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jueves, 6 de marzo de 2014

Putin ha apostado a la ruleta ucraniana

Dibujado por Serguéi Yolkin


El martes pasado Putin concedió una rueda de prensa por primera vez desde el inicio de la crisis en Ucrania. El presidente hizo gala de una calma absoluta, se mostró completamente convencido de que había actuado de manera justa y dispuesto a continuar por el mismo camino en lo que respecta a Ucrania.

Ese fue el tono de las declaraciones del presidente sobre la situación actual, destinadas a calmar los ánimos, tanto en los mercados financieros, donde se ha producido una venta masiva de bonos rusos, como en algunas capitales de Occidente, especialmente Washington, donde se han proferido amenazas directas contra Moscú.

Sin embargo, parece que el presidente ha emitido importantes declaraciones que marcarán el futuro desarrollo de los acontecimientos. En algunas declaraciones parece que indica que Rusia no está dispuesta a reconocer la integridad territorial de Ucrania. “Cuando se afirma que ha habido un golpe de Estado anticonstitucional en Ucrania, nosotros respondemos que no, que no es una toma del poder por la fuerza, sino una revolución. Por tanto, si se trata de una revolución, entonces no puedo no estar de acuerdo con algunos expertos que dicen que un nuevo estado ha aparecido en ese territorio”, según las declaraciones recogidas por Interfax.

“Y nosotros no hemos firmado ningún documento legalmente vinculante con este estado o sobre este estado”, continuó Putin. Finalmente, el presidente trazó una analogía con los acontecimientos de 1917 en Rusia, cuando el Imperio Ruso se fragmentó a resultas de la Revolución y un nuevo estado vio la luz.

Estas palabras se referían al Memorándum de Budapest de 1994, en el que Rusia, junto con los EE UU y Reino Unido, se comprometieron a respetar la integridad territorial de Ucrania a cambio de que Ucrania entregase su armamento nuclear de época soviética y se convirtiese en un país sin armas nucleares. Putin no mencionó que este documento no había sido ratificado ni por Moscú, ni por Londres, ni por Washington.

Además, estas afirmaciones pueden interpretarse no solo como la voluntad de reconocer la independencia de Crimea, que con toda probabilidad saldrá del referendo que celebrarán los habitantes de la península este mes de marzo, sino también la disposición a aceptar los resultados de similares referendos que podrían tener lugar en otras regiones del este de Ucrania.

Cuando se le preguntó si Rusia estaba considerando la posibilidad de anexionar Crimea, el presidente lo negó: “No, no pensamos en ello. Y creo firmemente que solo los ciudadanos que viven en un territorio pueden y deben decidir su propio futuro, cuando gozan de seguridad y de libertad para expresar sus opiniones. Si a los kosovares y albano kosovares se les permitió hacerlo, si esto se permite en todas partes del mundo, entonces el derecho de un pueblo a la autodeterminanción está ratificado, por lo que yo sé, en importantes documentos de las Naciones Unidas, y hasta ahora nadie lo ha abolido”. 

 



El hecho de que Putin mostrase tanta implicación en sus respuestas sugiere que está listo para un debate internacional sobre el problema más acuciante de la crisis ucraniana: si las regiones orientales que lindan con Rusia pueden separarse de Ucrania.

Y este es sin duda el pilar fundamental de la crisis en el país, dado que Putin dejó claro en la rueda de prensa que no tiene ninguna intención de entrar en guerra con Ucrania, aunque tampoco ha descartado completamente el uso de la fuerza para proteger a la población rusófona. Esta es la versión rusa de la fórmula estadounidense: todas las opciones están sobre la mesa del presidente.


A juzgar por los medios de comunicación occidentales, el asunto de la integridad territorial ya se ha tratado en las conversaciones telefónicas entre los presidentes ruso y estadounidense. Sin embargo, el servicio de prensa del Kremlin no lo ha mencionado.

Respecto a entrevistas con líderes occidentales sobre el tema de Ucrania, Putin comentó: “Nuestras charlas son confidenciales y algunas de ellas incluso han tenido lugar por líneas cerradas. Por tanto, creo que no tengo derecho a revelar nada sobre qué o cómo discuto con mis colegas”. Las líneas cerradas, parece ser, son las que conectan los departamentos de Asuntos Exteriores y permiten a los líderes resolver asuntos críticos rápidamente y sin intermediarios. Eso sucedió, por ejemplo, durante la crisis de los misiles en Cuba.

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