El secretario de Estado de EU, John Kerry y el senador John McCain, de Arizona, conversan con miembros de la familia real saudí en Riad, Arabia Saudita. ¿Saben ellos lo que hay en las 28 páginas? [flickr/statephotos] |
16 de junio de 2016 — El cuento inicial de que la masacre de Orlando fue obra del Estado Islámico se desintegra rápidamente, en la medida en que aparecen más pruebas que muestran a la misma combinación de fuerzas que llevaron a cabo los ataques del 11-S del 2001, o sea, los británicos, los saudíes y el FBI.
El asesino de Orlando, Omar Mateen, fue por mucho tiempo empleado de una de las agencias de seguridad privadas de la corona británica más grandes del mundo –-y de las más sucias también— G4S, con 620,000 empleados en más de 100 países del mundo. La G4S es la tercera corporación privada más grande del mundo, y es una parte fundamental del "imperio invisible" de la monarquía británica, de mercenarios privados, asesinos y operativos clandestinos. En Estados Unidos, G4S tiene los contratos de seguridad para el 90% de las plantas de energía nuclear en Estados Unidos, es un importante contratista del Departamento de Seguridad Interna, e incluso tuvo a su cargo la seguridad de los pozos petroleros de la British Petroleum en el Golfo de México, lugar donde trabajó Omar Mateen por varios años.
A pesar del hecho de que varios colegas de Mateen exigieron a sus empleadores que despidieran a Mateen, debido a su comportamiento psicótico y violento, la empresa lo mantuvo e incluso hizo los trámites para que pudiera portar armas ocultas.
Mateen hizo dos viajes a Arabia Saudita, en 2011 y en 2012, y se hospedó en hoteles cuatro estrellas y en otros sitios caros. No se conoce que es lo que hacía allá, aunque ambos viajes ocurrieron mientras que era empleado de G4S.
Mateen estuvo bajo investigación del FBI por casi un año, como sospechoso de tener nexos con terroristas, pero finalmente, el FBI dejó el caso y en ningún momento estuvo en riesgo su empleo en G4S. De hecho, informes recientes publicados en el diario New York Times y en el sitio electrónico The Intercept, dejan en claro que el propio FBI ha venido controlando todo un ejército de provocadores "islamistas" pagados, por medio de las típicas operaciones encubiertas para "entrampar" presuntos delincuentes (llamas "sting" en la jerga del FBI, que en inglés significa "pinchazo") las cuales cobraron notoriedad en las décadas de 1970 y 1980 con las operaciones Abscam y Brilab, en las cuales agentes del FBI se disfrazaban de príncipes saudíes para tentar a miembros del Congreso y del movimiento sindical y luego ponerles una trampa para acusarlos de soborno. La mitad de los casos de "terrorismo" abiertos por el FBI desde el 11-S, tienen que ver con estas operaciones de pinchazo, y en muchos de los casos, los individuos involucrados padecían enfermedades mentales o estaban desesperados financieramente, o las dos cosas.
Si se quiere entender como controlan los británicos y manipulan la política de Estados Unidos, solo hay que estudiar con cuidado el nexo anglo-saudí-FBI. Este aparato ha sido un factor dominante desde que la monarquías británica y saudí iniciaron el acuerdo Al Yamamah de petróleo por armas en 1985, con sus cuentas secretas en los paraísos fiscales para financiar el terrorismo yihadista mundial. Para que Estados Unidos recupere su independencia, se tiene que exponer y aplastar este aparato por completo y para siempre.
Es por eso que los británicos, los saudíes y el FBI están aterrorizados con la posibilidad de que las 28 páginas dejen de ser secretas. Las pruebas que contienen esas páginas, independientemente de las mentiras que salen de John Brennan y Barack Obama, abren la puerta para ver todo el control del imperio británico, de arriba abajo, sobre el terrorismo mundial. Una intervención sumamente importante en este respecto, es la resolución HR-779 que acaba de introducir el congresista Walter Jones, la cual exige la publicación inmediata del capítulo de 28 páginas suprimidas de la Investigación Conjunta del Congreso sobre el 11-S, en el Registro del Congreso, sin ninguna interferencia de Obama o de John Brennan, siguiendo la separación de poderes que marca la Constitución.
El hecho de que la propuesta se introdujo el mismo día en que llegó a Washington el segundo príncipe heredero de la corona saudí, el poder tras del trono, príncipe Mohammed bin-Salman, para reunirse con John Kerry, Ashton Carter, John Brennan, James Clapper, Paul Ryan y Nancy Pelosi, es muy oportuno.
Este es un momento de enfrentamiento total, y se tiene que movilizar a todas las fuerzas sensatas para forzar que salga la verdad sobre el imperio británico-saudí, y para acabarlo de una vez por todas.
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