Una iglesia incendiada en Egipto |
Desde el pasado miércoles continúan los disturbios que
iniciaron después de que los policías empezaran a destruir campamentos
instalados por los seguidores del presidente derribado, Morsi. Las autoridades
se vieron obligadas a implantar el estado de emergencia. Además, implantaron el
toque de queda en once provincias. Según los últimos datos, más de seiscientas
personas murieron y más de cuatro mil resultaron heridas durante los
enfrentamientos recientes.
La limpieza étnica
anticristiana arrasa en Oriente Próximo
Las comunidades
cristianas orientales, que llevan dos mil años allí, se desangran por los
ataques de los islamistas ante la indiferencia y la inacción internacionales.
Lo primero que han hecho los islamistas una vez declarado el
estado de emergencia en Egipto ha sido atacar comisarías de policía, edificios
oficiales y..., parroquias coptas. Los coptos, cristianos de la Iglesia oriental
egipcia, son sólo una minoría de apenas un 10 por ciento en un país de 80
millones de habitantes, pero los Hermanos Musulmanes, el principal grupo
islamista egipcio, llevan meses señalándolos como chivo expiatorio de su
desalojo del poder.
Ayer por la tarde se multiplicaban las noticias sobre
ataques a Iglesias coptas: incendiada la iglesia de Gergiss, en Sohag; atacadas
y profanadas otras dos iglesias en Menia, 225 kilómetros al sur de El Cairo.
Constan otros ataques a ciudadanos de religión copta y lugares de culto en todo
el país. Nada nuevo, porque la violencia islamista contra los cristianos ha
sido una constante desde el derrocamiento del presidente Morsi. A finales de
julio Amnistía Internacional denunciaba la pasividad de la policía, que estaba
permitiendo que estos ataques quedaran impunes. Todo apunta a que ahora las
agresiones se recrudecerán.
En Egipto los coptos han conformado tradicionalmente entre
el 15 y el 20 por ciento de la población, pero esa cifra se ha reducido de
manera dramática en los últimos años. A principios de siglo ya era sólo del 15
por ciento. Después las cosas han ido a peor. Desde la revolución que acabó con
la dictadura de Mubarak, hace dos años, la presión del islamismo radical ha
forzado a unos 150.000 egipcios coptos a abandonar el país. Se calcula que hoy
no pasan del 10 por ciento.
¿Por qué los islamistas la toman con los coptos, si son una
minoría tan exigua? Por la mecánica del chivo expiatorio. Los islamistas
lograron ponerse a la cabeza de la revolución que derrocó a Mubarak. Después
consiguieron llevar a la presidencia a su candidato, el hoy destituido Morsi.
Ahora, desalojados del poder, los Hermanos Musulmanes no señalan a los sectores
mayoritarios de la sociedad egipcia, cuyo apoyo aún esperan reconquistar, sino
que concentran su odio en los cristianos coptos, tradicionalmente marginados en
la vida pública.
“Hay un plan de más ataques contra iglesias, sacerdotes y
religiosos”. Denunciaba recientemente a la agencia Fides el obispo egipcio
Botros Fahim Awad Hanna. Monseñor Botros subraya que en las últimas semanas los
Hermanos Musulmanes han exagerado deliberadamente el papel de los cristianos en
el movimiento popular que derrocó al presidente Morsi, hasta el punto de
estigmatizar al régimen hoy vigente como “la República militar de Tawadros”,
por el nombre del patriarca copto. “Es evidente–dice Botros– que los Hermanos
Musulmanes quieren explicar su fracaso político recurriendo a la teoría de la
conspiración cristiana. Destacar el papel de los cristianos en el colapso del
régimen islamista también servirá para justificar el terrorismo futuro en su
contra”. Pero quien realmente ha salido a la calle ha sido el conjunto del
pueblo egipcio –agrega el prelado–, “cuya paciencia se ha terminado”.
No sólo en Egipto
A este respecto, el obispo Botros no deja de criticar la
obtusa posición de la diplomacia norteamericana: “La embajadora de EE UU
continuaba enviando informes en los que repetía que en Egipto la única fuerza
apoyada por el pueblo eran los Hermanos Musulmanes. Han apostado todo sobre el
islam político, sin ver que los islamistas habían ganado las elecciones sólo porque
la gente no quería votar a los dirigentes del antiguo régimen y los escogió
como el mal menor. Pero nos han llevado a un túnel en el que todo empeoraba día
a día”.
Ahora la cuestión es saber quién va a proteger a los coptos
o si éstos han de resignarse a ver cómo su número va descendiendo sin cesar. El
problema no es sólo egipcio: en todo oriente próximo se asiste a un proceso
acelerado de desmantelamiento de las comunidades cristianas. El Wall Street
Journal comentaba recientemente un libro del copto refugiado en los Estados
Unidos Samuel Tadros (Motherland Lost: The Egyptian and Coptic Quest for
Modernity, ed. Hoover Institution) donde se dan datos sobre el éxodo cristiano
mas dramático de todos los tiempos. A la fuga de coptos de Egipto, hartos de la
violencia islamista, se suma la hecatombe del Líbano, donde los cristianos han
dejado de ser mayoría para quedar reducidos a la tercera religión del país.
Añádase la salida de cientos de miles de cristianos iraquíes tras la caída de
Sadam Hussein, o el actual éxodo de cristianos sirios.
Las cifras publicadas recientemente por Jonathan Adelman y
Agota Kuperman son muy reveladoras. En Palestina los cristianos han pasado de
ser el 15 por ciento a sólo un dos por ciento en medio siglo. Ciudades
tradicionalmente cristianas como Belén o Nazaret son ya muy mayoritariamente
musulmanas. En Jerusalén son sólo el 2,5 por ciento. Hay más cristianos de
Jerusalén viviendo en Sidney, Australia, que en su ciudad natal. Irak ha
perdido a la mitad de su población cristiana en los últimos 10 años. En
definitiva, lo que se está viviendo en oriente próximo es una auténtica
limpieza étnica. El caso egipcio sólo es uno más.
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