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lunes, 30 de junio de 2014

EIIL: Después de Irak, ¿quién será el próximo blanco?



Durante su estancia en Moscú, la ministra siria de la presidencia Buthaina Chaabane fue invitada por el ministro de Relaciones Exteriores de Noruega a participar en un foro internacional. Al igual que más de 170 altos responsables sirios, la señora Chaabane figura en la lista de personalidades sirias que son actualmente objeto de diversas sanciones, entre ellas la prohibición de viajar.


Antes de volver a Damasco, la señora Buthaina Chaabane viajó directamente a Oslo. Allí se reunió, los días 18 y 19 de junio de 2014, con el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter; con el diplomático estadounidense Jeffrey Feltman, actual número 2 de la ONU, y con el director de la oficina del presidente iraní Hassan Rohani.


¿A qué se debe esta iniciativa de Noruega, país miembro de la OTAN? ¿Qué mensajes quería transmitir Estados Unidos? ¿Qué quería negociar con Siria?


Ninguna de las partes se ha referido públicamente a esos encuentros y el sitio web del Foro de Oslo se mantiene desesperadamente mudo al respecto.
El presupuesto para las operaciones estadounidenses en el extranjero


Unos días después, el 25 de junio, el presidente Obama presentaba al Congreso su proyecto de presupuesto para las operaciones diplomáticas y militares en el exterior (Overseas Contingency Operations, OCO) para el año 2015. De un total de 65 800 millones de dólares se destinarán 5 000 millones a la creación del Fondo de Asociación Antiterrorista (Counterterrorism Partnerships Fund, CTPF), ya anunciada por el presidente en su discurso de West Point, el 28 de mayo de 2014 [1].


Según un comunicado de la Casa Blanca, esa asignación se dividirá entre el Pentágono y el Departamento de Estado: 4 000 millones para los militares y 1 000 millones para los “diplomáticos”.

3 000 millones se destinarán simultáneamente a la formación de las fuerzas antiterroristas locales, a la lucha contra las ideologías radicales, la lucha contra el financiamiento del terrorismo y la promoción de modos «democráticos» de gobernar.

1 500 millones serán utilizados para evitar que el conflicto sirio se extienda a los países vecinos de Siria, lo cual debería lograrse destinando ese dinero a la formación de los servicios de seguridad –para que cierren eficazmente las fronteras– y prestando ayuda a los refugiados.

500 millones se utilizarán en «formar y equipar elementos controlados de la oposición armada siria para ayudar a defender al pueblo sirio, a estabilizar las zonas bajo control de la oposición, facilitar la prestación de servicios esenciales, contrarrestar las amenazas terroristas y favorecer las condiciones de un arreglo negociado».

Y se conservarán 500 millones para enfrentar nuevas situaciones de crisis.


¿Qué quiere decir para la Casa Blanca «estabilizar las zonas bajo control de la oposición»? No puede ser crear embriones de Estados ya que esas zonas son demasiado pequeñas y dispersas, sin comunicación entre sí. Así que probablemente se trata de crear zonas de seguridad para Israel, la primera en la frontera israelo-siria y la segunda en la frontera turco-siria, creando así la posibilidad de disponer de una tenaza sobre Damasco en caso de conflicto. Esas zonas serían confiadas a los «elementos controlados de la oposición armada siria», lo cual confirma la idea de que el objetivo del respaldo de Washington a los Contras ya no es derrocar el Estado sirio sino proteger la colonia judía de Palestina.


Esa táctica corresponde a lo que declaró el presidente Obama al programa CBS This Morning el pasado 20 de junio:


«Pienso que esa noción según la cual había una fuerza siria moderada capaz de vencer a Assad simplemente no es real y, como ustedes saben, hemos pasado mucho tiempo tratando de trabajar con una oposición moderada en Siria (…) La idea de que [esa oposición moderada] era capaz de derrocar bruscamente no sólo a Assad sino también a implacables yihadistas es una fantasía y pienso que es muy importante para el pueblo americano [estadounidense], y quizás mucho más importante aún para Washington y para la prensa, entender eso.» [2]



Washington se expone a una condena de la Corte Internacional de Justicia


Si se aprueba, la ayuda de Estados Unidos a los yihadistas que operan en Siria pasaría a formar parte de un programa secreto de la CIA y a un gran programa público del Pentágono.


