Las reuniones del G7, que fueron en su origen simples conversaciones informales entre líderes mundiales, pretendieron transformarse en gobierno mundial, antes de naufragar y acabar convirtiéndose en un ejercicio de comunicación. La cumbre de Ise-Shima pasó revista a los principales problemas del mundo y definió el lenguaje a emplear para cada uno de ellos.
La primera reunión du G5, en Rambouillet (1975). |
El G7 acaba de reunirse en Ise-Shima (Japón). Durante las demás cumbres recibimos en pleno rostro una constante avalancha de información, pero esta casi no tuvo cobertura de la prensa internacional… porque este encuentro ha cambiado profundamente de objetivo.
En 1974, en medio del primer shock petrolero, los ministros de Finanzas de 5 países (Alemania Federal, Francia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) se reunieron, sin agenda definida, en la biblioteca de la Casa Blanca, sólo para intercambiar puntos de vista. Aquello se llamó el «Library Group».
Siguiendo aquel esquema, los dos sobrevivientes de aquel grupo –Valery Giscard d’Estaing, que se había convertido en presidente de la República Francesa, y Helmut Schmidt, convertido a su vez en canciller de Alemania Federal– tomaron la iniciativa de invitar a los jefes de Estado y de gobierno de los mismos países, más Italia, a reunirse, en 1976, en el castillo de Rambouillet para un intercambio de puntos de vista sobre los grandes temas del momento. En aquella época, las cumbres internacionales eran poco frecuentes y extremadamente formales. El G6 se distinguía por su ausencia de protocolo, su carácter simple, relajado y amistoso, su atmósfera de club privado. Las conversaciones se desarrollaban directamente en inglés, sin traductores. La reunion se había anunciado en el último momento. No había agenda ni periodistas.
En 1977, se invitó también al primer ministro de Canadá, convirtiéndose así el encuentro en un G7, y a partir de 1978 se agregó a la lista de invitados el presidente de la Comisión Europea. En 1994, el presidente ruso también fue invitado, antes de ser oficialmente integrado al grupo (G8) en 1997. Los occidentales estaban convencidos de que, después del derrumbe de la URSS, Rusia estaba uniéndose a ellos y que, juntos, iban a crear un mundo unipolar y dominarlo. Era la epoca en que se constituía una clase dirigente transnacional de una ambición ilimitada, que creía ser capaz de barrer el derecho internacional y suplantar el Consejo de Seguridad de la ONU para gobernar el mundo sin someterse al control de nadie.
En 2000, el G8 respaldó la proposición de Paul Wolfowitz y del Banco Mundial para anular la deuda de los países más pobres. Sólo ponían una pequeñísima condición: esos países tenían que liberalizar totalmente sus economías… para que las transnacionales pudiesen saquearlos sin restricciones. Sólo 9 de los 62 países propuestos aceptaron aquella estafa. La posición del G8 provocó el surgimiento de un movimiento mundial antiglobalización. Una persona murió durante la represión desatada contra las manifestaciones en ocasión de la siguiente cumbre, en Nápoles (2001). Se decidió entonces que, en lo adelante, aquellas cumbres se harían fuera de las grandes ciudades, bajo una importante protección policial y militar. Así podrían sus participantes tramar lo que quisieran al abrigo de las miradas.
Pero las cosas comenzaron a ir mal en 2013. Vladimir Putin había regresado al Kremlin y los occidentales acababan de reactivar la guerra contra Siria, a pesar de los compromisos contraídos por Kofi Annan y confirmados en el Comunicado de Ginebra. La cumbre de Lough Erne se convirtió en un enfrentamiento de 7 contra 1. El tema previsto era la lucha contra los paraísos fiscales pero la discusion se desvió por completo hacia el regreso occidental a la guerra contra Siria. Al año siguiente (2014), después del golpe de Estado en Kiev, la división de Ucrania y el regreso de Crimea a la Federación Rusa, Alemania estimó que la confianza entre los miembros del G8 había desaparecido y que la cumbre no podía realizarse bajo el formato habitual. Los occidentales decidieron entonces anular su participación en la cumbre programada para Sochi y se reunieron sin Rusia en La Haya (Holanda). El G8 menos 1 regresaba al formato del G7.
Hace 42 años, la cumbre concluía con una breve declaración que enumeraba los temas económicos abordados y subrayaba la cohesión del bloque occidental. Rápidamente, los comunicados fueron haciéndose más largos, para tranquilizar a los inversionistas internacionales mostrándoles que aquella reunión secreta no tomaba ninguna decisión importante. Al comenzar la participación de Rusia y la cobertura del encuentro por grandes cantidades de periodistas, se agregó una declaración política tendiente a mostrar que el mundo se unificaba alrededor de Washington. Después comenzaron a publicarse largas disertaciones sobre el estado del mundo y la buena voluntad de los poderosos en sus esfuerzos por mejorarlo. Pero nunca, absolutamente jamás, se tomó ninguna decisión en el marco del G8. Lo máximo que llegó a hacer ese grupo fue anunciar algunos compromisos, que luego fueron rápidamente olvidados –como la erradicación del hambre en el mundo–, o promulgar alguna Carta que sus miembros violaron también rápidamente –como la de las Fuentes Abiertas, por ejemplo.
A partir de 2001, el G8, que se presenta como un gobierno mundial paralelo en la ONU, se convierte en realidad en una reunión mundial de concertación sin “apuestas”. En esta foto, cuya publicación se prohíbe en varios países, se ve al entonces presidente Dmitri Medvedev borracho en la cumbre de 2011.© Red Voltaire ¿En qué se ha convertido el G7? |
Dos de los 9 miembros del G7 están representados dos veces. Estados Unidos puede contar con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien se vio obligado a renunciar a su cargo de primer ministro de Luxemburgo cuando se reveló que había sido miembro del Gladio (el ejército secreto de la OTAN). Alemania, por su parte, se apoya en el presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, cuya familia está vinculada a la de la canciller Angela Merkel desde el inicio de la guerra fría.
