Beijing usará al oro como eje de su nueva estrategia devaluatoria y de estímulo económico. Las exportaciones chinas se catapultarían y, en el camino, noquearían a todas las demás, en especial, a la industria estadounidense.
China ha sido noticia constante desde junio, cuando explotó su burbuja bursátil. Desde entonces, el gobierno ha hecho todos los intentos posibles por reinflarla. Las recientes medidas desesperadas de Beijing por tratar de detener el colapso de su mercado bursátil, no dejan lugar a dudas de que los chinos harán “lo que sea necesario” para impedir un desplome económico que consideren peligroso.
Aquí dijimos que ese intervencionismo les está haciendo un daño terrible, que entre otras cosas, le costará que su divisa –el yuan o renminbi (RMB)-, no entre este año a la canasta de monedas de los Derechos Especiales de Giro (DEG), como ya lo confirmó ayer del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Como quiera, esa es una preocupación menor para Beijing, que está más ocupada con el riesgo real de que una gran crisis económico-financiera como la que comienza a padecer, le pueda generar una peligrosa inestabilidad social. No olvidemos que el país asiático tiene más de 1,300 millones de habitantes, que se han acostumbrado a crecimientos acelerados.
En mayo dijimos que el oro sería la herramienta que usará el gobierno chino para devaluar al RMB y así estimular su economía. Como ya no lo puede hacer por la vía de fijar un tipo de cambio infravalorado respecto al dólar, aprovechará el lanzamiento de su propio precio “fix” (referencial) del oro en yuanes.
Expliquemos. A finales de este año (no se ha especificado la fecha aún), la Bolsa de Oro de Shanghái (SGE, por sus siglas en inglés) lanzará su propio precio de referencia en RMB, con el que desafiará la supremacía del Precio del Oro de Londres, fijado en dólares por onza. Dado que la SGE es un brazo del Banco Popular de China (su banco central), es un hecho que el gobierno podrá establecer a conveniencia el precio del oro en su divisa.
De este modo, Beijing usará al oro como eje de su nueva estrategia devaluatoria y de estímulo económico.
Esta hipótesis presentada primero por el analista de metales preciosos Avery Goodman, ha sido suscrita por este espacio y por expertos como Alasdair Macleod, de Goldmoney.com.
Hoy el precio de la onza de oro en Shanghái es de aproximadamente 6,700 yuanes por onza (para el cálculo usamos el tipo de cambio de 6.2 yuanes por dólar, y un precio por oz. de 1,080 dólares, que ha sido el soporte).
Para fines de simplificación supongamos que las autoridades chinas empujan hasta duplicar el precio del oro a 13,400 yuanes/oz. En los hechos, los tenedores de oro verían una oportunidad increíble de vender su oro en Shanghái por el doble de precio en yuanes. Dado que la inflación no se transmitiría en automático ni de forma instantánea, con esos yuanes podrán comprar ahora el doble de mercancías que antes, una enorme oportunidad que pocos se atreverían a desperdiciar.
Las exportaciones chinas se catapultarían y, en el camino, noquearían a todas las demás, en especial, a la industria estadounidense.
Las compras de oro en el mundo para sacar provecho de esta oportunidad se dispararían aún más –recordemos que aquí hemos expuesto que la demanda física ha ido al alza a pesar de tener precios a la baja en el mercado de papel. El divorcio que ya existe entre el precio físico y de papel, se ampliaría junto con la “escasez” de lingotes expresada en la backwardation (precio spot superior al del contrato de futuros más activo) que sigue presente. China se convertiría en un gigantesco agujero negro que se “comería” el oro del planeta a una velocidad increíble, en línea con su plan de largo plazo de superar a Estados Unidos como el mayor tenedor de estas reservas.
Tarde o temprano esta política sería vista en Washington como una agresión, por lo que la respuesta no se haría esperar. Entre las opciones que tienen está la de dejar o hacer que el precio del oro se dispare en dólares, lo que clavaría una estaca en el corazón del billete verde como divisa de reserva mundial. Otra menos probable sería la de intentar ofertar oro en cantidades suficientes para que bajaran el precio en yuanes.