Pero eso entraría en contradicción con los principios básicos del derecho internacional, que prohíbe estrictamente proporcionar apoyo financiero y formación militar a una fuerza opositora de otro país, sobre todo tratándose –como en este caso– de un evidente intento de dividir ese país en dos Estados. El simple anuncio de tal objetivo, aún en caso de que el Congreso lo rechazara, constituye para Siria una amenaza violatoria del derecho internacional. No cabe la menor duda de que Siria lograría una condena contra Estados Unidos si llevara el caso ante la Corte Internacional de Justicia (CJI), o sea ante el tribunal interno de las Naciones Unidas. Incluso existe un precedente ya que, en 1984, la pequeña Nicaragua logró una condena de la Corte Internacional de Justicia contra Estados Unidos por su apoyo oficial a los Contras. Habría que contar con un plazo de 2 años para que la CJI pronuncie su veredicto.


No tiene por consiguiente nada de extraño que el tímido secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, haya publicado recientemente un extraño artículo de opinión donde, a pesar de retomar toda una serie de acusaciones contra Siria, también califica de


«irresponsable de parte de las potencias extranjeras seguir sosteniendo militarmente a partes que cometen atrocidades y violaciones flagrantes de los derechos humanos y de las normas fundamentales del derecho internacional. He solicitado encarecidamente al Consejo de Seguridad [de la ONU] que imponga un embargo sobre el armamento.» [3]


Es evidente que Washington no habría optado por esa vía sin haber obtenido previamente de Buthaina Chaabane la garantía de que Siria no recurrirá a la CJI contra Estados Unidos. Pero, ¿a cambio de qué obtuvo esa garantía? También es evidente que, aunque el discurso estadounidense sigue estando dirigido contra Siria, su verdadero blanco –en este momento– es otro. Y no es simplemente Irak.
La continuación de la desestabilización de Irak


En Irak, se mantiene el avance del EIIL (Emirato Islámico en Irak y el Levante, también conocido en árabe como «Daesh»). Washington afirma que la ofensiva del EIIL fue totalmente sorpresiva y que su deseo es ayudar a mantener la integridad territorial de Irak, pero en realidad dirige a los yihadistas por debajo de la mesa y con ayuda de Francia y de Arabia Saudita.


La fábula del grupúsculo terrorista que conquista en 2 días un tercio del territorio de un país tan grande como Irak era tan difícil de tragar que los medios de prensa de la OTAN y del Consejo de Cooperación de Golfo afirman ahora que la población sunnita se ha unido al EIIL. No les importan los 1,2 millones de refugiados sunnitas y cristianos que huyen del avance de los yihadistas si la nueva mentira esconde un poco mejor el hecho que la invasión se preparó desde Washington.


Como estaba previsto, Estados Unidos confirmó que no intervendrá con tropas terrestres y está amenazando a los países que pudieran acudir en auxilio del gobierno federal iraquí del primer ministro Nuri al-Maliki. Así que, cuando este último agradeció a Siria por haber bombardeado columnas del EIIL en territorio iraquí, el secretario de Estado John Kerry frunció el ceño:


«Hemos indicado claramente a todos los actores de la región que no necesitamos que se produzca algo que venga a exacerbar las tensiones sectarias, ya muy elevadas.» [4]


Dando prueba de su enorme bondad, el presidente Obama accedió a enviar 300 militares, fundamentalmente para proteger los edificios estadounidenses, y dejando así el gobierno de Nuri al-Maliki solo ante su destino. Al verse abandonado a su suerte, el primer ministro iraquí se dio a la tarea de buscar nuevos aliados. Cansado de esperar inútilmente los F-16 prometidos por Washington, su gobierno acaba de comprar varios cazabombarderos a Bielorrusia y a Rusia.


Irán ha enviado armas y consejeros, pero no combatientes, únicamente en ayuda de los chiitas. Todo parece indicar que entre Washington y Teherán existe un acuerdo –al menos tácito– para desmantelar Irak. Sería interesante saber lo que el embajador estadounidense Jeffrey Feltman y el director de la oficina del presidente Hassan Rohani dijeron sobre eso a la ministra de la presidencia siria Buthaina Chaabane.


