiene comunión diaria con Dios. Así que, lo que la Iglesia de Roma habla de la “comunión”, en cuanto al acto de tomar la hostia consagrada, sería para el cristiano nacido de nuevo su comida diaria, comida espiritual (Dios es Espíritu, Juan. 4: 24), que no es ni más ni menos que mantener una preciosa relación (comunión) con el Creador a través de Cristo Jesús.
Jesús lo dejó muy claro con estas palabras suyas: "El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son Vida" (Juan 6: 63). ¿A qué palabras se estaba refiriendo el Señor? A éstas: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene Vida eterna...porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Juan 6: 55, 56).
Los cristianos damos gracias a Dios tomando la eucaristía por nuestra salvación que Él consiguió por nosotros. Damos gracias por haber tomado el pan de vida que es Cristo el día que le recibimos por la fe. Su carne y su sangre ofrecida por nosotros en la Cruz, sólo se puede recibir por la fe, nada tiene que ver con un acto engullidor.
A Cristo sólo se le puede recibir espiritualmente, por la fe, porque Dios es Espíritu. Cuando se le ha recibido y se creído en El (Juan 1:12). Dios nos salva y nos da la vida eterna, entonces la comunión es diaria y auténtica. Todo ello es posible, la reconciliación con Dios, porque Cristo Jesús pagó el precio de nuestra reconciliación con el Dios vivo en la cruz del Calvario, una vez y para siempre.
Una vez los judíos preguntaron a Jesús: "¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?". Respondió Jesús y les dijo: Esta es "la obra de Dios, que creáis en el que El ha enviado" (Juan 6: 28, 29). Esto implica una renuncia a seguir viviendo según la antigua manera de vivir, en presunción, en egoísmo, en ignorancia espiritual, en autosuficiencia y legalismo religiosos, en auto-justificación, en pecado. Es necesario un arrepentimiento, que significa un cambio completo hacia la dirección de Dios, la cual encontramos en Su Palabra, la Biblia, en una vida de oración y de comunión con el Espíritu Santo (2ª Corintios 13: 14b).
Dios les bendiga.
© Miguel Rosell Carrillo, Pastor de Centro Rey, Madrid, España.
Enero 2007
www.centrorey.org
NO SE VEN LOS VIDEOS DEBERIA DE EDITARLOS DE NUEVO
ResponderEliminarGRACIAS