Esa sería una guerra perdida porque con la manipulación de su precio “fix”, los chinos siempre podrán poner un precio más alto en yuanes.
Además, con un máximo histórico de 124 “dueños” en el papel por cada onza física en el Comex (Commodity Exchange), y existencias de “oro registrado” –aquel que puede ser usado para entregas de contratos de futuros-, en un mínimo de todos los tiempos de 351,519 onzas al 30 de julio pasado, parecería imposible. De nuevo, para atraer más oro al sistema estadounidense los precios en dólares tendrían que dispararse para sacarlo de donde se esconde en manos privadas. En nuestro ejemplo, tendría que duplicarse a 2,160 dólares por onza para nulificar los efectos del alza en renminbi.
Claro está que nadie sabe en qué medida los chinos devaluarán su divisa frente al oro, pero el ejemplo que hemos puesto nos ayuda a comprender mejor tanto los efectos como las posibles reacciones.
Si los chinos deciden actuar como aquí prevemos, Estados Unidos estará en un callejón sin salida. Con cualquier movimiento que haga, saldría perdiendo. La “guerra de divisas” entraría en una nueva fase de pronóstico reservado que terminaría por destruir el comercio internacional y por declarar como oficial la nueva Gran Depresión. El proteccionismo haría de nuevo su desastrosa aparición, sin descartar que esa “guerra” pudiera escalar a un verdadero conflicto armado, en el que Rusia –claro está, no jugaría del lado americano, ni Europa del chino. Ojalá no lleguemos a eso.
Pasado el momento crítico, la única vía para restaurar el comercio global será la del patrón oro, pues habrá tal desconfianza entre países que los intercambios sólo podrán hacerse en mercancía, y los saldos ser cubiertos en el metal precioso, como garantía. No más comercio a cambio de dinero de papel respaldado en deuda. Al rey, le será regresado el trono monetario.
¡Cuidado con los chinos! Que nadie olvide la regla de oro: quien tiene el oro, pone las reglas.
China ha sido noticia constante desde junio, cuando explotó su burbuja bursátil. Desde entonces, el gobierno ha hecho todos los intentos posibles por reinflarla. Las recientes medidas desesperadas de Beijing por tratar de detener el colapso de su mercado bursátil, no dejan lugar a dudas de que los chinos harán “lo que sea necesario” para impedir un desplome económico que consideren peligroso.
Aquí dijimos que ese intervencionismo les está haciendo un daño terrible, que entre otras cosas, le costará que su divisa –el yuan o renminbi (RMB)-, no entre este año a la canasta de monedas de los Derechos Especiales de Giro (DEG), como ya lo confirmó ayer del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Como quiera, esa es una preocupación menor para Beijing, que está más ocupada con el riesgo real de que una gran crisis económico-financiera como la que comienza a padecer, le pueda generar una peligrosa inestabilidad social. No olvidemos que el país asiático tiene más de 1,300 millones de habitantes, que se han acostumbrado a crecimientos acelerados.
En mayo dijimos que el oro sería la herramienta que usará el gobierno chino para devaluar al RMB y así estimular su economía. Como ya no lo puede hacer por la vía de fijar un tipo de cambio infravalorado respecto al dólar, aprovechará el lanzamiento de su propio precio “fix” (referencial) del oro en yuanes.
Expliquemos. A finales de este año (no se ha especificado la fecha aún), la Bolsa de Oro de Shanghái (SGE, por sus siglas en inglés) lanzará su propio precio de referencia en RMB, con el que desafiará la supremacía del Precio del Oro de Londres, fijado en dólares por onza. Dado que la SGE es un brazo del Banco Popular de China (su banco central), es un hecho que el gobierno podrá establecer a conveniencia el precio del oro en su divisa.
De este modo, Beijing usará al oro como eje de su nueva estrategia devaluatoria y de estímulo económico.