El G7 es ahora un simple encuentro de “reformateo”. Estados Unidos y Alemania indican los elementos del discurso que sus vasallos van a tener que adoptar. Miles de periodistas asisten a lo que se ha convertido en una especie de misa. En definitiva, lo que se hizo en la cumbre de Ise-Shima fue publicar una larga declaración económico-política y 6 documentos anexos que reflejan el lenguaje de las élites estadounidenses. Todo es perfecto, al menos en apariencia porque después de una lectura detallada –así lo veremos a continuación– el resultado resulta escandaloso.
En la introducción de su declaración, los miembros del G7 subrayan sus valores comunes, siendo los 4 principales:
la libertad,
la democracia,
el estado de derecho,
el respeto de los derechos humanos.
Luego afirman ser capaces de garantizar
la paz,
la seguridad,
y la prosperidad del mundo.
Para terminar, señalan lo que ellos fijan como su prioridad:
el crecimiento económico global.
Hasta un niño puede ver fácilmente que esas «personas mayores», cuando afirman que su prioridad es el crecimiento económico global, se burlan de los ideales objetivos que dicen defender.
Los 9 miembros del G7. |
La declaración final del G7
Me limitaré aquí a estudiar los fragmentos de la declaración vinculados a la política internacional vista desde la perspectiva de esas 9 personas, que aspiran a ser las más poderosas del mundo [1]. Es un catálogo de las 18 principales mentiras occidentales del momento. Pero ofrece una excelente ocasión para pasar revista a los principales temas de conflicto.
La «lucha contra el terrorismo y el extremismo violento» [2].
Esto se ha convertido en una “verdad indiscutible” en las cumbres internacionales, donde siempre se afirma que el terrorismo es resultado del extremismo violento. Supuestamente no es más que la maduración de problemas sicológicos individuales en contextos políticos no resueltos. Para ellos no es una estrategia militar, ningún Estado lo utiliza y su financiamiento vendría únicamente de donaciones privadas y diferentes tipos de tráfico. Esa es la teoría que defiende, desde diciembre de 2015, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien se unió al G7 para dar la impresión de que existe un consenso mundial, [3]: el único enemigo es la «radicalización». Esta formulación permite a los mismos que organizan el terrorismo combatir a la vez cualquier forma de oposición, usando como pretexto la prevención del terrorismo.
Como venimos explicando constantemente desde 2001 en la Red Voltaire, al menos 8 de los 9 miembros del G7 están directamente implicados en el apoyo a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh) en Irak, en Siria y en Libia. Sólo el Canadá de Justin Trudeau parece no estar ya implicado en esta guerra secreta.
«Las migraciones y la crisis de los refugiados»
(no la crisis de los refugiados y migrantes).
Es importante notar la diferencia semántica que establece el G7 entre el flujo de las migraciones y la crisis de las personas refugiadas. Los migrantes se desplazan porque quieren. No son considerados personas sino “un flujo”, al contrario de los refugiados, que se desplazan por necesidad y tienen derecho a una protección internacional.
Pero la realidad es que hay muy pocos verdaderos refugiados. La gran mayoría de los sirios que han huido de su país no quisieron defenderlo de los yihadistas porque creyeron que la República iba a caer derrocada por la OTAN. Otros huyeron de los combates pensando regresar después de la victoria de los yihadistas y la construcción de un verdadero Estado islámico. Pero el hecho es que el derecho internacional no reconoce el estatus de refugiados a quienes se niegan a tomar las armas en defensa de su patria atacada desde el extranjero, ni a quienes esperan una victoria sin tener que participar en la lucha.
No cabe duda de que el fenómeno de huida de los sirios fue estimulado por los Estados que agreden la República Árabe Siria y que ahora esperan vencerla vaciándola de sus habitantes. Y todos los miembros del G7 han participado en ese plan.
Siria
El G7 condena con la mayor firmeza las violaciones del cese de hostilidades por el «régimen sirio». Pero no dice absolutamente nada ni sobre las violaciones cometidas antes por los grupos armados, ni tampoco –y esto es lo más importante– sobre las violaciones que él mismo cometió primero. Me refiero, por ejemplo, a la entrega de 2 000 toneladas de armamento y municiones por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, verificada por la revista Jane’s. Armamento y municiones de las que al menos la mitad fue entregada a al-Qaeda y al Emirato Islámico, grupos terroristas que el G7 dice combatir unas líneas antes [4].
El G7 condena igualmente «el régimen» (fórmula peyorativa utilizada para designar un Estado miembro de la ONU cuando se quiere subrayar que el objetivo de guerra del G7 es imponerle un «cambio de régimen») por haber bloqueado el acceso humanitario internacional. Pero los casos que cita la ONU corresponden a momentos en que la ONU misma no respetó las fechas y trayectos previamente pactados con el gobierno sirio. Por lo demas, el G7 no condena a los grupos armados por haber bloqueado el acceso a varias localidades, anuncia que utilizará lo que reprocha indebidamente al «régimen» para autorizar el Programa Alimentario Mundial a lanzar ayuda en paracaídas en las zonas bajo control de los yihadistas. Pero el Programa Alimentario Mundial no dispone de medios para realizar ese tipo de operación, así que ponerla en manos de la US Air Force… que no se limita al lanzamiento de víveres y medicamentos sino que incluye en los cargamentos armas y municiones. El carácter humanitario de ese tipo de operaciones es sólo aparente ya que los víveres lanzados en paracaídas sobre las zonas bajo control de los yihadistas son inmediatamente confiscados por los grupos armados, que los revenden a elevadísimos precios a las poblaciones bajo su yugo, o los exportan hacia Turquía, como se ha comprobado recientemente.
Finalmente, el G7 menciona la cuestión de las armas químicas, sin apuntar a ninguno de los bandos, lo cual quiere decir que siempre podrá utilizar esa acusación contra cualquiera de las partes, incluyendo los grupos armados y Turquía. Se trata de un medio de chantaje contra el imprevisible presidente turco Erdogan.
