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domingo, 29 de noviembre de 2015

Rusia podría actuar contra Arabia Saudí y Catar

Putin va a por todas en su particular guerra contra el yihadismo, y sus advertencias no se limitan a Turquía, sino que alcanzan a los países del Golfo.



"En Catar y Arabia Saudí están quienes organizan y patrocinan atentados terroristas, ahí están sus cuarteles generales", declara al diario ruso Pravda Yevgeny Satanovsky, responsable del Instituto para Oriente Medio ruso. "Esta gente debería tenerle mucho miedo a Rusia, como a la peste".

Rusia va a por todas en su particular guerra contra el terrorismo islámico, y juega muy en serio. El razonamiento de Moscú es amedrantadoramente sencillo, pero sus conclusiones son cualquier cosa menos tranquilizadoras para Washington: si de verdad se trata de acabar con el yihadismo, lo lógico es ir directamente contra su centro de operaciones, sus principales financiadores y sus padrinos más poderosos.

Por otra parte, y ya que se repite tanto la palabra "guerra" -"Francia está en guerra", proclamó solemne François Hollande en la Asamblea francesa el día después de los atentados de París-, si nuestra civilización está siendo atacada, entonces Rusia puede acogerse al Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas -que trata de la defensa propia de los Estados- para atrapar o destruir a quienes amenazan la paz.

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Satanovsky recuerda que ahora mismo la UE discute la aplicación del Artículo 51 para legitimar sus ataques, igual que hizo Estados Unidos en las invasiones de Afganistán e Irak. Aunque, curiosamente, añade Satanovsky, "se dejó impone a Arabia Saudí, uno de los organizadores de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York". Y Rusia no va a cometer el mismo error.

La Administración rusa no tiene la menor duda de que los países del Golfo están detrás de la financiación y organización de los principales grupos yihadistas que atentan en todo el mundo, y han acusado a menudo a Estados Unidos de connivencia con estos países a sabiendas de que amparan el terrorismo internacional.

Las más que calurosas relaciones entre las potencias occidentales con saudíes y cataríes convierten en una farsa la guerra contra el yihadismo en opinión de un número creciente de observadores. A medida que se multiplican los indiciones y revelaciones de la relación entre estos y los terroristas, o la evidencia diaria de que Arabia Saudí es "un ISIS que ha hecho fortuna" en su aplicación más brutal de la sharia siguiendo las líneas marcadas por el wahabismo, la escuela nacida en su suelo que ha revitalizado el yihadismo en toda la Umma, se hace más difícil mantener la imagen de determinación contra el terrorismo que pretende dar Occidente.

Incluso sin los indicios clamorosos de relación con el yihadismo, Arabia Saudí aplica castigos brutales a los ladrones, apedrea a las adulteras, azota a los disidentes, impide a las mujeres ir solas por la calle sin un pariente, mostrar los cabellos o conducir, castiga con la muerte la apostasía, convierte en delito la posesión de un ejemplar de los Evangelios, prohíbe la construcción de iglesias e incluso dispone de una policía religiosa con amplios poderes, la Muttawa, que convierte la vida diaria en las calles en una actividad permanentemente vigilada. La esclavitud, especialmente de los inmigrantes de otros países musulmanes más pobres, es una realidad en todo menos en el nombre. A su lado, Irán es un paraíso de libertades.

Por eso, es inevitable que las palabras de firmeza contra el terrorismo de Washington pierdan mucho de su credibilidad cuando mantiene una relación tan cálida y estrecha con esta teocracia feudal.

La razón es, naturalmente, el petróleo, que con sus gigantescas reservas le permite comprar voluntades y cerrar ojos a sus oscuros manejos y evidentes violaciones de los derechos humanos.

"No ha llegado ya el momento de plantear la cuestión en la ONU para que organice un tribunal internacional que juzgue a los gobiernos de Turquía, Catar y Arabia Saudí por su implicación en el terrorismo?", se pregunta Satanovsky.

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