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jueves, 23 de abril de 2020
Sanciones de EEUU contra Irán tumban su industria petrolífera
Las ansias de EE.UU. por el control del mercado de crudo, usando una política de sanciones contra Irán, encaminan a sus empresas petrolíferas hacia la bancarrota.
El fuerte desplome del precio del barril de crudo estadounidense West Texas Intermediate (W-T-I) para su entrega en mayo, que se situó el lunes por debajo de 37,63 dólares en los mercados de valores norteamericanos, produjo un estupor generalizado a nivel mundial, ya que esta caída sobrepasa el 305 % de su valor de cotización, lo que evidencia un contravalor insólito en toda su serie histórica.
Esta virulenta caída del precio del W-t-i a futuros significa que los vendedores de petróleo en EEUU estaban dispuestos a pagar a los compradores para que se hicieran cargo de los barriles producidos, ya que es posible que no cuenten con el espacio para almacenar los barriles de crudo.
Este derrumbe se ha producido en un mercado devastado por una demanda en caída libre y reservas estadounidenses casi saturadas por la crisis pandémica global, causada por el nuevo coronavirus, denominado SARS-CoV-2, que está provocando graves estragos entre la población estadounidense.
Para entender mejor las razones que han provocado el descalabro del precio del crudo en los mercados estadounidenses es necesario retroceder en el tiempo para detenerse y analizar los hitos marcados por Estados Unidos en su economía interna y las nuevas coordenadas que ha creado en los mercados mundiales de petróleo.
Uno de los factores que ha tumbado el precio del crudo estadounidense se puede observar en la persistente “guerra económica” de larga data de Washington contra Irán a través de una serie de asfixiantes y draconianas sanciones ilegales.
Pero yendo más allá, para empezar y de modo retrospectivo, vamos a analizar los acontecimientos en el mercado petrolero de las últimas siete décadas a nivel mundial, los que se pueden resumir en los siguientes períodos:
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970, se pensó que los yacimientos petrolíferos contenían abundante crudo y su crecimiento podría producir la cantidad suficiente en proporción al crecimiento económico y los gigantes petroleros.
Desde 1970 hasta aproximadamente 2009, cambió la percepción y se creía que el petróleo era limitado y en declive, lo que podría provocar su escasez. Desde 2009, los expertos aseguran que el petróleo es abundante.
La venta de acciones de la compañía saudí Aramco, el mayor productor mundial de petróleo; las dos etapas de la disminución de los niveles de producción de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los ataques de las fuerzas yemeníes a las instalaciones de Aramco o los numerosos incidentes que tuvieron lugar en 2019, cada uno de ellos por sí solo podría haber provocado que el precio del petróleo se disparara espectacularmente en las últimas décadas, empero, esto no sucedió, según señalan los estudios estadísticos realizados en su momento.
Hasta ahora, el comportamiento del mercado energético ha demostrado a todos los analistas que es susceptible de sufrir algún altibajo sin menor importancia a causa de cualquier shock derivado de las crisis originadas a nivel regional o mundial.
Empero, estas variaciones se han ido intensificando desde 2009 a medida que Estados Unidos se ha esforzado por tomar el control del mercado global de petróleo, con miras a llevar a un buen puerto sus planes imperiales e hegemónicos previstos para muchas regiones del mundo.
En la consecución de sus planes y a sabiendas de que la industria petrolífera es la principal fuente de ingresos públicos en Irán, los estadounidenses han estado tramando un mecanismo durante años, para sacar al país persa del mercado de crudo global, que acompañase sus medidas punitivas extraterritoriales impuestas en diferentes épocas contra todos los sectores económicos e industriales iraníes, incluidos los compradores de crudo, en busca de presionar y estrangular la economía de Irán.
Para suplir esa eventual falta del petróleo iraní en los mercados, Washington pensaba remplazarlo gradualmente con su petróleo extraído por fracturación hidráulica, una producción que resulta muy costosa y solo rentable si el precio del crudo es alto.
Esta jugada estratégica de la Casa Blanca ni siquiera gustó a Arabia Saudí, aliado regional de EE.UU. en Asia Occidental, ya que la entrada de Estados Unidos en el mercado indujo una fase de abundancia en los mercados globales, provocando la caída de los precios del oro negro.
Con el objetivo de compensar la abrupta baja del precio del crudo, la OPEP creo su filial OPEP Plus a fin de reducir la producción, pero resultó que los estadounidenses, cuya codicia no tiene límites, querían tener una mayor participación en el mercado, por lo que Arabia Saudí y Rusia vieron que, independientemente de la reducción en la producción, su cuota en el mercado se estaba mermando a favor de la estadounidense.