Irak
El G7 apoya «la unidad, la soberanía y la integridad territorial» de ese país. Felicita al gobierno iraquí por su lucha contra el Emirato Islámico y anuncia que ya está apoyando los esfuerzos de Bagdad por ayudar a las poblaciones de las zonas liberadas. Pero, dado el hecho que no felicita al «régimen» sirio por sus victorias frente al Emirato Islámico, tenemos que deducir que –contrariamente a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU– el principal objetivo del G7 no es la lucha contra el terrorismo.
Los miembros del G7 anuncian que están gastando actualmente más de 3 600 millones de dólares para ayudar a las autoridades iraquíes, incluyendo a las de los kurdos. Y con ello contradicen lo que habían escrito sólo unas líneas antes. En efecto, aunque dice respaldar la unidad de Irak, el G7 está entregando armas directamente a una provincia –el Kurdistán iraquí–, a la que además estimula a dejar de obedecer al poder central.
Irán
Con la mayor sangre fría, el G7 se felicita por el acuerdo 5+1 concluido con Irán hace un año. Ese acuerdo estipulaba el levantamiento de las sanciones estadounidenses, europeas e internacionales, lo cual debía permitir que Irán recuperara sus 150 000 millones de dólares, actualmente bloqueados en bancos de todo el mundo. Sin embargo, aunque algunos pequeños países han desbloqueado los fondos iraníes que se habían visto obligados a congelar –en el caso de Suiza, por ejemplo, fueron 12 millones de dólares–, Irán sigue sin haber podido tocar ni un centavo de todos sus fondos bloqueados en Estados Unidos y en la Unión Europea. Peor aún, cuando, oficialmente, Estados Unidos acababa de simular que había descongelado 450 millones de dólares, un juez estadounidense «independiente» inmediatamente incautó esa suma bajo el pretexto de pagar compensaciones a las víctimas de los atentados del 11 de Septiembre, acciones que Estados Unidos nunca imputó a Irán en los últimos 15 años. La posición que los 9 miembros del G7 adoptaron al respecto es una respuesta a la queja que presentó Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU, con el respaldo del Movimiento de Países No Alineados [5].
El G7 prosigue condenando las investigaciones iraníes en materia de misiles, que supuestamente violan la resolución 2231. Pero esa resolución no aborda ese tema. Durante el debate en el Consejo de Seguridad, la embajadora estadounidense Samatha Power afirmó que Irán no sólo tendría que aceptar la resolución sino aplicar también otras reglas internacionales en materia de misiles balísticos [6]. Pero Estados Unidos sabe que no puede vincular los misiles balísticos con el tema nuclear. Por cierto, desde que se firmó el acuerdo 5+1, Estados Unidos no ha presentado ninguna queja contra Irán.
La República Popular Democrática de Corea
El G7 condena las investigaciones nucleares del país que designa como «Corea del Norte», subrayando así que Estados Unidos está en guerra con ese país desde 1950. De hecho, puede apoyarse en varias resoluciones del Consejo de Seguridad. Pero, dada la ausencia de tratado de paz y ante el precedente de los 10 años de presiones contra Irán –país que ni siquiera tenía programa nuclear de carácter militar– no es sorprendente que Pyongyang se niegue a aceptar.
«Ucrania/Rusia»
El G7 reafirma la obligación de respetar «la soberanía, la integridad territorial y la independencia» de Ucrania. Y luego condena la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia. Esto es un ejemplo más de la hipocresía occidental ya que fueron los miembros del G7 los organizadores del golpe de Estado en Kiev y, por ende, los violadores de la soberanía y de la independencia de Ucrania. Los ciudadanos que rechazaban el golpe trataron primero de oponerse. Rápidamente se dieron cuenta de que la población se dividía geográficamente entre pro-atlantistas y pro-rusos. Las zonas pro-rusas, Crimea, Donbass y Lugansk proclamaron cada una su independencia, pero Crimea fue la única que actuó con suficiente rapidez para gestionar su regreso a la Federación Rusa.
Obsérvese, por otro lado, la frase que critica la corrupción del gobierno ucraniano, síntoma de que los miembros del G7 se sienten bastante incómodos con su nuevo aliado.
Libia
El G7 aporta su respaldo al gobierno que preside Fayez al-Sarraj –única autoridad que hoy cuenta con el reconocimiento de la ONU– para pacificar el país, permitir la explotación de su petróleo y luchar contra el Emirato Islámico.
Al no disponer ya de un jefe que cuente con suficiente legitimidad, Libia se ha dividido en tribus. El gobierno de al-Sarraj fue constituido por la ONU durante los Acuerdos de Skhirat (en abril de 2015). Pero nunca llegó a ser investido por la Cámara de Representantes que la OTAN había creado después del asesinato de Muammar el-Kadhafi. Así que ese gobierno no es más legítimo que los demás, aunque sí es mucho más obediente. En todo caso, los miembros del G7 anuncian que apoyan el levantamiento del embargo sobre las entregas de armas únicamente a favor de ese gobierno, lo cual debe permitirle masacrar a sus adversarios o reactivar la guerra civil.
Afganistán
Los miembros del G7 apoyan todo «proceso de paz realizado por los afganos», lo cual resulta como mínimo sorprendente 15 años después de la invasión anglo-estadounidense y de los acuerdos de Bonn impuestos por los vencedores. Se felicitan de la participación de Afganistán en la cumbre de la OTAN, prevista para julio próximo en Varsovia, lo cual dice mucho sobre el tal proceso de paz «realizado por los afganos» y sobre la voluntad occidental de seguir cercando a Rusia.
«Proceso de paz en Medio Oriente»
Con esa formulación, el G7 reconoce que el conflicto israelo-palestino es, en realidad, un conflicto israelo-árabe. Teniendo en cuenta las malas relaciones con el actual primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, el G7 respalda la iniciativa francesa de organizar une conferencia internacional… sin israelíes, ni palestinos; como única manera de hacer progresar la «solución de los dos Estados».
