Putin ha logrado que Rusia vuelva a ser un actor principal en la política internacional. Ahora, el presidente aprovecha el momento para lucir músculo y advertir a las superpotencias de que el gigante ruso aún tiene mordiente: "Nadie debe hacerse ilusiones sobre la posibilidad de lograr la superioridad militar sobre Rusia. Esto nunca lo permitiremos". Y es que Moscú está presionada, en Oriente, por una belicosa China; y, en Occidente, por Europa y Estados Unidos, implicados en la instalación de un escudo antimisiles que el Kremlin ve como una agresión. A ello se suma la nueva generación de armas que permiten un "ataque global inmediato" y cuyo desarrollo, apunta el presidente, "seguimos de cerca".
La reacción de la Rusia de Putin a estas nuevas realidades ha sido el rearme, apostar por la vía militar, algo que además reflota el orgullo del pueblo ruso: "Las Fuerzas Armadas rusas recibirán más de 40 misiles balísticos intercontinentales modernos, más de 210 aviones y helicópteros y más de 250 vehículos blindados", informó hace dos días Putin en una reunión con funcionarios del ministerio de defensa además añadió que entrarian en servicio nuevos "submarinos nucleares" y "seis satélites" mas. El ingrediente más explosivo del militarismo ruso es, sin embargo, el armamento nuclear, en el que el Kremlin invertirá más: "Para reforzar nuestra triada nuclear, vamos desarrollando nuevos sistemas de misiles estratégicos de emplazamiento terrestre, naval y aéreo". Todo ello, indica Putin, permitirá a Rusia responder a cualquier desafío. El órdago a Estados Unidos está servido.
Sin embargo, el presidente ha lanzado un mensaje tranquilizador a la Comunidad Internacional: Rusia se rearma, pero no es militarista. "Siempre nos hemos sentido orgullosos de nuestro país pero no aspiramos al título de superpotencia, entendiendo portal la pretensión a la hegemonía global o regional. No atentamos contra intereses ajenos, ni imponemos nuestro patrocinio, ni aleccionamos a nadie", ha dicho Putin, en velada alusión a Estados Unidos y su interferencia en la política interna de países como Siria, Libia o Irak. El único liderazgo al que aspira el Kremlin es al de la defensa del "derecho internacional, la soberanía nacional y la independencia de los pueblos".
Crítica a Washington
Pero no ha sido ese el único mensaje a Washington, a quien Putin ha tachado de potencia poco madura e irresponsable, en contraste con Rusia y su actitud dialogante en la geopolítica internacional. Los dos dardos que el ruso ha lanzado a su homólogo estadounidense: "En los últimos años hemos visto cómo los intentos de imponer a otros países un modelo de desarrollo supuestamente más progresista se convirtió en regresión, barbarie y derramamiento de sangre" y "[las crisis deben] solucionarse exclusivamente por medios políticos, sin recurrir a acciones violentas que no tienen perspectiva y que causan rechazo en casi todos los países del mundo".
Rusia, reserva espiritual
El desquite de Putin no se ha limitado al plano de la defensa de la propia soberanía nacional; también ha querido anotarse el tanto de ser el paladín de los valores tradicionales, de capa caída en el resto de Occidente, donde impera el relativismo moral. "Actualmente, en algunos países se revisan las normas de la moral. De la sociedad se exige (...) el obligatorio reconocimiento de la igualdad entre el bien y el mal. Dicha destrucción de los valores tradicionales (...) es en sí misma antidemocrática", ha advertido un Putin contrario al mal llamado matrimonio homosexual, la adopción por parte de homosexuales y otras reformas
que precipitan el milenario modelo social europeo.
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