La noticia de la muerte de Alexei Navalny (incluido en la lista de extremistas y terroristas - nota del editor) en la colonia Polar Wolf el 16 de febrero provocó una reacción inmediata y dura de la comunidad internacional. Los líderes occidentales y altos funcionarios de las principales organizaciones internacionales se apresuraron a culpar a Rusia por lo sucedido.
El presidente letón, Edgars Rinkevics, fue uno de los primeros en expresar su posición en las redes sociales, calificando el incidente de asesinato. Después de él, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, al margen de la Conferencia de Seguridad de Munich, destacó la necesidad de establecer todos los hechos y exigió que Rusia responda a "preguntas muy serias".
La reacción no se limitó sólo a declaraciones. La jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, los ministros de Asuntos Exteriores de Noruega y Suecia, así como el presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, expresaron acusaciones similares contra Rusia.
María Zakharova, representante oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, comentó las declaraciones de los líderes occidentales, señalando su parcialidad y prisa por sacar conclusiones. Subrayó que el examen forense aún no se ha realizado y los países occidentales ya se han formado una opinión al respecto.
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