Yemen
Avanzando con precaución, el G7 afirma que para restaurar la paz en Yemen hay que retomar la transición política. Esa formulación indirecta significa que el G7 apoya al presidente de transición expulsado por las protestas populares, Abd Rabbo Mansur Hadi, respaldado a fondo por Arabia Saudita e Israel.
África
Después de abordado detalladamente los casos de los países anteriormente mencionados, el G7 no se molesta en prestar la misma atención a Burkina Faso, Burundi, Mali, Nigeria, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Somalia y Sudán del Sur, y a otros países –que ni siquiera menciona– de la cuenca del Chad, del Sahel y del Cuerno Africano. Sólo les dedica, a todos juntos, un único párrafo donde se enumera toda una serie de problemas y se les invita a fortalecer las organizaciones intergubernamentales para que los resuelvan. El Pentágono sigue sin digerir el hecho que los africanos no hayan acogido con los brazos abiertos la creacion del AfriCom.
Esta párrafo fue redactado en presencia del presidente chadiano Idriss Deby, invitado al margen de la cumbre. La sacrosanta regla estadounidense según la cual ningún jefe de Estado debe ejercer más de 2 mandatos consecutivos no se aplica al caso de Chad. El señor Deby, en el poder desde hace más de 25 años consecutivos, está acusado de numerosos crímenes, tanto en su país como en Darfur, pero es el mejor aliado para un despliegue militar en el continente negro.
Venezuela
El G7 quiere en ese país un diálogo tanto entre el gobierno y los ciudadanos como entre el gobierno y el parlamento. Esta fórmula sugiere hábilmente que el gobierno es un régimen autoritario cuestionado simultáneamente por su pueblo y por los partidos políticos.
En realidad, después de haber fracasado en la organización de los motines (la «Guarimba») en 2014 [7] y en la realización de un golpe de Estado en enero de 2015 [8], Washington decretó que Venezuela es «una amenaza contra [su] seguridad nacional» [9] y fabricó después un expediente para acusar a uno de los principales líderes bolivarianos, Diosdado Cabello, de ser un traficante de drogas [10]. A pesar de toda la cortesía que desplegó al encontrarse con su homólogo venezolano, el presidente Obama renovó su decreto en 2016. Y, el 25 de febrero de este mismo año, el SouthCom (tristemente célebre en Latinoamérica como “Comando Sur”) y las Fuerzas Especiales de Estados Unidos redactaban un plan de desestabilización que acabó siendo revelado [11]. Su objetivo es sembrar el caos en Venezuela, como ya se ha hecho en la región del Levante.
Seguridad marítima
El G7, que se presenta como garante de la seguridad marítima a pesar de que sus miembros organizaron la piratería en el Cuerno Africano en 2009-2010 [12], critica los reclamos de Pekín en el Mar de China y para ello invoca el derecho marítimo, a pesar de que el problema no reside ahí.
Los reclamos de Pekín son históricamente legítimos y no incomodaban a nadie… hasta que se produjo el descubrimiento de yacimientos de petróleo. Las islas Spratly y las islas Paracelso fueron consideradas chinas hasta el siglo XVIII. Pero, como no estaban habitadas, el emperador nunca envió representantes a esas tierras. De hecho, hoy pueden reclamarlas tanto Taipéi como Pekín, según cómo se interprete la descolonización. Y, claro está, las ex potencias coloniales no interpretan los acontecimientos de la misma manera que el pueblo chino, que las expulsó de su país.
No proliferación nuclear y desarme
Por supuesto, el G7 es favorable a la no proliferación nuclear y al desarme ya que su discurso siempre es pacífico, aunque sus acciones tengan un carácter imperialista.
En este sector, la hipocresía de Occidente toma cuerpo en el propio Barack Obama, quien recibió el premio Nobel de la Paz sólo por haber anunciado que quería acabar con las armas nucleares. Pero, ya en el poder, ese mismo Barack Obama lo que hizo fue, al contrario, modernizar y extender el arsenal nuclear de Estados Unidos. Justo después de la cumbre, el presidente de Estados Unidos fue a Hiroshima, donde incluso pronunció un discurso. Y, por supuesto, no presentó excusas al pueblo japonés –él no es responsable de la decisión de uno de sus predecesores– pero tampoco respondió a la interrogante sobre la legitimidad del bombardeo atómico, lo cual no deja lugar a dudas en cuanto lo que piensa en el fondo.
El G7 finge además ignorar que, el año pasado, la familia reinante en Arabia Saudita logró conseguir la bomba atómica y que ya ha utilizado 2 bombas atómicas tácticas en Yemen [13]. Ese sí es un peligro muy real, mucho más grave que el que pudieran representar los ensayos nucleares norcoreanos. Además, el hecho que la familia Saud hayan podido adquirir comprar esa tecnología a título privado y no a nombre de su Estado, Arabia Saudita, abre otra brecha en el Tratado de No Proliferación.
Reforma de la ONU y operaciones de paz
Conforme a lo políticamente correcto, el G7 se muestra favorable a una evolución de la Organización de Naciones Unidas. Y aprovecha para reafirma su apoyo a las decisiones de la Cumbre sobre las Operaciones de Paz que el presidente Obama presidió en la ONU.
El problema es que el principio mismo de las operaciones de preservación de la paz contradice la Carta de la ONU. Los fundadores de la Organización de Naciones Unidas habían previsto misiones de observación para verificar la aplicación de acuerdos de paz. Pero sólo eran posibles y útiles si existía un acuerdo previo entre las partes en conflicto. Actualmente, por el contrario, el Consejo de Seguridad impone a las partes su propia solución, o sea se pone del lado de una de esas partes y despliega una fuerza armada para imponer su decisión. Esto es simplemente disfrazar de derecho internacional lo que en realidad es una práctica colonial.
Derechos humanos
Este corto párrafo del G7 ilustra perfectamente el fondo de mi demostración. ¿Quién se opondría a los derechos humanos? Nadie. Sin embargo, el texto del G7 presenta el respeto de esos derechos como «una asociación entre los Estados y las sociedades civiles». Y con ello retoma la definición británica de esos derechos y la de Emmanuel Kant para la sociedad civil.