Por el momento, sólo es posible deducir –cuando más– que Irán y Siria pueden haber condicionado su propia pasividad, o incluso su contribución al plan estadounidense, al mantenimiento de un corredor de circulación entre ambos países, actualmente interrumpida por el EIIL.


En todo caso, el plan de rediseño del «Medio Oriente ampliado» (Greater Middle East) parece comenzar a concretarse en Irak, a pesar de los fallidos intentos de 2003 y 2007. Después de todo, hay que reconocer que el desmantelamiento de un Estado generalmente no es una cuestión de días sino que exige como mínimo un decenio de caos previo.


Los turcos, que son los más perjudicados –o más bien estafados–, recibieron en Ankara a Nechirvan Barzani, el primer ministro del gobierno regional del Kurdistán, quien les hizo saber que nunca devolverá Kirkuk al gobierno federal de Bagdad y que ese territorio se plantea la independencia como objetivo, aunque también les garantizó que no tratará de sublevar a los kurdos de Turquía. Así que Ankara cuenta con un periodo de gracia, aún cuando la lógica de los acontecimientos indica que Turquía tendrá que enfrentar a la larga un inevitable peligro de explosión. Viéndose ya acorralado, el gobierno de Recep Tayyip Erdogan ha cerrado su frontera con Siria y también ha cortado abruptamente su apoyo a los mercenarios extranjeros que estuvo armando durante 3 años y a los que además garantizaba una segura base de retaguardia. Ahora teme no sólo una rápida sublevación de los kurdos de Turquía sino también que su propio ejército se aproveche de la situación para derrocarlo.


La alianza de ex oficiales y soldados de la guardia presidencial de Sadam Husein con el EIIL viene a modificar la distribución de las cartas del juego. Se trata de hombres que quieren, en primer lugar, vengarse del gobierno de al-Maliki por haberlos apartado del poder y que atribuyen el ascenso de al-Maliki a Estados Unidos, a Irán y a Arabia Saudita simultáneamente. Por tratarse de hombres que ya han ejercido responsabilidades, no tendrán escrúpulos en trabajar nuevamente para Washington, como lo hizo en su momento el propio Sadam Husein. Y saben que las ambiciones iraníes no irán más allá de las poblaciones chiitas, así que sus deseos de venganza se dirigen contra Arabia Saudita. El presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi junto al rey Abdallah de Arabia Saudita a bordo del avión del monarca.
Arabia Saudita como blanco


Ante ese panorama, Washington considera que ha llegado el momento de remodelar el reino saudita, conforme al plan de Laurent Murawiec. En 2002, ese estratega francés concluía su presentación en el Pentágono con las siguientes tres frases:


«Irak es el eje táctico.

Arabia Saudita es el eje estratégico.

Egipto será la recompensa.» [5]


Dicho de otra manera, el derrocamiento de los Saud solamente es posible desde Irak. Y quien provoque su caída controlará Egipto.


Conscientes de que son el próximo blanco, los Saud han dejado de lado sus rencillas familiares para dedicarse a la defensa de sus intereses comunes. Después de un largo descanso en Marruecos, el rey Abdallah regresó recientemente a Riad. Y en el viaje de regreso su avión personal hizo escala en El Cairo. Debido a sus problemas físicos, el monarca no puede desplazarse, así que recibió al general al Sissi en su avión [6], le confirmó que Estados Unidos no logrará deshacerse de la familia Saud tan rápidamente como cree y, para asegurarse de que al-Sissi entendiera bien sus palabras, le garantizó que Arabia Saudita controla y seguirá controlando siempre el EIIL. Por esa razón, el rey Abdallah ha decidido recurrir nuevamente a los servicios del príncipe Bandar ben Sultan, quien incluso viajaba con él en el avión.