Esta coyuntura siguió su curso con sus correspondientes desavenencias y salidas de tono de las tres partes (Washington, Riad y Moscú), hasta que el presidente de EEUU, Donald Trump, dio un paso más allá para satisfacer su deseo de tomar el control total de la industria petrolera global.
Para ello, Trump eliminó muchos obstáculos en la producción del petróleo de esquisto en su país, incluso autorizó que las compañías que realizan esta forma de extracción de crudo vertieran sus residuos en pozos profundos. En aquel entonces, el petróleo de esquisto bituminoso todavía oscilaba entre 20 a 30 dólares por barril.
La extracción de la materia orgánica contenida dentro de la roca de esquisto para refinarla con objetivo de transformarla en petróleo sintético es una tarea muy costosa que, como ya se ha dicho antes, es un proceso rentable si el barril de este tipo de petróleo se puede introducir en los mercados con un valor no inferior a los 20 dólares.
Esta condición, de hecho, es el talón de Aquiles de la industria petrolífera de Estados Unidos, puesto que si la cotización del crudo experimenta una caída por debajo del precio mencionado, las compañías de esquisto —que en su mayoría son pequeñas y medianas, por tanto, muy frágiles— enfrentarían, en el mejor de los casos, graves pérdidas económicas y, en el peor, llegarían a declararse en bancarrota ante las instituciones financieras y gubernamentales.
Entre estos conglomerados financieros se encuentran GP Morgan Chase & Co., Wells Fargo & Co., Bank of America Corp. y Citigroup Bank, los cuales están trabajando para establecer compañías independientes que tomen el control de los activos de las empresas de petróleo y gas arruinadas e insolventes.
Las compañías estadounidenses de petróleo de esquisto que dependen en gran medida de los préstamos, ahora que la demanda del crudo se ha desplomado y los precios están por los suelos también, ven muy reducidas sus posibilidades de supervivencia en un mercado tan competitivo.
La situación pinta muy negra para estas empresas estadounidenses que ni siquiera el reciente acuerdo entre los productores la OPEP Plus, para reducir significativamente la producción del crudo, las podrá salvar de caer en insolvencia y la consecuente entrada en el proceso de licitación de los acreedores.
Los bancos estadounidenses fueron cautelosos al otorgar préstamos a la industria del petróleo de esquisto unos meses antes de que la situación empeorara. El reembolso de más de 200 mil millones de dólares en deuda que las compañías petroleras de esquisto han asegurado con sus activos ahora está más allá de sus posibilidades y ya muchas de estas empresas están al borde de la bancarrota.
Ahora bien, la razón principal de la cifra negativa en la cotización del precio del petróleo de EE.UU. se enfoca en que todas las reservas del crudo, incluso las que recorrían las tuberías de transporte, alcanzaron su capacidad máxima y no había ya suficiente espacio para el almacenamiento, mientras que detener la extracción de petróleo no era una tarea fácil, además de implicar más costos a esta manera de obtener crudo que de por sí ya es cara.
El hecho es que, de alrededor de 770 grandes buques petroleros en el mundo, 170 están siendo utilizados como tanques de reservas en alta mar, por los corredores del mercado petrolero, para ser vendidos en el momento adecuado, mientras que otros petroleros se encuentran en su capacidad máxima. Sin embargo, China es el único país que parece tener reservas vacías.
Por su parte, Arabia Saudí ha enviado 20 grandes petroleros con capacidad de 40 millones de barriles a Estados Unidos durante este mes de abril, superando en siete veces la cifra mensual en condiciones normales, y se prevé que la carga saudí llegará al Golfo de México el próximo mes mayo para descargar y rellenar al resto de las reservas de petróleo de EE.UU., provocando así el cierre inmediato los pozos petroleros de Texas y Dakota del Norte.
Ante este panorama, parece que la industria petrolera de Estados Unidos estaría en las postrimerías de sus actividades, de continuar esta tendencia y teniendo en cuenta que el poderío de Washington ya no es el mismo que antes, puesto que ni siquiera puede crear alianzas, como el intento de los productores de petróleo norteamericanos para hacer lobby con los saudíes a fin de salvarse.
https://www.hispantv.com/noticias/opinion/464428/eeuu-coronavirus-covid19-trump-iran-sanciones%C2%A0petroleo
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