Según el G7, los derechos humanos constituyen una protección para los individuos ante la razón de Estado. Todo individuo debe poder recurrir a la justicia contra los abusos que estima estar sufriendo. La «sociedad civil», o sea los actores políticos –en otros tiempos eran los plebeyos– que no participan en la vida de los partidos políticos deben por tanto poder representar a los ciudadanos en contra del Estado. Esta jerigonza es la negación misma de la Revolución Francesa, de la Revolución Rusa, de la Revolución Cubana y de la Revolución Iraní, que consideraron todas que el primer Derecho del Hombre no es el derecho a protegerse del Poder sino el derecho a cuestionar la legitimidad del Poder. El G7 confirma así que la nueva clase dirigente internacional no piensa dejarse derrocar.
Seguridad nuclear
En esta parte, el G7 establece una diferencia entre la seguridad de las técnicas (safety) y la seguridad política de las instalaciones (security). Llama a los accionistas de las transnacionales interesadas a respetar la convención internacional que rige sus actividades y se felicita por la cumbre organizada por la Casa Blanca sobre la prevención del robo de armas nucleares por parte de los grupos terroristas.
Al separar el tema de las armas atómicas que pudieran poseer los terroristas de la cuestión de la no proliferación, el G7 muestra claramente que no persigue seriamente ninguno de los dos objetivos. La no proliferación es únicamente la prohibición que se impone a las potencias no nucleares para que no puedan unirse al club de potencias nucleares. La cumbre de la Casa Blanca era un pretexto para que el Pentágono pueda «ayudar» a cada Estado… y así controlarlos mejor.
El futuro del G7
La historia del G7 refleja la evolución misma de las relaciones internacionales. Durante la guerra fría era un club de jefes de Estado y de gobierno que se reunían discretamente para aprender a trabajar juntos. Después del derrumbe de la Unión Soviética, se convirtió en una cumbre de los mandamases del mundo, que pretendían regentearlo pasando por encima de la ONU. Paradójicamente, el actual desmoronamiento del G7 no se debe a una causa política –la rebelión de Rusia– sino a una diferencia sociológica: los líderes rusos pertenecen a la misma categoría que los que antiguamente estaban en el poder en Occidente, no tienen nada en común con la nueva clase dirigente que se reúne en Davos.
Thierry Meyssan
Me limitaré aquí a estudiar los fragmentos de la declaración vinculados a la política internacional vista desde la perspectiva de esas 9 personas, que aspiran a ser las más poderosas del mundo [1]. Es un catálogo de las 18 principales mentiras occidentales del momento. Pero ofrece una excelente ocasión para pasar revista a los principales temas de conflicto.
La «lucha contra el terrorismo y el extremismo violento» [2].
Esto se ha convertido en una “verdad indiscutible” en las cumbres internacionales, donde siempre se afirma que el terrorismo es resultado del extremismo violento. Supuestamente no es más que la maduración de problemas sicológicos individuales en contextos políticos no resueltos. Para ellos no es una estrategia militar, ningún Estado lo utiliza y su financiamiento vendría únicamente de donaciones privadas y diferentes tipos de tráfico. Esa es la teoría que defiende, desde diciembre de 2015, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien se unió al G7 para dar la impresión de que existe un consenso mundial, [3]: el único enemigo es la «radicalización». Esta formulación permite a los mismos que organizan el terrorismo combatir a la vez cualquier forma de oposición, usando como pretexto la prevención del terrorismo.
Como venimos explicando constantemente desde 2001 en la Red Voltaire, al menos 8 de los 9 miembros del G7 están directamente implicados en el apoyo a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh) en Irak, en Siria y en Libia. Sólo el Canadá de Justin Trudeau parece no estar ya implicado en esta guerra secreta.
«Las migraciones y la crisis de los refugiados»
(no la crisis de los refugiados y migrantes).
Es importante notar la diferencia semántica que establece el G7 entre el flujo de las migraciones y la crisis de las personas refugiadas. Los migrantes se desplazan porque quieren. No son considerados personas sino “un flujo”, al contrario de los refugiados, que se desplazan por necesidad y tienen derecho a una protección internacional.
Pero la realidad es que hay muy pocos verdaderos refugiados. La gran mayoría de los sirios que han huido de su país no quisieron defenderlo de los yihadistas porque creyeron que la República iba a caer derrocada por la OTAN. Otros huyeron de los combates pensando regresar después de la victoria de los yihadistas y la construcción de un verdadero Estado islámico. Pero el hecho es que el derecho internacional no reconoce el estatus de refugiados a quienes se niegan a tomar las armas en defensa de su patria atacada desde el extranjero, ni a quienes esperan una victoria sin tener que participar en la lucha.
No cabe duda de que el fenómeno de huida de los sirios fue estimulado por los Estados que agreden la República Árabe Siria y que ahora esperan vencerla vaciándola de sus habitantes. Y todos los miembros del G7 han participado en ese plan.
Siria
El G7 condena con la mayor firmeza las violaciones del cese de hostilidades por el «régimen sirio». Pero no dice absolutamente nada ni sobre las violaciones cometidas antes por los grupos armados, ni tampoco –y esto es lo más importante– sobre las violaciones que él mismo cometió primero. Me refiero, por ejemplo, a la entrega de 2 000 toneladas de armamento y municiones por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, verificada por la revista Jane’s. Armamento y municiones de las que al menos la mitad fue entregada a al-Qaeda y al Emirato Islámico, grupos terroristas que el G7 dice combatir unas líneas antes [4].
