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domingo, 1 de septiembre de 2013

OVNIs en Japón: el caso Inu-Ningen




Hace aproximadament e mil setecientos años, un ser extraño denominado Inu-Ningen, el “hombre perro” visitó una colina en las cercanías de Imari, población al oeste de la ciudad de Fukoku en la isla de Kyushu, en el extremo sur del archipiélago japonés. En conmemoración de este evento, los japoneses de esa época decidieron erigirle una estatua que sobrevive a nuestros días y que supuestamente muestra al “hombre perro—una figura tosca, animalesca y encorvada, apoyada en lo que aprece ser una espada o bastón y llevando una armadura decorada. La piedra con que fué labrada no corresponde a las colinas de Imari; así que la estatua—de dos metros de alto y con un peso superior a los trescientos kilogramos (588.2 lbs.) debió haber sido arrastrada con gran dificultad hasta el sitio, aunque los arqueólogos no saben si se trta de un monumento, un conmemorativo, o una advertencia.

El 12 de febrero de 1974, Akiko Nakayama y tres amigos de universidad se encontraban de vuelta a sus hogares en Fukoku cuando a las 21:10 horas se encontraron con un embotellamient o de tránsito totalmente inesperado. Al mirar bien, se dieron cuenta que los conductores de los vehículos frente a ellos estaban absortos, contemplando las maniobras de una serie de luces zigzagueantes por debajo de las nubes en el cielo. Pensando que se trataba de fuegos artificiales, los amigos decidieron detenerse a comprar refrescos en la aldea de Hoshimachi. Akiko se ofreció a bajarse del coche y hacer las compras necesarias y ni siquiera hizo caso de las luces anarajadas que proseguian su zig-zag casi directamente sobre su cabeza.

Ni un solo comercio estaba abierto a esas horas en la aldea, así que Akiko se puso a buscar una máquina de la que fuese posible obtener latas de refrescos. Internándose por un callejón, vio lo que pensó era una luz de neón al final – posiblemente de una máquina o de una pequeña tienda. Pero lo que le aguardaba al final del callejón cambiaría su vida para siempre. El estrecho pasadizo desembocaba en un sembradio de arroz vacio y sobre el cual pestañeaba y revoleoteaba una luz anaranjada. Debajo de la luz había dos seres de aspecto abultado y piernas cortas y gruesas que aprecían estar esperando algo. Akiko se dio cuenta de que estaba enfrentandose a algo desconocido y se dispuso a dar media vuelta y salir corriendo a toda velocidad...

Pero había una figura parada detrás de ella. Aparentemente se trataba de la tercera criatura cuyo regreso aguardaban sus compañeros con impaciencia. “Era un poco más alta que yo”, explicó la señorita Nakayama al periódico Fukunichi, “con un rostro alargado que ocupaba dos terceras partes de su cuerpo y facciones semihumanas” que sin saberlo, correspondían a las de la antigua y enignmática estatua que se erguía a unos pocos kilometros del lugar.

Haciéndose a un lado, presa del temor, Akiko vio como aquel ser caminaba con gran dificultad para reunirse con su semejantes en el arrozal seco. El objeto anaranjado en el cielo comenzó a descender hasta que los tres seres se hicieron indistinguible s por el resplandor anaranjado, que iba acompañado por un zumbido muy tenue. El objeto se elevó para unirse al enjambre de luces anaranjadas que seguían haciendo maniobras en el cielo y que deleitaban a más de 400 testigos en tierra, según señalarían los medios noticiosos posteriormente .

Akiko salió corriendo por el callejón, presa del miedo y del llanto, hasta regresar al automóvil donde sus amigos la aguardaban con impaciencia. Su encuentro cercano había durado un total de diez minutos. La testigo encontró que sus familiares y amigos no creyeron su experiencia, y que los vecinos se ensañaron contra ella. Por suerte, el enjambre de luces visto sobre la aldea de Hoshimachi había sido presenciado por testigos de élite—la tripulación de un interceptor Grumman A-6 de los Marines, que maniobraba sobre las nubes, afirmó haber visto tres objetos resplandecient es que se alejaban de la zona en formación triangular.

La señorita Nakayama jamás había visto la estatua del Inu-Ningen ni tenía conocimiento de ella, pero al ver fotografías, confesó que el parecido entre la enigmática y milenaria estatua con el ser que pudo ver frente a ella era estremecedor. El ambiente de aquella época estaba totalmente saturado de las afirmaciones de Erich Von Daniken sobre la presencia de extraterrestre s en nuestro mundo y por supuesto, la conexión entre la escultura del hombre perro y los ovnis que visitaban Japón en aquel momento no tardó en aparecer. ¿Existía semejante nexo? ¿Habían vuelto los aliens a visitar una zona del planeta que les había atraído hace unos mil setecientos años, y que había resultado en la conmemoración de su visita por la antigua cultura japonesa? El Inu-Ningen sigue ahí – reservando sus secretos, como su prima la Esfinge.

fuente: http://arcanamundiblog.blogspot.com.es/2008_01_01_archive.html

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