Ya lo decía el salmista, en esta vida todo es vanidad, a un los hijos, la esposa, los padres, el empleo, el titulo académico, el auto, la casa, todo es vanidad.
Nos vanagloriamos de nuestros logros, de nuestros hijos; que si son inteligentes, que si sacan diez de calificación en la escuela, que si juega fútbol bien, todo eso, solo es vanidad. Pero mas que importarnos nuestros hijos, nos gusta ensalzar nuestro ego, nuestro yo. Deja a tu hijo ser quien quiera ser, quien pueda ser, por que de otra manera lo harás infeliz; no te proyectes en la vida de tu hijo.
Presumimos aun de nuestros cuerpos, nos auto gloriamos de nuestra capacidad intelectual, de la potencia de nuestros músculos, de la hermosura de nuestro rostro, de nuestra silueta atlética, pero todo eso, solo es vanidad.
Presumimos a nuestros padres, nos colgamos de sus logros en la vida, lucimos la herencia que nos dejan, pero cuando son viejos, los abandonamos, por que no queremos asumir la responsabilidad de su cuidado.
Aun a los hermanos y primos presumimos, querremos colgarnos de sus logros como si fueran nuestros.
Solo vivimos para exaltar el yo, nuestro lema es: Yo, luego yo, y al final yo. Vivimos para cultivar el ego, para cultivar el cuerpo, así vive esta humanidad.
Pero eso es el origen de la infelicidad, por que jamas logramos satisfacer totalmente nuestro ego, siempre queremos mas, y no alcanzamos un punto de satisfacción plena, por que los deseos de la carne siempre serán mayores.
Pero la vida es corta, y nuestro yo/ego se va con nosotros a la tumba, todo lo que fuimos pierde todo valor si solo vivimos para complacer nuestra vanidad, por que las cosas que perduran salen del espíritu, y eso es lo que debemos cultivar, el espíritu, y no el cuerpo, no el yo. Por que la carne es contraria al espíritu, mas las cosas espirituales son benéficas al hombre.
Debemos cultivar los dones del espíritu supremo, del espíritu de Dios, que son amor, misericordia, justicia, tolerancia; esas son las cosas que valen, y no la vanidad, por que la vanidad es el fruto de la carne.
Ya lo dijo Jesús: "El que no abandonare padres, hijos, esposa y bienes materiales no es digno de mi".
Este es el sentido real de la afirmación del Cristo, esa es la esencia crística: Abandonar el yo/ego, y entregarse a los demás.
Por que la carne nos sujeta al ego, al yo, que es contrario al espíritu.
Jesucristo fue el ejemplo supremo del desapego de los frutos de la carne, el es el Cristo supremo, real, aquel que abandono totalmente los placeres de la carne y se entrego en espíritu y verdad a la humanidad; el que se desprendió de todo apego al yo, al ego, y se dio en sacrificio para salvación de todos. Hizo el sacrificio supremo, y llego a ser verdaderamente el Cristo.
Él desde que nació cultivo el espíritu, los dones del espíritu, y se olvido de los placeres de la carne; sacrifico su propia carne, para salvar su espíritu, y salvar a todos juntamente con Él.
El tuvo padres y hermanos, pero se desapego de ellos, se libero de las ataduras del yo, pues el sabia su misión, por eso sus palabras: "¿Quienes son mi madre, mi padre y mis hermanos?, son todos aquellos que hacen la voluntad de mi padre que esta en los cielos". En otras palabras: Son aquellos que se han desprendido del yo, o sea, aquellos que han abandonado padres, esposa e hijos, y han ido en pos de Él, que le han seguido. Así fue cuando le respondió al joven rico aquel que le pregunto que le hacia falta para alcanzar la salvación, pues aparentemente cumplía con la ley pero en realidad su corazón estaba sujeto al yo, a la carne; por eso no pudo seguirlo y se alejo triste, pues su corazón estaba unido a la riqueza, a la familia, a los frutos de la carne, a la vanidad.
Pero cuando Jesús afirmo que quien no fuera capaz de dejar familia y bienes y le siguiera no era digno de El, se refería a desprenderse del yo, del ego, de la dependencia de lo material, y lo quiso ejemplificar con aquel joven, por que aunque era cierto que se lo dijo literalmente, y el reto era real, tampoco puede contradecirse, contradecir su palabra, pues el es Dios, y escrito esta; "honraras a tu padre y madre". ¿Y que es honrar?, pues amarlos, respetarlos, y ver por ellos cuando necesiten de nosotros; igual con los hijos, hay que amarlos, educarlos, respetarlos, y sostenerlos hasta que ellos se sostengan por si mismos. Jesús jamas hubiera pedido cosa semejante como abandonarlos realmente a su suerte, por que seria contrario a su evangelio; el sentido verdadero de sus palabras fue el que ya expuse:
Quien no este dispuesto a desprenderse de los placeres carnales, del cultivo del yo, no es digno de El, pues su corazón vive atado a la carne, y Él es espíritu; por eso debemos cultivar los dones del espíritu, para ser dignos de El. Por eso el salmista dice que los que alaben a Dios, es necesario que lo hagan en espíritu y verdad.
Y los dones del espíritu son el amor, la paciencia, la mansedumbre, la templanza, el respeto, la tolerancia, la justicia.
Por lo tanto, seguirlo a El es desprenderse del yo, y ser imitadores de El, seguir su ejemplo, hacer su voluntad; ese es el verdadero significado de sus palabras.
Jesús, como dije, cultivo treinta años su espíritu, se preparo, sacrifico su carne absteniéndose de alimentarla cuando ayunaba, oraba constantemente, meditaba en su palabra, la palabra de Dios padre. Y tres años uso para realizar su misión: Predicar su evangelio y escoger a sus discípulos, para prepararlos para que ellos continuaran la misión. Sacrifico su carne, desplazándose constantemente; no había reposo para su cabeza y pies. Así continuo hasta llegar al momento culminante del sacrificio del yo, del ego; cuando El entrego su carne y su sangre para ser sacrificadas y así salvar al hombre. ¿Que ejemplo mas grande podemos pedir que ese?, ¿que mas sublime prueba de amor y sacrificio podemos desear que esa?; ese es el camino que Dios nos trazo, y esa es la manera de seguirlo a El: Sacrificar los placeres del cuerpo y buscar los dones del espíritu santo, y solamente así seremos dignos de El.
Jesucristo aunque vino a una misión especifica, el honro a su padre y madre, pues los amaba y les obedecía; ayudaba a Jose en las labores propias de su oficio, y aun cuando comenzó su misión publica, estuvo al pendiente de ellos, seguramente apoyándolos en lo que podía. Cuando entregaba su cuerpo a la muerte tuvo la precaución de cuidar de su madre, pues no querría dejarla desamparada, y se la encargo a su apóstol amado diciéndole, "mujer, he ahí a tu hijo, y al apóstol, "he ahí a tu madre", con esto demostraba que respetaba, amaba y honraba a sus padres, a pesar de la ardua y extenuante labor que realizaba.
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