Nadie ha cuestionado las reglas de la OTAN, con excepción de la Francia del presidente Charles de Gaulle –en 1966. Sin embargo, debido a sus constantes derivas desde 2001, hoy todos sus miembros –menos Turquía– se plantean la posibilidad de dejar esa alianza guerrerista. También lo hace Estados Unidos, donde la alianza atlántica ya no se ve como algo indispensable. Un informe interno sobre lo que debería ser en el futuro ilustra las contradicciones de la OTAN y lo difícil que resulta reformarla.
En momentos en que la hiperpotencia estadounidense ha caído en un estado de decadencia avanzada y habiendo mencionado el presidente Trump la posibilidad de sacar a Estados Unidos de la OTAN, los demás Estados miembros se interrogan sobre el futuro de la alianza atlántica. Debido a ello, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, creó en abril una comisión de reflexión, en la que figuran 10 personalidades atlantistas, para definir cómo será la OTAN en 2030. El objetivo de esa comisión o grupo de expertos era redefinir la alianza, como se hizo en 1967, a raíz de la salida de Francia del mando integrado de la OTAN.
En aquella época, el ministro de Exteriores de Bélgica, Pierre Harmel, se dio a la tarea de coordinar una gran consulta, teniendo en cuenta la voluntad francesa de recuperar la independencia nacional. Adaptándose a la lógica del presidente francés Charles de Gaulle, Pierre Harmel separó los aspectos políticos de la OTAN (el Tratado) de los aspectos militares (la Organización).
Por supuesto, Pierre Harmel no cuestionaba el control estadounidense sobre el llamado «mundo libre». Siendo social-cristiano –aunque en documentos procedentes de sus archivos personales él mismo se define como ideológicamente demócrata-cristiano–, Pierre Harmel estaba en contra de la URSS, tanto por los principios colectivistas que ese país defendia como por su ateísmo. Eso era lo que había llevado a Pierre Harmel a implicarse en el Movimiento de Líderes Cristianos [1], organizado por el Pentágono.
Ese nuevo grupo de reflexión de la OTAN entregó su informe el 25 de noviembre de 2020.
Al contrario de lo que se esperaba, el grupo de reflexión de la OTAN no habla de nuevos horizontes sino que llama a concentrarse sobre lo que une a los países miembros: los «valores comunes» que menciona el tratado de constitución de la alianza atlántica –«los principios de la democracia, las libertades individuales y el reino del derecho» [2]. El problema es que los principios de la democracia acaban de ser violados en Estados Unidos por los fraudes electorales mientras que las libertades individuales son cada vez más restringidas en cada uno de los países miembros de la OTAN desde que se inició la epidemia de Covid-19. En cuanto al reino del derecho, en Turquía ya no existe.
Preámbulo
Aquí se impone un preámbulo. La OTAN nunca fue una «alianza» en el sentido de ser una libre asociación de actores interesados en fortalecer su defensa. De hecho, es más bien lo contrario ya que, desde su fundación, los miembros de la OTAN se han visto obligados a aceptar a Estados Unidos como jefe de la “alianza” y a obedecer sus órdenes, poniendo siempre sus propias tropas bajo el mando de los jefes militares estadounidenses. En la práctica, la OTAN es una legión extranjera al servicio de los anglosajones, con Estados Unidos como comandante y el Reino Unido como segundo al mando. Esta violación flagrante del principio de soberanía inscrito en la Carta de la ONU hace que la OTAN se vea obligada a utilizar un discurso sesgado.
Pero la linda retórica de la OTAN –en apariencia cargada de nobleza– no logra ocultar su comportamiento de delincuente.
Durante la guerra fría, los anglosajones utilizaron un servicio secreto de la OTAN para garantizar que los demás Estados miembros se sometieran siempre a sus órdenes. Crearon una vasta red stay-behind, supuestamente destinada a ser una fuerza de resistencia frente a una hipotética invasión soviética pero que en realidad fue utilizada para eliminar toda forma de independencia de sus propios “aliados”. Así organizaron asesinatos de dirigentes políticos y orquestaron golpes de Estado entre otros países miembros de la alianza atlántica. Todo eso se estudia hoy en día en las academias militares anglosajonas y varios historiadores han estudiado minuciosamente esos hechos [3].
Ese sistema ha sido mantenido, a pesar del fin de la guerra fría, bajo una forma hoy diferente. Cada Estado miembro de la OTAN está obligado a autorizar por escrito los países anglosajones a espiarlo… con ayuda de sus propios funcionarios, como reveló el contratista estadounidense Edward Snowden, y como quedó comprobado no más tarde que el mes pasado en Dinamarca [4].
