AFP
«Queremos ayuda, pero para seguir en Irak, no para emigrar al extranjero, este país es una de las cunas del cristianismo y no nos podemos ir», repite Karam Subhi con gesto de desesperación, ante la atenta mirada de su madre, Amira. Viven desde hace cuatro días con su familia en una habitación de acogida que les proporciona el centro cultural caldeo de Ainkawa, ciudad cristiana a las afueras de Erbil. «Somos muy pobres, no podemos alquilar un apartamento, así que volveremos a Mosul en cuanto sea posible», anuncia el joven ingeniero eléctrico que, como el resto de cristianos de la pequeña comunidad de Mosul, la mayor parte asirios, huyeron con lo puesto tras la entrada del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) el 9 de junio.
Ainkawa ha ido creciendo al ritmo que aumentaba la presión sobre los cristianos en Irak y Siria, convirtiéndose desde 2003 en una especie de oasis al que acuden los miembros de la comunidad en busca de seguridad, un oasis al límite porque «ya casi no quedan viviendas vacías y los precios son muy altos», según Bahnam Francis, dueño de la inmobiliaria más antigua de la ciudad.
Manifiesto contra «infieles»
El colapso de las fuerzas armadas iraquíes allanó el camino para el avance insurgente que, en apenas dos semanas, se ha repartido con los kurdos el control de Nínive, Saladino, Kirkuk y Diyala, Anbar ya estaba en manos de los grupos suníes desde enero. Esta es la zona de actuación del EIIL en la que, según la agencia de noticias Aina, no ha tardado en circular un manifiesto pidiendo a sus seguidores la destrucción de estatuas «infieles», iglesias, tumbas y santuarios, un movimiento similar al practicado en Siria. La primera víctima de esta caza de brujas fue la estatua del poeta árabe Abu Tammam en el centro de Mosul.
«Nosotros sólo vimos guerrilleros en las calles con banderas negras. No nos hicieron nada. Estuvimos metidos tres días en casa, sin salir, no hay agua, ni electricidad y escasea la comida, por lo que decidimos venir a la Región Autónoma del Kurdistán (KRG)», explica Karam. Como la mayoría de cristianos, primero pasaron por las aldeas del norte de la provincia de Nínive, que cuentan con protección de las fuerzas kurdas que han establecido allí la nueva línea divisoria de la KRG.
El éxodo de la comunidad cristiana de Irak comenzó en 2003 tras la caída de Sadam Husein. Los cristianos iraquíes están divididos en catorce comunidades diferentes, con iglesias católicas, ortodoxas y protestantes, y varios responsables consultados aseguran que antes de 2003 eran aproximadamente un millón doscientas mil personas, hoy no quedan más de 300.000, según las mismas fuentes. La KRG es la salida temporal que elige la mayoría, pero Europa y Estados Unidos son los destinos soñados. Bagdad, Mosul y Basora son las plazas históricas con presencia cristiana –originalmente asirios y caldeos que siguen rezando en arameo, la lengua de Jesús- desde la época preislámica, pero la violencia está acabando con la comunidad.
De mal en peor
«Con Sadam la situación del país era mala, pero los cristianos hemos pasado de mal a peor. En tiempos de la dictadura llorábamos por la libertad, ahora lloramos recordando aquellos años», confiesa Kamal Adamat, profesor del árabe en Ainkawa y voluntario en el centro de acogida. El boom de la construcción de los últimos años ha hecho que Erbil y Ainkawa estén prácticamente unidas. La frontera entre ambas la delimitan las tiendas de alcohol que comienzan a florecer con grandes carteles anunciando cerveza y whisky de todas las marcas cuando se entra en zona cristiana.
«La convivencia es perfecta en la KRG, este es un lugar único en todo Oriente Medio. Los kurdos son musulmanes, pero los partidos islamistas apenas obtienen votos en las elecciones y no hay fanáticos», informa Sabah Yousef, responsable del centro de acogida para desplazados cristianos, que tiene claro que «ahora es imposible vivir en zonas bajo control del EIIL y no son solo ellos, los grupos locales suníes, incluido elpartido Baaz, también han adoptado un discurso islámico por lo que esto es peor que en 2006». Yousef recuerda el anterior alzamiento de las provincias suníes contra el Gobierno de Nuri Al Maliki que llevó a la primera guerra sectaria contra los chiíes que duró dos años.
Herencia de 2003
Karam y Amira quieren volver cuanto antes a Mosul. Siguen con preocupación a través de los medios las noticias de la operación que pretende lanzar el Gobierno para recuperar el control de la zona en la que tomarán parte 50.000 militares y voluntarios chiíes que han respondido a la llamada a las armas del Gran Ayatolá Sistani. Ese asalto supondría la guerra total. De nuevo los cristianos están en medio de un conflicto sectario que «aunque es el más viejo del Islam, en Irak resucitó en 2003 por culpa de la política de EEUU tras la invasión, buscaron la división y el resultado ha sido la destrucción del país», afirma Sabah Yousef, seguro de que esta último éxodo de los cristianos de Mosul, «no será el último».
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