El G7 condena igualmente «el régimen» (fórmula peyorativa utilizada para designar un Estado miembro de la ONU cuando se quiere subrayar que el objetivo de guerra del G7 es imponerle un «cambio de régimen») por haber bloqueado el acceso humanitario internacional. Pero los casos que cita la ONU corresponden a momentos en que la ONU misma no respetó las fechas y trayectos previamente pactados con el gobierno sirio. Por lo demas, el G7 no condena a los grupos armados por haber bloqueado el acceso a varias localidades, anuncia que utilizará lo que reprocha indebidamente al «régimen» para autorizar el Programa Alimentario Mundial a lanzar ayuda en paracaídas en las zonas bajo control de los yihadistas. Pero el Programa Alimentario Mundial no dispone de medios para realizar ese tipo de operación, así que ponerla en manos de la US Air Force… que no se limita al lanzamiento de víveres y medicamentos sino que incluye en los cargamentos armas y municiones. El carácter humanitario de ese tipo de operaciones es sólo aparente ya que los víveres lanzados en paracaídas sobre las zonas bajo control de los yihadistas son inmediatamente confiscados por los grupos armados, que los revenden a elevadísimos precios a las poblaciones bajo su yugo, o los exportan hacia Turquía, como se ha comprobado recientemente.
Finalmente, el G7 menciona la cuestión de las armas químicas, sin apuntar a ninguno de los bandos, lo cual quiere decir que siempre podrá utilizar esa acusación contra cualquiera de las partes, incluyendo los grupos armados y Turquía. Se trata de un medio de chantaje contra el imprevisible presidente turco Erdogan.
Irak
El G7 apoya «la unidad, la soberanía y la integridad territorial» de ese país. Felicita al gobierno iraquí por su lucha contra el Emirato Islámico y anuncia que ya está apoyando los esfuerzos de Bagdad por ayudar a las poblaciones de las zonas liberadas. Pero, dado el hecho que no felicita al «régimen» sirio por sus victorias frente al Emirato Islámico, tenemos que deducir que –contrariamente a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU– el principal objetivo del G7 no es la lucha contra el terrorismo.
Los miembros del G7 anuncian que están gastando actualmente más de 3 600 millones de dólares para ayudar a las autoridades iraquíes, incluyendo a las de los kurdos. Y con ello contradicen lo que habían escrito sólo unas líneas antes. En efecto, aunque dice respaldar la unidad de Irak, el G7 está entregando armas directamente a una provincia –el Kurdistán iraquí–, a la que además estimula a dejar de obedecer al poder central.
Irán
Con la mayor sangre fría, el G7 se felicita por el acuerdo 5+1 concluido con Irán hace un año. Ese acuerdo estipulaba el levantamiento de las sanciones estadounidenses, europeas e internacionales, lo cual debía permitir que Irán recuperara sus 150 000 millones de dólares, actualmente bloqueados en bancos de todo el mundo. Sin embargo, aunque algunos pequeños países han desbloqueado los fondos iraníes que se habían visto obligados a congelar –en el caso de Suiza, por ejemplo, fueron 12 millones de dólares–, Irán sigue sin haber podido tocar ni un centavo de todos sus fondos bloqueados en Estados Unidos y en la Unión Europea. Peor aún, cuando, oficialmente, Estados Unidos acababa de simular que había descongelado 450 millones de dólares, un juez estadounidense «independiente» inmediatamente incautó esa suma bajo el pretexto de pagar compensaciones a las víctimas de los atentados del 11 de Septiembre, acciones que Estados Unidos nunca imputó a Irán en los últimos 15 años. La posición que los 9 miembros del G7 adoptaron al respecto es una respuesta a la queja que presentó Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU, con el respaldo del Movimiento de Países No Alineados [5].
El G7 prosigue condenando las investigaciones iraníes en materia de misiles, que supuestamente violan la resolución 2231. Pero esa resolución no aborda ese tema. Durante el debate en el Consejo de Seguridad, la embajadora estadounidense Samatha Power afirmó que Irán no sólo tendría que aceptar la resolución sino aplicar también otras reglas internacionales en materia de misiles balísticos [6]. Pero Estados Unidos sabe que no puede vincular los misiles balísticos con el tema nuclear. Por cierto, desde que se firmó el acuerdo 5+1, Estados Unidos no ha presentado ninguna queja contra Irán.
La República Popular Democrática de Corea
El G7 condena las investigaciones nucleares del país que designa como «Corea del Norte», subrayando así que Estados Unidos está en guerra con ese país desde 1950. De hecho, puede apoyarse en varias resoluciones del Consejo de Seguridad. Pero, dada la ausencia de tratado de paz y ante el precedente de los 10 años de presiones contra Irán –país que ni siquiera tenía programa nuclear de carácter militar– no es sorprendente que Pyongyang se niegue a aceptar.
«Ucrania/Rusia»
El G7 reafirma la obligación de respetar «la soberanía, la integridad territorial y la independencia» de Ucrania. Y luego condena la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia. Esto es un ejemplo más de la hipocresía occidental ya que fueron los miembros del G7 los organizadores del golpe de Estado en Kiev y, por ende, los violadores de la soberanía y de la independencia de Ucrania. Los ciudadanos que rechazaban el golpe trataron primero de oponerse. Rápidamente se dieron cuenta de que la población se dividía geográficamente entre pro-atlantistas y pro-rusos. Las zonas pro-rusas, Crimea, Donbass y Lugansk proclamaron cada una su independencia, pero Crimea fue la única que actuó con suficiente rapidez para gestionar su regreso a la Federación Rusa.
Obsérvese, por otro lado, la frase que critica la corrupción del gobierno ucraniano, síntoma de que los miembros del G7 se sienten bastante incómodos con su nuevo aliado.
Libia
El G7 aporta su respaldo al gobierno que preside Fayez al-Sarraj –única autoridad que hoy cuenta con el reconocimiento de la ONU– para pacificar el país, permitir la explotación de su petróleo y luchar contra el Emirato Islámico.
Al no disponer ya de un jefe que cuente con suficiente legitimidad, Libia se ha dividido en tribus. El gobierno de al-Sarraj fue constituido por la ONU durante los Acuerdos de Skhirat (en abril de 2015). Pero nunca llegó a ser investido por la Cámara de Representantes que la OTAN había creado después del asesinato de Muammar el-Kadhafi. Así que ese gobierno no es más legítimo que los demás, aunque sí es mucho más obediente. En todo caso, los miembros del G7 anuncian que apoyan el levantamiento del embargo sobre las entregas de armas únicamente a favor de ese gobierno, lo cual debe permitirle masacrar a sus adversarios o reactivar la guerra civil.
