Muchos polacos escuchaban con temor la declaración de Tusk: Se trata de un posible conflicto global con consecuencias nefastas que, en caso de desatarse, supondría una auténtica cuestión de supervivencia para Polonia.
Para la mayoría de la opinión pública polaca, especialmente para quienes vivieron el comunismo, la irrupción de fuerzas rusas en la región de Crimea ha traído a la memoria recuerdos tortuosos de una historia en la que el expansionismo del "Oso" ruso siempre estuvo presente.
"Tengo miedo de que pueda pasar algo, toda mi familia vive aquí", explicaba a Efe la publicista Izabela Jurczak, joven de cerca de 30 años, con educación superior, experiencia internacional y un desasosiego que bien puede reflejar el sentimiento de la mayoría de polacos.
En Polonia se extiende el discurso único: Rusia es la "mala" de esta historia, quiere aplastar los deseos de democracia y libertad de Ucrania, hay que plantar cara a Moscú y pararle los pies antes de que vaya más allá.
Pocos recuerdan que existen luces y sombras sobre el comportamiento de la oposición ucraniana en Kiev o que la región de Crimea tiene un claro corazón ruso, ya que perteneció a Rusia hasta 1954. Todo queda sumergido en ese discurso de temor que compacta a Polonia como hormigón armado cuando se siente amenazada.
En parte es esa mezcla de miedo y antiguo rechazo a Rusia lo que llevó a Polonia a apoyar a la oposición ucraniana y a desempeñar un papel activo, junto a Alemania y Francia, en la firma del acuerdo que puso fin a los disturbios en Kiev y que, a la postre, supuso la salida del hasta entonces presidente Víktor Yanukóvich.
Todavía se recuerda con cierta polémica la advertencia que el ministro polaco de Exteriores, Radoslaw Sikorski, hizo a uno de los líderes de las protestas: "Si no accedéis al acuerdo tendréis la Ley Marcial, vendrá el Ejército y todos moriréis", un sentido trágico que aflora de nuevo ante lo que sucede en Crimea.
La activa política oficial en defensa de Ucrania es respaldada por la mayoría de la población polaca y los últimos sondeos reflejan un aumento del apoyo al Gobierno de Tusk, a pesar de que también revelan que un 49 % de los polacos no estaría dispuesto a luchar y dar la vida por su país.
"El papel polaco es muy importante, porque Polonia no sólo ha trasladado al resto del mundo lo que sucede en Ucrania o en Crimea, sino que es también impulsor de reuniones y encuentros a nivel internacional para tratar la situación", recuerda a Efe Zenia Klimakin, periodista ucraniano en Varsovia, quien, como muchos de sus compatriotas en occidente, ven en Polonia a un aliado incondicional.
Polonia, que limita con Ucrania y Rusia, se destacó como impulsor del acuerdo de Asociación entre Kiev y Bruselas, que finalmente no se firmó y que a la postre fue el detonante para que miles de opositores saliesen a la calle en la capital ucraniana.
Una política en apoyo a Ucrania en la que, por el momento, parece no pesar el hecho de que la mayoría de gas que importa el país proceda de Rusia y que la interrupción de ese comercio afectaría inevitablemente a las economías ucraniana, polaca y del resto de vecinos de la región.
A pesar de esta dependencia energética parcial, el Gobierno polaco ha pedido sanciones duras contra Rusia, ofrece colaboración a las nuevas autoridades ucranianas, la mediación ante instituciones financieras internacionales e incluso llama a las puertas de la OTAN y recuerda que Estados Unidos se ha comprometido a proteger a Polonia en caso de agresión.
Al tiempo que aumenta ese sentimiento antirruso, también lo hace el atlantismo que desde hace años caracteriza a la política polaca, con Washington como verdadero aliado en los momentos difíciles.
En este contexto, las autoridades polacas aplauden y ven como un "valiente" paso político y militar al envío de doce cazas F16 que llegarán a suelo polaco a comienzos de la próxima semana, apenas unos días después de que se solicitasen.
Mientras, la crisis de Ucrania echa por tierra los últimos avances diplomáticos entre Varsovia y Moscú, un acercamiento intensificado en los últimos años y que pronto será cosa del pasado.
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