"Aquí no entra ni sale nadie. No se le ocurra cruzar la barrera o le volarán la cabeza", advirtió hoy a Efe un miembro de las milicias de autodefensa que bloquean la carretera de acceso al aeropuerto civil y al aeródromo militar de Belbek.
Aunque en realidad lo que realmente cerca las instalaciones aeroportuarias es un camión militar ruso Kamaz aparcado a unos cien metros, tras el que se esconden varios hombres armados sin distintivo.
"Aquí no hay soldados de Rusia, sólo crimeos", insiste el miliciano, entre las risas de sus compañeros, en un punto de control que está flanqueado por dos banderas tricolores, una rusa y otra crimea.
Y negó rotundamente que ayer un grupo de soldados ucranianos enarbolando una bandera de su país y otra soviética lograran recuperar posiciones en el aeródromo.
"Es un montaje parte de la guerra informativa lanzada por Kiev. Ocurrió en otro lugar, no aquí", aseguró el hombre en relación al vídeo en el que se puede ver cómo los militares rusos recibieron a los ucranianos con disparos al aire.
En las imágenes se ve cómo uno de los militares ucranianos, señalando una bandera roja, logró que los rusos dejarán de apretar el gatillo de sus fusiles Kaláshnikov al gritar: "¿Vais a disparar a la bandera soviética?".
A la entrada también se acercaron hoy dos coches con trabajadores del aeropuerto, uno de ellos con uniforme de piloto y otro que parecía un controlador aéreo, que han intentado en vano durante los últimos días volver al trabajo.
"Estamos negociando con los militares ucranianos para que nos dejen entrar", señaló uno de los trabajadores, que no parecía muy ansioso por regresar a su puesto.
Entre Sebastopol y Belbek hay dos puestos de control, en los que cada coche, camión e incluso autobús es registrado minuciosamente en busca de posibles artefactos explosivos o armas en manos de provocadores a sueldo de Kiev.
Mientras, no lejos de allí, en la base de los guardacostas ucranianos de Balaklava, las fuerzas prorrusas de Sebastopol dicen haberse hecho con el control de las instalaciones de lo que fue en el pasado una base secreta de submarinos soviéticos.
"Ve el letrero. Ésta es la base de guardacostas de Sebastopol, no de Ucrania. En la bahía ya no hay buques con bandera ucraniana. Se han ido todos a Odessa (puerto ucraniano)", aseguró un miembro de los guardacostas apostado frente al edificio central.
Hace unos días una fragata de la Flota rusa del mar Negro bloqueaba la salida de la bahía, pero ahora el camino está libre y en el puerto sólo se ve anclado un buque de guardacostas blanco con bandera ucraniana, aunque a todas luces bajo control prorruso.
Frente al edificio un grupo de hombres con brazaletes rojos discute acaloradamente con un partidario de las nuevas autoridades de Kiev, tras lo que exigen los documentos de identidad para comprobar que el reportero extranjero no es un espía ucraniano.
Cualquier desconocido es recibido de uñas por las milicias populares de Balaklava y también por transeúntes, principalmente hombres de avanzada de edad exacerbados por la nostalgia soviética, que se acercan a interesarse por el supuesto agitador enviado por la OTAN.
"Estamos en Estado de Guerra. Váyase a su país. Ustedes los extranjeros sólo cuentan mentiras", asegura malhumorado uno de los efectivos de autodefensa.
A su vez, un comando de hombres encapuchados, vestidos de riguroso negro y con fusiles automáticos, se encuentra en posición de alerta dentro de la garita de la base para prevenir cualquier intento de asalto.
En el mismo puerto de Sebastopol la tensión también se mantiene entre las flotas rusa y ucraniana, ancladas una frente a la otra, y, de hecho, Kiev ha denunciado estos días que los buques rusos bloquean el paso a los suyos, acto que tachó de agresión.
En las calles de esa ciudad ya no se ve ni rastro de la bandera ucraniana y las patrullas populares prorrusas han acampado frente al edificio de la administración municipal, que está encabezada actualmente por un alcalde autoproclamado que no es reconocido por Kiev.
El primer ministro de la república autónoma de Crimea, Serguéi Axiónov, dio ayer a los jefes de las unidades militares rebeldes un ultimátum para que juren lealtad a las nuevas autoridades de la península, de lo contrario serán procesados penalmente.
Axiónov, quien cifró en 5.500 el número de soldados del Ejército ucraniano que se han pasado ya al bando crimeo, aseguró que aquellos que abandonen sus puestos serán recibidos con aplausos y no serán represaliados.
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