Afganistán
Los miembros del G7 apoyan todo «proceso de paz realizado por los afganos», lo cual resulta como mínimo sorprendente 15 años después de la invasión anglo-estadounidense y de los acuerdos de Bonn impuestos por los vencedores. Se felicitan de la participación de Afganistán en la cumbre de la OTAN, prevista para julio próximo en Varsovia, lo cual dice mucho sobre el tal proceso de paz «realizado por los afganos» y sobre la voluntad occidental de seguir cercando a Rusia.
«Proceso de paz en Medio Oriente»
Con esa formulación, el G7 reconoce que el conflicto israelo-palestino es, en realidad, un conflicto israelo-árabe. Teniendo en cuenta las malas relaciones con el actual primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, el G7 respalda la iniciativa francesa de organizar une conferencia internacional… sin israelíes, ni palestinos; como única manera de hacer progresar la «solución de los dos Estados».
Yemen
Avanzando con precaución, el G7 afirma que para restaurar la paz en Yemen hay que retomar la transición política. Esa formulación indirecta significa que el G7 apoya al presidente de transición expulsado por las protestas populares, Abd Rabbo Mansur Hadi, respaldado a fondo por Arabia Saudita e Israel.
África
Después de abordado detalladamente los casos de los países anteriormente mencionados, el G7 no se molesta en prestar la misma atención a Burkina Faso, Burundi, Mali, Nigeria, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Somalia y Sudán del Sur, y a otros países –que ni siquiera menciona– de la cuenca del Chad, del Sahel y del Cuerno Africano. Sólo les dedica, a todos juntos, un único párrafo donde se enumera toda una serie de problemas y se les invita a fortalecer las organizaciones intergubernamentales para que los resuelvan. El Pentágono sigue sin digerir el hecho que los africanos no hayan acogido con los brazos abiertos la creacion del AfriCom.
Esta párrafo fue redactado en presencia del presidente chadiano Idriss Deby, invitado al margen de la cumbre. La sacrosanta regla estadounidense según la cual ningún jefe de Estado debe ejercer más de 2 mandatos consecutivos no se aplica al caso de Chad. El señor Deby, en el poder desde hace más de 25 años consecutivos, está acusado de numerosos crímenes, tanto en su país como en Darfur, pero es el mejor aliado para un despliegue militar en el continente negro.
Venezuela
El G7 quiere en ese país un diálogo tanto entre el gobierno y los ciudadanos como entre el gobierno y el parlamento. Esta fórmula sugiere hábilmente que el gobierno es un régimen autoritario cuestionado simultáneamente por su pueblo y por los partidos políticos.
En realidad, después de haber fracasado en la organización de los motines (la «Guarimba») en 2014 [7] y en la realización de un golpe de Estado en enero de 2015 [8], Washington decretó que Venezuela es «una amenaza contra [su] seguridad nacional» [9] y fabricó después un expediente para acusar a uno de los principales líderes bolivarianos, Diosdado Cabello, de ser un traficante de drogas [10]. A pesar de toda la cortesía que desplegó al encontrarse con su homólogo venezolano, el presidente Obama renovó su decreto en 2016. Y, el 25 de febrero de este mismo año, el SouthCom (tristemente célebre en Latinoamérica como “Comando Sur”) y las Fuerzas Especiales de Estados Unidos redactaban un plan de desestabilización que acabó siendo revelado [11]. Su objetivo es sembrar el caos en Venezuela, como ya se ha hecho en la región del Levante.
Seguridad marítima
El G7, que se presenta como garante de la seguridad marítima a pesar de que sus miembros organizaron la piratería en el Cuerno Africano en 2009-2010 [12], critica los reclamos de Pekín en el Mar de China y para ello invoca el derecho marítimo, a pesar de que el problema no reside ahí.
Los reclamos de Pekín son históricamente legítimos y no incomodaban a nadie… hasta que se produjo el descubrimiento de yacimientos de petróleo. Las islas Spratly y las islas Paracelso fueron consideradas chinas hasta el siglo XVIII. Pero, como no estaban habitadas, el emperador nunca envió representantes a esas tierras. De hecho, hoy pueden reclamarlas tanto Taipéi como Pekín, según cómo se interprete la descolonización. Y, claro está, las ex potencias coloniales no interpretan los acontecimientos de la misma manera que el pueblo chino, que las expulsó de su país.
No proliferación nuclear y desarme
Por supuesto, el G7 es favorable a la no proliferación nuclear y al desarme ya que su discurso siempre es pacífico, aunque sus acciones tengan un carácter imperialista.
En este sector, la hipocresía de Occidente toma cuerpo en el propio Barack Obama, quien recibió el premio Nobel de la Paz sólo por haber anunciado que quería acabar con las armas nucleares. Pero, ya en el poder, ese mismo Barack Obama lo que hizo fue, al contrario, modernizar y extender el arsenal nuclear de Estados Unidos. Justo después de la cumbre, el presidente de Estados Unidos fue a Hiroshima, donde incluso pronunció un discurso. Y, por supuesto, no presentó excusas al pueblo japonés –él no es responsable de la decisión de uno de sus predecesores– pero tampoco respondió a la interrogante sobre la legitimidad del bombardeo atómico, lo cual no deja lugar a dudas en cuanto lo que piensa en el fondo.
El G7 finge además ignorar que, el año pasado, la familia reinante en Arabia Saudita logró conseguir la bomba atómica y que ya ha utilizado 2 bombas atómicas tácticas en Yemen [13]. Ese sí es un peligro muy real, mucho más grave que el que pudieran representar los ensayos nucleares norcoreanos. Además, el hecho que la familia Saud hayan podido adquirir comprar esa tecnología a título privado y no a nombre de su Estado, Arabia Saudita, abre otra brecha en el Tratado de No Proliferación.