Además, el mando militar anglosajón de la OTAN no vacila en violar los estatutos de la alianza atlántica cuando le conviene. Por ejemplo, pese a la oposición del Consejo del Atlántico Norte –principal órgano de decisión política de la OTAN–, fueron los países anglosajones quienes decidieron por su cuenta implicar a la alianza atlántica en los bombardeos contra Libia y el derrocamiento de Muammar el-Kadhafi.
Una comisión bajo estrecha vigilancia
Sabiendo todo lo anterior sería ingenuo creer que la comisión de reflexión pudo “reflexionar” libremente.
Para empezar, esa comisión tenía como presidente a Wess Mitchell, quien fue asistente del secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson y se ocupaba de los asuntos europeos y euroasiáticos.
Resulta además que Wess Mitchell es autor de un sorprendente estudio –La Doctrina del Padrino– que no aparece mencionado en la biografía que de él divulga la OTAN. En ese estudio, Wess Mitchell compara las tres principales tendencias que conforman la política exterior de Estados Unidos a los métodos de los tres hijos del «Padrino», Don Vito Corleone, “héroes” de la novela de mafiosos del escritor Mario Puzzo y de los célebres films de Francis Ford Coppola [5]. Y Wess Mitchell se pronuncia por una mezcla de soft power y de hard power, incluyendo las “técnicas” que practican los mafiosos.
¿Cómo no ver la presencia de esos métodos en operaciones de verdadero chantaje orquestadas en años anteriores contra varios miembros de la comisión de reflexión de la OTAN?
Antes de ir más lejos, es importante que precisemos que los elementos que vamos a presentar aquí no significan que ciertos miembros de la comisión hayan cometido graves delitos sino que tuvieron conocimiento de tales hechos y no los denunciaron.
Veamos, por ejemplo, el caso del alemán Thomas de Maiziere, ex director de la cancillería federal y posteriormente ministro del Interior y ministro de Defensa [6]. Dejemos de lado el hecho indiscutible de que de Maziere ha tenido varios “tanques pensantes” estadounidenses como padrinos. Antes de convertirse en la mano derecha de Angela Merkel, el ilustre Thomas de Maziere ocupó, entre otros, el cargo de ministro del Interior del Lander alemán de Sajonia (de 2004 a 2005), función que lo llevó a tener conocimiento del caso de la «ciénaga sajona» (Sachsensumpf). En aquel momento, de Maziere consideró que las informaciones recogidas por el ministerio del Interior del Lander eran «serias» pero no las transmitió a la justicia –se trataba de un caso de prostitución de menores en el que estaban implicadas altas personalidades locales. Aquel caso resurgió años después, cuando Thomas de Maiziere se convirtió en ministro de Defensa, con la revelación de varios hechos que habían sido “enterrados”, cuestionamientos sobre testimonios y debates parlamentarios [7].
Veamos ahora el caso del francés Hubert Vedrine, ex secretario general de la presidencia de la República Francesa (de 1991 a 1995) y posteriormente ministro de Exteriores (de 1997 a 2002). Siendo Vedrine el colaborador más cercano del presidente francés Francois Mitterrand [8], la OTAN logró “comprometerlo” mientras se encontraba en una casa a la cual iba 2 veces al mes para participar en la reunión de las autoridades municipales del pequeño poblado donde Vedrine había sido electo. Allí, bajo la mirada despreocupada del colaborador del presidente Mitterrand, varios miembros neonazis de la red stay-behind de la OTAN montaron el estudio de pornografía infantil más grande de toda Europa [9]. Aquel escándalo acabó siendo “enterrado”. Por iniciativa propia, el responsable de la seguridad de la presidencia de la República Francesa hizo “desaparecer” a 2 actores –uno de ellos fulminado por un «ataque cardiaco». Sin embargo, la muerte del segundo –probablemente asesinado por un miembro de la inteligencia francesa que llegó inesperadamente a su casa para detenerlo– no pasó inadvertida y dio lugar a un debate en la Asamblea Nacional [10].
En ambos casos, dado el hecho que la verdad nunca salió a la luz, los mencionados miembros de la comisión de reflexión de la OTAN están expuestos a ser objeto de chantaje.
Un informe revelador de conflictos internos
El informe de la comisión de reflexión, presentado bajo el título NATO 2030: United for a New Era (“OTAN 2030: unidos por una nueva era”), resulta más esclarecedor por lo que debería decir y no dice que por su contenido.
