Echar balones fuera es una especialidad en el Vaticano, y si tienen que echar a quien –se supone– es su jefe supremo en la tierra, pues le largan y eligen a otro, que siempre pueden alegar la llegada de un atisbo de modernidad a los purpurados de Roma. Así parece que los fallos anteriores quedan limpios y blancos cual vestimenta papal y aquí no ha pasado nada; ni los cerca de 4.000 abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes, reconocidos por la ¿Santa? Sede –y los que nunca sabremos– ni los negocios ilícitos del banco vaticano (IOR) manteniendo cuentas ocultas de “nosesabequién” con cifras astronómicas (G. Ettore Tedeschi, quien fuera presidente del banco, le dijo a las autoridades Italianas que los titulares de las cuentas eran miembros muy destacados de la Cosa Nostra y que los purpurados le prohibieron el acceso a las mismas, para no desvelar las identidades de sus propietarios).
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Mención especial merece España, que saqueada por la Iglesia católica tras inmatricular a su nombre 4.500 propiedades pertenecientes al pueblo español –esta cifra se engloba en un periodo comprendido de quince años– pide que se marque su casilla en la Declaración de la Renta. ¿Se puede tener la cara más dura? Nos roban a nuestras espaldas y después, hacen anuncios y una campaña masiva en los medios de comunicaciónpara que les des tu dinero. A razón de estas peticiones, parece ser que no les llega con los más de 11.300 millones € anuales que el Estado español regala de las arcas públicas a la Iglesia católica. Pero no nos desviemos por otros derroteros, que tiempo habrá.
Volviendo a Roma y tras el cónclave de marzo de 2013 donde fue elegido Jorge Mario Bergoglio como papa nº 266, parece ser que las aguas se calmaron a orillas del Tíber; los medios ya no hablaban de los escándalos acaecidos en el Vaticano y sólo se mostraban imágenes del nuevo pontífice haciendo cosas de humanos (pagando la cuenta en su hospedaje hasta que fue elegido, compartiendo autobús con sus colegas de profesión, recibiendo a quienes van a visitarle…) Por un momento, la gente olvida que el papa es una persona y por unos cuantos siglos, la Curia “olvidó” que debía potenciar ese rasgo para ser más cercana al pueblo en la figura de su líder. Como suele ocurrir en esta vida, hay muchas cosas que se plantean tarde y que no son suficientes para reparar el daño que afecta los cimientos de la casi por dos veces milenaria institución católica: dos papas en un mismo trono, los cardenales divididos en bandos bien diferenciados, escándalos sexuales, financieros y sociales que han hecho saltar a la palestra noticias que nunca antes se habían sabido sobre los habitantes del Vaticano. Es curiosa la información dada por un conocido portal de descargas sobre la ¿Santa? Sede y sus intereses en internet: “sus ilustrísimas” bajaban a sus ordenadores personales una cantidad desmesurada de porno gay. ¿Por qué será?
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¿Cambiará la Curia con Francisco? Seguramente no. El actual obispo de Roma es una marioneta que poco o nada de mando efectivo va a tener sobre el trono de san Pedro a lo largo de su pontificado. La estrategia es clara amig@s: eligen a un arzobispo latinoamericano, le hacen ser una excelente persona ante la opinión pública –pese a las informaciones sobre su colaboración con la dictadura argentina o sus comentarios machistas como prelado– e intentan hacer ver que el papa es una persona más, y de las sencillas. Acto seguido, las informaciones se centran únicamente sobre su persona y desaparecen de escena todos los anteriores protagonistas, que dejan de salir en las noticias de todo el mundo día sí día también. Conseguida y asentada la figura pública del papa Francisco, los verdaderos jefes de la Curia pueden volver a manejar los hilos sin que nadie les moleste, matando dos pájaros de un tiro: dejan de aparecer informaciones incómodas para el Vaticano y su figura se refuerza exteriormente con la llegada de un nuevo pontífice. Aún son dos, recuerden, que Benedicto XVI es papa emérito y es éste último quien a efectos prácticos ostenta realmente el cargo de sumo pontífice de la Iglesia católica de Roma.
Conclusión
El estado actual del Vaticano es comparable a un edificio cochambroso que se cae por todos lados al cual sus dueños, decididos a repararlo, dan una capa de pintura sobre la fachada exterior. Los pilares no aguantan porque están podridos, pero ellos, con una sonrisa en la cara, dan brochazos a diestro y siniestro intentando reparar así toda la estructura, cimientos incluidos. ¿Qué hace mientras la opinión pública? Discute sobre cuál será el color elegido por la Curia para pintar su fachada.
En pleno siglo XXI no puede haber una institución dogmática que se inmiscuya de esa manera en la sociedad actual. No es una opinión, es una certeza y como tal, algún día esta situación acabará. La pregunta es, ¿cuánto más estamos dispuestos a soportar hasta que llegue ese momento? La Iglesia católica dice que se está lavando la cara, pero sin ir más lejos en junio de 2013 varios partidos políticos en España pidieron al gobierno datos sobre las inmatriculaciones de la institución –calculadas como antes mencionamos en unas 4.500 como publicó elpais.com– para saber realmente cuántas y cuáles son las propiedades robadas al pueblo español mediante este denigrante método legal. Pues bien, el partido del gobierno (PP) se negó a facilitar dichos datos amparándose en la protección de los mismos, alegando que facilitarlos sería violar las leyes. ¿Acaso es legítimo utilizar el poder del Estado para aprobar una ley en 1998 que facilita el robo de propiedades al pueblo español por parte de la Iglesia? Y recuerden, no son templos de culto los bienes apropiados, son –como bien aparece reflejado en Salvados de Jordi Évole– casas consistoriales, un piso que se prestaba a la maestra del pueblo, terrenos, fincas, edificios y un sinfín de propiedades las que han robado. Nos da igual que les ampare la ley; esa ley es inmoral y claramente beneficiaria de una institución que no hace sino expoliar al pueblo español, entre otros muchos. Desgraciadamente, este ejemplo nos sirve para denunciar el afán lucrativo de la Iglesia católica y señalarlo como el verdadero motivo de su existencia. Ese, y el de imponer sus absurdos dogmas allá donde les dejen, como en España.
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