Desde la verdadera muerte de Osama ben Laden –en 2001–, el príncipe Bandar fue siempre el verdadero jefe del movimiento yihadista internacional. A pesar de ser un verdadero maestro de la guerra secreta, el príncipe Bandar fracasó en sus intentos de derrocar al presidente sirio Bachar al-Assad, protagonizó una grave disputa con Estados Unidos en el momento de la crisis de las armas químicas y fue destituido a pedido del secretario de Estado John Kerry. Su regreso es la principal carta de los Saud: Washington no puede contar con la posibilidad de lanzar los yihadistas al asalto del reino mientras Bandar esté activo.


Furioso, el secretario de Estado John Kerry viajó inesperadamente al Cairo para advertirle personalmente al presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi que no debe poner todos sus huevos en la misma canasta. Y el régimen militar egipcio se ha vuelto ahora totalmente independiente de las donaciones sauditas. John Kerry liberó 572 millones de dólares –una tercera parte de la ayuda habitual de Estados Unidos a Egipto, bloqueada a raíz del golpe de Estado– y anunció la inminente entrega de 10 helicópteros Apache prometidos desde hace tiempo al Cairo para estabilizar el Golán, y garantizar por consiguiente la seguridad de Israel.


En la continuación de sus viajes de preparación de la desestabilización de Arabia Saudita, John Kerry participó el 25 de junio en la cumbre de la OTAN, en Bruselas. Allí subrayó que la situación en Irak debía estimular a «ver bajo una perspectiva estratégica la recolección de datos de inteligencia, los preparativos, la respuesta, los tiempos de reacción, la naturaleza de la respuesta». En otras palabras, la «disponibilidad operacional», que estará en la agenda de la cumbre a celebrarse en Gales, los días 4 y 5 de septiembre.


Al día siguiente, el 26 de junio, el secretario de Estado se reunió en París con sus homólogos de Arabia Saudita, de los Emiratos Árabes Unidos y de Jordania. Según la agencia Associated Press, Washington espera que Arabia Saudita y Jordania utilicen las tribus beduinas que transitan constantemente a través de las fronteras para transportar armas y dinero como apoyo a los sunnitas iraquíes (léase apoyar al EIIL) [7].


Prosiguiendo su viaje, John Kerry llegaba a Arabia Saudita el 27 de junio. Allí se reunió con el presidente de la Coalición Nacional Siria, Ahmad Jarba. Subrayó que el señor Jarba es miembro de la tribu beduina de los Chammar –a la que también pertenece el rey Abdallah–, tribu que también se desplaza por Irak, y agregó que la «oposición siria moderada» podría ayudar militarmente a estabilizar Irak [8].


Al igual que nosotros, ustedes deben estar preguntándose cómo es posible que los mismos elementos que fueron «incapaces» de derrocar el Estado sirio –a pesar de toda la ayuda que recibieron del exterior– sean ahora capaces de desempeñar un papel militar en Irak. Y también por qué el señor Jarba, personalmente vinculado al EIIL, se animaría a combatirlo.
La respuesta saudita


Justo antes de recibir al secretario de Estado, el rey Abdallah decidía


«tomar todas las medidas necesarias para proteger los logros de la nación y su territorio, así como la seguridad y la estabilidad del pueblo saudita (…) en caso de que organizaciones terroristas o de otro tipo sean susceptibles de atentar contra la seguridad de la patria» [9].


Al mismo tiempo, el rey Abdallah decidía confiar el manejo del tema iraquí… al príncipe Bandar Ben Sultan, a quien había marginado el 15 de abril… a pedido de John Kerry, y también en castigo por su fracaso en derrocar al presidente sirio Bachar al-Assad y por su repentina hostilidad contra la administración Obama.


Lectura: Riad está dispuesto a ayudar a Washington a desmantelar Irak pero no piensa permitirle extender ese plan a Arabia Saudita.


Mostrando que ha captado el mensaje, el «Gobierno Provisional» sirio –creado por la Coalición Nacional– ha destituido al general Abdel Ilah al-Bashir, junto con todo su estado mayor. Al no disponer ya de tropas ni de oficiales, la Coalición Nacional de la oposición exterior siria puede tener la certeza de que los 500 millones de dólares prometidos acabarán casi directamente en manos del EIIL.


Thierry Meyssan


Fuente

Al-Watan (Siria)

FUENTE

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