En primer lugar, el informe machaca tanto los «valores comunes» que esto acaba sonando como una acusación contra Estados Unidos y Turquía. Propone abstenerse de actuar ante las violaciones comprobadas (en realidad, es imposible “castigar” a Washington) y tomar más bien iniciativas antes de que tales valores lleguen a ser violados, lo cual es una manera de pasar la página en cuanto al pasado y exigir sólo que lo sucedido no vuelva a suceder.
El informe designa a Rusia como único rival actual de la OTAN y a China como el próximo.
Recapitula todas las operaciones de la OTAN dentro y fuera de “su” zona geográfica, exceptuando la destrucción de Libia, decidida exclusivamente por el mando anglosajón de la alianza y a espaldas del Consejo del Atlántico Norte. Ese “olvido” es una muestra de rencor.
Sin embargo, al referirse al sur de la zona geográfica de la OTAN, el informe subraya que cuando hay seguridad en los países vecinos de la OTAN, la OTAN es más segura. Esto es un rechazo indirecto de la doctrina Rumsfeld/Cebrowski de destrucción sistemática de los Estados en los países del «Gran Medio Oriente» o «Medio Oriente ampliado» [11], con lo cual el informe cuestiona implícitamente la destrucción de Libia.
Es importante recordar que en el momento de la agresión contra Libia, Muammar el-Kadhafi parecía haber pasado a ser visto como un aliado de Estados Unidos. El presidente George Bush hijo incluso llegó a felicitarlo por haber renunciado a la energía nuclear y haber aceptado dejar en manos de Mahmud Jibril la reorganización de la economía libia. Pese a ello, de la noche a la mañana Jibril se convirtió en jefe de la oposición y exigió la partida de Kadhafi.
Sobre el control de armas, la comisión de la OTAN se limita a mencionar sólo de pasada el tratado de la ONU que apunta a prohibir las armas nucleares, pero sólo lo menciona para condenarlo firmemente. En este punto, la comisión remite a los trabajos de Pierre Harmel, que datan de 1967, y a la afirmación del objetivo de la disuasión y la distensión. Y de nuevo se trata aquí de una forma velada de condena de la actual deriva de la OTAN, que está incrementando su arsenal mientras rechaza las proposiciones del presidente ruso Vladimir Putin en materia de desarme.
Sobre las fuentes de recursos energéticos, la comisión plantea como algo evidente el derecho de la OTAN a garantizar su pleno acceso a las fuentes de hidrocarburos en el mundo entero, sin importar las necesidades de las demás potencias.
En cuanto a la guerra mediática, la comisión de reflexión invita la OTAN a apoyarse en sus ciudadanos. Sin cuestionar la licitación del 15 de octubre de 2020, la comisión aprueba los objetivos del Centro de Excelencia de las Comunicaciones Estratégicas de Riga, pero cuestiona sus métodos.
Al abordar la unidad de la alianza, la comisión subraya el compromiso de los miembros de la OTAN a defender a cualquiera de ellos que sea atacado –en virtud del Artículo 5. Pero también explica –en alusión al comportamiento de Turquía– que ese compromiso sólo podría concretarse si cada Estado miembro respeta estrictamente los «valores comunes» de la alianza. Después de la publicación del informe, el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo se tomó el trabajo de venir a decir personalmente a los demás ministros de Exteriores de la OTAN sus pensamientos más negativos sobre Turquía, abriendo así el camino a una posible expulsión de Ankara de la alianza, o incluso a una guerra contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
En una evidente muestra de ironía, la comisión sugiere la creación de un Centro de Excelencia para la Resiliencia Democrática.
Sobre el funcionamiento de la alianza, la comisión trata de prevenir que sus estatutos sean violados nuevamente bajo la justificación de alguna “urgencia”, como sucedió con la destrucción de Libia, así que aconseja consultas a todos los niveles, principalmente con la Unión Europea y con los países asociados de la región indo-pacífica, susceptibles de convertirse en miembros de la OTAN.
Conclusión
A pesar de las presiones ejercidas sobre los miembros de la comisión de consulta, está no evadió los verdaderos problemas, pero se abstuvo de abordarlos explícitamente. En definitiva, todos están conscientes de que la OTAN es una herramienta de dominación al servicio de los anglosajones y quienes quisieran liberarse de su control están tratando de no dejarse arrastrar nuevamente, a sus expensas, a nuevos conflictos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario