La agencia espacial tiene como objetivo primordial enviar una misión tripulada en el año 2030 - |
Es cierto que la Agencia Espacial Estadounidense (NASA) es una experta en generar expectación y darle un cierto toque épico a sus descubrimientos. Pero también es cierto que pocas cosas dentro de la investigación científica levantan tantas pasiones como la conquista del espacio y la exploración de nuevos mundos. En juego está responder a preguntas universales o poder colonizar en el futuro nuevos planetas en el Sistema Solar o más allá.
Este jueves, la NASA ha convocado una rueda de prensa que será seguida a lo largo y ancho del globo para publicar «un nuevo hallazgo en el destino de la atmósfera de Marte». Después de anunciar, el pasado 28 de septiembre, el descubrimiento de agua líquida en salmueras de Marte, las expectativas son muy altas.
Lo único que se sabe hasta el momento es que a las ocho de la tarde del jueves, hora española, Michael Meyer, el director del Programa de la Misión de Exploración a Marte, estará acompañado por un equipo de cuatro científicos que han participado en MAVEN («Mars Atmosphere and Volatile Evolution»). Esta misión tiene como cometido principal estudiar tanto la atmósfera superior de Marte como su ionosfera, una capa cargada eléctricamente que resulta de la interacción de los gases allí presentes con el viento solar.
Aunque aún no ha trascendido el contenido de la rueda de prensa, el cometido de la misión MAVEN, que tan ampliamente representada estará ante los medios, puede dar algunas pistas: su objetivo principal esreconstruir el pasado de la atmósfera de Marte y entender cómo este planeta, que hace unos 4.000 millones de años estaba cubierto por masas de agua en superficie, se convirtió después en un desierto congelado e inhóspito.
Habitabilidad marciana
Las implicaciones de este conocimiento van más allá de la curiosidad de entender cómo era el clima marciano. Por una parte, cuanto más se sepa sobre el clima actual y sus posibles ciclos hidrológicos, más se podrá saber acerca de la «habitabilidad» marciana. Esto permitirá deducir si el planeta rojo puede o no albergar vida en forma de microbios (los seres vivos más complejos necesitarían unas condiciones mucho más exigentes). En segundo lugar, averiguar más acerca del clima de Marte podría servir para entender cómo un planeta hasta cierto punto similar a la Tierra puede quedar desnudo de su atmósfera y perder el agua que le recubre.
En los cuarenta años de exploración de Marte se han averiguado muchas cosas sober el clima. Ya fuera a través de sondas o rovers de exploración (actualmente la «Curiosity» porta una estación meterológica de procedencia española que se encarga de monitorizar el clima marciano), se ha averiguado que la atmósfera de Marte es 100 veces más delgada que la terrestre. Además, esta capa tan fina está compuesta en un 95 por ciento de dióxido de carbono, con un 2,7 por ciento de nitrógeno y un 0,13 por ciento de oxígeno, junto con trazas de otros gases. Desde luego la mezcla no resulta muy acogedora.
El difícil clima de Marte
También se sabe que en el pasado Marte tenía actividad tectónica, que no solo levantó enormes volcanes y formaciones montañosas, sino que permitía que existiera un ciclo del carbono entre rocas carbonatadas y la atmósfera. Todo aquello es hoy un recuerdo.
Hoy en día, el agua que queda se acumula en forma de hielo en los polos y en el subsuelo, en el permafrost. Por si fuera poco, las temperaturas fluctúan de forma drástica, y pueden ir de los 20ºC del ecuador en los polos a los 153 bajo cero en los polos. Todo esto en parte porque no hay una atmósfera que atrape la humedad y permita generar un efecto invernadero suficiente.
Una atmósfera «muerta»
Como parece claro que la atmósfera actual es un cadáver, algunos estudios sugirieron parte de los gases podrían haber quedado atrapados en las rocas marcianas, pero de momento los números no cuadran.
Por suerte, gracias a un sensor de iones montado en el MAVEN, parece haber otra posibilidad para explicar el pasado de la atmósfera de Marte. Este instrumento ha permitido medir el flujo de partículas de alta energía procedentes de los vientos solares. Algunos creeen que viajan a tal velocidad, que el flujo resultante quizás podría haber empujado la atmósfera hacia el vacío del espacio. El jueves podría confirmarse este hecho o hacerse un anuncio aún más sorprendente. Sea como sea el viaje hacia lo desconocido continúa. FUENTE
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