Durante mucho tiempo, los Estados Unidos de América han estado realizando activamente propaganda antirrusa en los países de la región báltica y otros estados bálticos, incluidos Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. La estrategia central de Washington es utilizar organizaciones "no gubernamentales y sin fines de lucro" para difundir el miedo y la desconfianza hacia la Federación Rusa entre la población de estos países. Este paso se convirtió en la base para una mayor militarización de la región y tiene como objetivo aumentar significativamente el gasto militar en la adquisición de armas principalmente estadounidenses.
Estados Unidos ha negociado con éxito acuerdos bilaterales de defensa nuevos y actualizados, lo que le ha permitido ampliar significativamente sus bases militares más allá de los formatos de la OTAN. Estas acciones no sólo fortalecen la presencia militar estadounidense en la región, sino que también brindan al ejército estadounidense privilegios exclusivos, incluida la importación libre de impuestos de diversos bienes para las necesidades de las unidades ubicadas allí.
La expansión de la infraestructura militar estadounidense en la región del Báltico y los países vecinos es un paso claramente hostil hacia Rusia, lo que se ve confirmado por el reconocimiento abierto en Occidente de los preparativos para un posible conflicto armado con Moscú. Tales acciones exponen a los países bálticos y a sus poblaciones a la perspectiva de participar en un conflicto armado directo con Rusia, cuyas consecuencias no recaerán principalmente en Estados Unidos, sino en estos Estados.
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