PosteandoBernardo Barranco
La participación de la Iglesia católica en la contienda
electoral se antojaba más arrojada como en otras coyunturas en que se
metía en ojos de huracanes. A fines del año pasado el intenso debate
sobre el artículo 24 sobre libertad religiosa y posteriormente la
incorporación del “carácter laico” como definición en el artículo 40,
auguraban vitales y acometedores posicionamientos de las candidatos a la
presidencia así como de los actores religiosos.
Y no fue así. Por el contrario los escasos comentarios sobre el tema muestran poca profundidad y pobre comprensión no sólo de los conceptos sino sus implicaciones.
La visita del Papa Benedicto XVI a México en marzo a unos días del arranque de campañas, fue objeto de polémicas y advertencias críticas de una parte de la opinión pública que prevenía riesgos de injerencias políticas en discursos y mensajes del Papa conservador.
Si bien Ratzinger pasó emulando a Juan Pablo II, dándose baños de pueblo fue muy atento a nuestra circunstancia y ni siquiera abordó el tema del aborto ni las nuevas parejas del mismo sexo. En cambio, su secretario Tarciso Bertone, en salones privados de León tuvo contactos e intercambios vigorosos con los principales actores de la clase política.
Y en cierta medida la visita del Papa marca la tónica de cómo y en qué circunstancias la Iglesia mexicana debe entablarse en negociaciones con los poderes seculares.
En el fondo es el regreso a la filosofía de Girolamo Prigione, nuncio en México 1978-1997. En una vieja entrevista, el diplomático italiano se sinceró con el reportero René Delgado sobre las reformas constitucionales: “No sé si convenga hacer un debate nacional de esto”.
¿Porqué?: “Crearía dimes y diretes. México es un país muy apasionado. En fin yo diría un intercambio discreto, no oculto. Como siempre, los problemas primero se resuelven el plan discreto y después se publican, de lo contrario se echaría todo a perder”. (La jornada 17 de diciembre de 1987).
Así entendemos la mecánica de la pasarela de candidatos presidenciales ante la asamblea episcopal, donde la Iglesia mostró a la sociedad su músculo político. Los candidatos plantearon sus ofertas y plataformas a puerta cerrada.
El giro es evitar el desgaste mediático y negociar en privado, ahí es donde la agenda de la Iglesia y de los obispos se plantea al margen de los medios y de la propia sociedad. Salvo el documento de orientación pastoral ante las elecciones del cardenal Rivera, los documentos de obispos, incluido el de la CEM, son moderados, conciliadores y tolerantes.
La Iglesia se siente políticamente robusta. Ya no necesita dirimir sus demandas en el espacio de la opinión pública ni ante reflectores. Su agenda y la incidencia de ésta se operarán discrecionalmente, en el ámbito cupular y en espacio reservado. ¡Dios se apiade de nosotros!.
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9150959
Y no fue así. Por el contrario los escasos comentarios sobre el tema muestran poca profundidad y pobre comprensión no sólo de los conceptos sino sus implicaciones.
La visita del Papa Benedicto XVI a México en marzo a unos días del arranque de campañas, fue objeto de polémicas y advertencias críticas de una parte de la opinión pública que prevenía riesgos de injerencias políticas en discursos y mensajes del Papa conservador.
Si bien Ratzinger pasó emulando a Juan Pablo II, dándose baños de pueblo fue muy atento a nuestra circunstancia y ni siquiera abordó el tema del aborto ni las nuevas parejas del mismo sexo. En cambio, su secretario Tarciso Bertone, en salones privados de León tuvo contactos e intercambios vigorosos con los principales actores de la clase política.
Y en cierta medida la visita del Papa marca la tónica de cómo y en qué circunstancias la Iglesia mexicana debe entablarse en negociaciones con los poderes seculares.
En el fondo es el regreso a la filosofía de Girolamo Prigione, nuncio en México 1978-1997. En una vieja entrevista, el diplomático italiano se sinceró con el reportero René Delgado sobre las reformas constitucionales: “No sé si convenga hacer un debate nacional de esto”.
¿Porqué?: “Crearía dimes y diretes. México es un país muy apasionado. En fin yo diría un intercambio discreto, no oculto. Como siempre, los problemas primero se resuelven el plan discreto y después se publican, de lo contrario se echaría todo a perder”. (La jornada 17 de diciembre de 1987).
Así entendemos la mecánica de la pasarela de candidatos presidenciales ante la asamblea episcopal, donde la Iglesia mostró a la sociedad su músculo político. Los candidatos plantearon sus ofertas y plataformas a puerta cerrada.
El giro es evitar el desgaste mediático y negociar en privado, ahí es donde la agenda de la Iglesia y de los obispos se plantea al margen de los medios y de la propia sociedad. Salvo el documento de orientación pastoral ante las elecciones del cardenal Rivera, los documentos de obispos, incluido el de la CEM, son moderados, conciliadores y tolerantes.
La Iglesia se siente políticamente robusta. Ya no necesita dirimir sus demandas en el espacio de la opinión pública ni ante reflectores. Su agenda y la incidencia de ésta se operarán discrecionalmente, en el ámbito cupular y en espacio reservado. ¡Dios se apiade de nosotros!.
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9150959
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