Esta hipótesis presentada primero por el analista de metales preciosos Avery Goodman, ha sido suscrita por este espacio y por expertos como Alasdair Macleod, de Goldmoney.com.
Hoy el precio de la onza de oro en Shanghái es de aproximadamente 6,700 yuanes por onza (para el cálculo usamos el tipo de cambio de 6.2 yuanes por dólar, y un precio por oz. de 1,080 dólares, que ha sido el soporte).
Para fines de simplificación supongamos que las autoridades chinas empujan hasta duplicar el precio del oro a 13,400 yuanes/oz. En los hechos, los tenedores de oro verían una oportunidad increíble de vender su oro en Shanghái por el doble de precio en yuanes. Dado que la inflación no se transmitiría en automático ni de forma instantánea, con esos yuanes podrán comprar ahora el doble de mercancías que antes, una enorme oportunidad que pocos se atreverían a desperdiciar.
Las exportaciones chinas se catapultarían y, en el camino, noquearían a todas las demás, en especial, a la industria estadounidense.
Las compras de oro en el mundo para sacar provecho de esta oportunidad se dispararían aún más –recordemos que aquí hemos expuesto que la demanda física ha ido al alza a pesar de tener precios a la baja en el mercado de papel. El divorcio que ya existe entre el precio físico y de papel, se ampliaría junto con la “escasez” de lingotes expresada en la backwardation (precio spot superior al del contrato de futuros más activo) que sigue presente. China se convertiría en un gigantesco agujero negro que se “comería” el oro del planeta a una velocidad increíble, en línea con su plan de largo plazo de superar a Estados Unidos como el mayor tenedor de estas reservas.
Tarde o temprano esta política sería vista en Washington como una agresión, por lo que la respuesta no se haría esperar. Entre las opciones que tienen está la de dejar o hacer que el precio del oro se dispare en dólares, lo que clavaría una estaca en el corazón del billete verde como divisa de reserva mundial. Otra menos probable sería la de intentar ofertar oro en cantidades suficientes para que bajaran el precio en yuanes.
Esa sería una guerra perdida porque con la manipulación de su precio “fix”, los chinos siempre podrán poner un precio más alto en yuanes.
Además, con un máximo histórico de 124 “dueños” en el papel por cada onza física en el Comex (Commodity Exchange), y existencias de “oro registrado” –aquel que puede ser usado para entregas de contratos de futuros-, en un mínimo de todos los tiempos de 351,519 onzas al 30 de julio pasado, parecería imposible. De nuevo, para atraer más oro al sistema estadounidense los precios en dólares tendrían que dispararse para sacarlo de donde se esconde en manos privadas. En nuestro ejemplo, tendría que duplicarse a 2,160 dólares por onza para nulificar los efectos del alza en renminbi.
Claro está que nadie sabe en qué medida los chinos devaluarán su divisa frente al oro, pero el ejemplo que hemos puesto nos ayuda a comprender mejor tanto los efectos como las posibles reacciones.
Si los chinos deciden actuar como aquí prevemos, Estados Unidos estará en un callejón sin salida. Con cualquier movimiento que haga, saldría perdiendo. La “guerra de divisas” entraría en una nueva fase de pronóstico reservado que terminaría por destruir el comercio internacional y por declarar como oficial la nueva Gran Depresión. El proteccionismo haría de nuevo su desastrosa aparición, sin descartar que esa “guerra” pudiera escalar a un verdadero conflicto armado, en el que Rusia –claro está, no jugaría del lado americano, ni Europa del chino. Ojalá no lleguemos a eso.
Pasado el momento crítico, la única vía para restaurar el comercio global será la del patrón oro, pues habrá tal desconfianza entre países que los intercambios sólo podrán hacerse en mercancía, y los saldos ser cubiertos en el metal precioso, como garantía. No más comercio a cambio de dinero de papel respaldado en deuda. Al rey, le será regresado el trono monetario.
¡Cuidado con los chinos! Que nadie olvide la regla de oro: quien tiene el oro, pone las reglas.
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