Reforma de la ONU y operaciones de paz
Conforme a lo políticamente correcto, el G7 se muestra favorable a una evolución de la Organización de Naciones Unidas. Y aprovecha para reafirma su apoyo a las decisiones de la Cumbre sobre las Operaciones de Paz que el presidente Obama presidió en la ONU.
El problema es que el principio mismo de las operaciones de preservación de la paz contradice la Carta de la ONU. Los fundadores de la Organización de Naciones Unidas habían previsto misiones de observación para verificar la aplicación de acuerdos de paz. Pero sólo eran posibles y útiles si existía un acuerdo previo entre las partes en conflicto. Actualmente, por el contrario, el Consejo de Seguridad impone a las partes su propia solución, o sea se pone del lado de una de esas partes y despliega una fuerza armada para imponer su decisión. Esto es simplemente disfrazar de derecho internacional lo que en realidad es una práctica colonial.
Derechos humanos
Este corto párrafo del G7 ilustra perfectamente el fondo de mi demostración. ¿Quién se opondría a los derechos humanos? Nadie. Sin embargo, el texto del G7 presenta el respeto de esos derechos como «una asociación entre los Estados y las sociedades civiles». Y con ello retoma la definición británica de esos derechos y la de Emmanuel Kant para la sociedad civil.
Según el G7, los derechos humanos constituyen una protección para los individuos ante la razón de Estado. Todo individuo debe poder recurrir a la justicia contra los abusos que estima estar sufriendo. La «sociedad civil», o sea los actores políticos –en otros tiempos eran los plebeyos– que no participan en la vida de los partidos políticos deben por tanto poder representar a los ciudadanos en contra del Estado. Esta jerigonza es la negación misma de la Revolución Francesa, de la Revolución Rusa, de la Revolución Cubana y de la Revolución Iraní, que consideraron todas que el primer Derecho del Hombre no es el derecho a protegerse del Poder sino el derecho a cuestionar la legitimidad del Poder. El G7 confirma así que la nueva clase dirigente internacional no piensa dejarse derrocar.
Seguridad nuclear
En esta parte, el G7 establece una diferencia entre la seguridad de las técnicas (safety) y la seguridad política de las instalaciones (security). Llama a los accionistas de las transnacionales interesadas a respetar la convención internacional que rige sus actividades y se felicita por la cumbre organizada por la Casa Blanca sobre la prevención del robo de armas nucleares por parte de los grupos terroristas.
Al separar el tema de las armas atómicas que pudieran poseer los terroristas de la cuestión de la no proliferación, el G7 muestra claramente que no persigue seriamente ninguno de los dos objetivos. La no proliferación es únicamente la prohibición que se impone a las potencias no nucleares para que no puedan unirse al club de potencias nucleares. La cumbre de la Casa Blanca era un pretexto para que el Pentágono pueda «ayudar» a cada Estado… y así controlarlos mejor.
El futuro del G7
La historia del G7 refleja la evolución misma de las relaciones internacionales. Durante la guerra fría era un club de jefes de Estado y de gobierno que se reunían discretamente para aprender a trabajar juntos. Después del derrumbe de la Unión Soviética, se convirtió en una cumbre de los mandamases del mundo, que pretendían regentearlo pasando por encima de la ONU. Paradójicamente, el actual desmoronamiento del G7 no se debe a una causa política –la rebelión de Rusia– sino a una diferencia sociológica: los líderes rusos pertenecen a la misma categoría que los que antiguamente estaban en el poder en Occidente, no tienen nada en común con la nueva clase dirigente que se reúne en Davos.
Thierry Meyssan
[1] “G7 Ise-Shima Leaders’ Declaration”, Voltaire Network, 26 de mayo de 2016.
[2] “G7 Action Plan on Countering Terrorism and Violent Extremism”,Voltaire Network, 27 de mayo de 2016.
[3] «Plan d’action pour la prévention de l’extrémisme violent», por Ban Ki-Moon, Réseau Voltaire, 24 de diciembre de 2015.
[4] «Estados Unidos viola el cese de hostilidades en Siria y arma a al-Qaeda», Red Voltaire, 25 de abril de 2016. «¿Quién arma a los yihadistas durante el cese de hostilidades en Siria?», por Thierry Meyssan, Televisión Nacional Siria, Red Voltaire, 1º de mayo de 2016.
[5] «Queja de Irán al Consejo de Seguridad», Red Voltaire, 6 de mayo de 2016.
[6] «Resolución 2231 y debates (Tema nuclear iraní)», Red Voltaire, 20 de julio de 2015.
[7] «Estados Unidos contra Venezuela: la guerra fría se calienta», por Nil Nikandrov, Strategic Culture Foundation (Rusia), Red Voltaire, 12 de marzo de 2014. «Las “guarimbas” de Venezuela: derecha embozada», por Martín Esparza Flores, Contralínea (México), Red Voltaire , 28 de abril de 2014.
[8] «Falla el putsch de Obama en Venezuela», por Thierry Meyssan,Red Voltaire, 23 de febrero de 2015.
[9] “Decreto Ejecutivo- Bloqueo de Propiedades y Suspensión de Entrada a Personas que Contribuyen a la Situación en Venezuela”, por Barack Obama, Red Voltaire, 9 de marzo de 2015.
[10] «Washington fabrica un expediente contra Caracas», Red Voltaire, 21 de mayo de 2015.
[11] «Operación Venezuela Freedom-2», Red Voltaire , 22 de mayo de 2016.
[12] «Piratas, corsarios y filibusteros del siglo XXI», por Thierry Meyssan,Оdnako (Rusia) , Red Voltaire, 1º de julio de 2010.
[13] «Alerta roja nuclear», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia),Red Voltaire, 25 de febrero de 2016. «Arabia Saudita tiene la bomba atómica», por Giulietto Chiesa, Red Voltaire, 2 de marzo de 2016. «¡El Medio Oriente está nuclearizado!» y «La bomba atómica saudita (video)», por Thierry Meyssan, Televisión Nacional Siria, Red Voltaire, 7 de marzo de 2016 y 8 de abril de 2016.
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